Mauricio Macri aún recuerda cuando su primera cita con Emmanuel Macron naufragó por la batalla campal que durante el G20 de Hamburgo protagonizaron cientos de militantes antiglobalización y las fuerzas de seguridad de Alemania. Macri y Macron se iban a encontrar en el hotel Mövenpick, a pocas cuadras de la cumbre de jefes de Estado, pero no pudieron llegar por los enfrentamientos que se repetían al infinito en las principales calles de Hamburgo. El Presidente quiere evitar esos incidentes en Buenos Aires y ordenó que se desplegara un cerrojo de seguridad alrededor del Centro de Exposiciones y Convenciones, escenario del G20 de Finanzas que reúne a la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, al secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Steven Mnuchin, y a los ministros de finanzas y presidentes de los bancos centrales de las principales economías del mundo.
Al otro lado del sistema de seguridad, convocados para marchar en contra del acuerdo con el Fondo, movimientos sociales y agrupaciones políticas de la oposición trataran de llegar hasta las narices de Lagarde, Mnuchin y sus colegas del G20 de Finanzas.Será una faena imposible: Patricia Bullrich, ministra de Seguridad, diseñó un operativo concéntrico que incluye a miles de policías y gendarmes que tienen un sola misión: evitar que los manifestantes lleguen al Centro de Exposiciones y Convenciones que cobijará a todas las delegaciones internacionales.
Para Macri no es problema que los movimientos sociales, las agrupaciones de izquierda y ciertos sectores peronistas cuestionen su acuerdo con el FMI. Pero quiere evitar que una batahola colosal afecte la imagen internacional de la Argentina. El Presidente escuchó en Hamburgo como cuestionaban a Ángela Merkel y su mecanismo de seguridad de la Cumbre, que sirvió muy poco para frenar a los militantes antiglobalización que incendiaron autos, rompieron vidrieras y enfrentaron sin temor a las fuerzas de seguridad de Alemania.
En este sentido, la primera línea de disuasión a los manifestantes estará integrada por la Policía Federal y la Policía de la Ciudad de Buenos Aires, complementada por un puñado de drones que pondrán en vivo y en directo a la movilización opositora. Esas imágenes estarán a disposición de Bullrich y su plana mayor, que determinará la táctica de seguridad en reflejo a las iniciativas que emprendan los militantes de izquierda y los movimientos sociales. En la retaguardia, aguardando órdenes, se apostaran cientos de efectivos de la Gendarmería. Si no hay mayores incidentes, esta tropa se quedará inmóvil en sus puestos.
La única preocupación que había en Gobierno era que los militantes de izquierda emprendieran una acción coordinada contra las vidrieras y los autos estacionados en las cercanías del Centro de Exposiciones y Convenciones, frente a la imposibilidad de avanzar hacia Lagarde y Mnuchin. Bullrich no descarta que haya pintadas y mucha presión sobre las vallas de seguridad, pero pretende evitar un enfrentamiento directo con los manifestantes.
La ministra solo ejecutará esa táctica, si corre peligro la cumbre del G20 Finanzas. Una decisión unilateral que depende de los organizadores de la marcha contra el FMI, un puñado de líderes de la oposición que apuestan a complicar al gobierno y a derrotar a Macri en las próximas elecciones presidenciales.