El Gobierno encara una última gestión en el Senado para eludir la trampa de Sergio Massa

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Mauricio Macri y la oposición no imaginaban que el primer cumpleaños del Gobierno iba a ser de este modo. Con la economía parada, el Congreso adelantando el año electoral, Cristina Kirchner libre y haciendo política, las calles cortadas, los opositores haciendo oposición, pero el Gobierno arropado por un apoyo popular sostenido en la figura del Presidente y en la creencia de lo que va a venir que en los logros de gestión. La paciencia con la actual gestión también esta sostenida en otro dato: no serían Macri y sus ministros los responsables directos del mal momento del país. La herencia K todavía impacta en los argentinos.

Probablemente ni la Casa Rosada ni el Congreso se imaginaron un diciembre en el que iban a estar negociando contrarreloj una reforma al impuesto a las Ganancias que todos pensaban para recién el otoño que viene, pero que por viveza de Sergio Massa y torpeza del oficialismo terminó adelantando su parto. La lectura tanto del proyecto opositor -o mejor dicho la unificación de los casi 40 que se fueron presentando, comenzando por el de Facundo Moyano, que mucho influyó en Massa- como del de Alfonso Prat-Gay confirman una realidad obvia, pero que se perdió en estos días: es obsceno pensar en cambios en Ganancias sin encarar una reforma impositiva general y total. Pero plantear eso, a esta altura del año, es mucho tanto para el Gobierno como para la oposición.

Tampoco es cuestión de que la clase dirigente argentina comience a flagelarse. En Perú el flamante presidente Pedro Pablo Kuczynski entró en una virtual guerra contra el Congreso opositor fujimorista por la situación de su ministro de Educación Jaime Saavedra. Presidente y ministro, todavía no llegaron a los cinco meses de gestión y ya hubo interpelación y pedido de renuncia. Como bien señala el analista y actual embajador en Costa Rica, Mariano Caucino, consecuencias de sistemas electorales de balottage, donde el ganador, en general no tiene mayorías parlamentarias. Nada que no sepamos.

El Gobierno, una parte de los senadores peronistas, algunos diputados y empresarios afectados por la media sanción no pudieron disfrutar el fin de semana de largo. Las negociaciones cambian todo el tiempo. Un problema son los interlocutores. Por el lado oficial hablan Marcos Peña -tiene la última palabra- y Rogelio Frigerio -en Pekín, durmió una noche de las últimas cuatro-. Por los gobernadores, los ministros de Economía y por los senadores, el que atienda el teléfono. Miguel Ángel Pichetto, el ultimo aliado de la Casa Rosada en el inhóspito Senado, ya no conduce el bloque. Solo lo administra. Les pidió a sus colegas tener seriedad fiscal en lo que se vote, pero cuidar a «Sergio» (por Massa), lo que traducido significaría hacerle una serie de cambios a la media sanción que vino de Diputados, sobre todo en aquellos capítulos que más resquemores generaron en el sector privado. Sobre esto volveremos.

Por el lado del Gobierno, tampoco la melodía es la misma. Peña y Frigerio, haciendo memoria, recordaron por estas horas que Alfonso Prat-Gay demoró el envió del proyecto de Ganancias dos meses a lo originalmente previsto. ¿Cuál es la importancia de la demora? Que el Gobierno debió incluir en el listado de extraordinarias un tema, representado en un proyecto -el de Prat-Gay- con el que jamás se lograría una mayoría parlamentaria.

«Un gobierno en minoría en el Congreso nunca convoca a sesiones extraordinarias, salvo alguna urgencia institucional como el Presupuesto. Cuando el Senado nos volteó la reforma electoral, habría que haber cerrado todo hasta marzo y ver» reconoce ahora una importante voz de la Casa Rosada, después de pasarse media hora despotricando contra Massa.

Es probable que el Gobierno y el círculo más cercano al Presidente, más que no ver no hayan querido ver lo que se venía y por eso la frustración contra el líder del Frente Renovador. No fue la primera vez que Massa votaba con los K, pero como la mayor parte del año lo hizo con el Gobierno, se pensó que eso sería eterno. «Si Sergio no hacia lo que hizo a finales de noviembre con Ganancias, el Frente Renovador volaba por el aire» dice un hombre cercano a Tigre.

Es oportuna y lógica la estrategia de comunicación del Gobierno -un acierto- el de haberse pasado dos días criticando la foto de Massa con Kicillof, la que paradójicamente no existe.

El Gobierno se puso donde más cómodo se siente: como garante del futuro y del cambio frente al pasado que significaría el peronismo en todas sus variantes, que no tiene referentes modernos y que siempre termina unificándose.  Un discurso dirigido al ciudadano común, en la estrategia de minimizar el daño en caso de que haya vetar una ley de inicio de la campaña electoral. «Si los peronistas decidieron adelantar la campaña, entonces nosotros vamos en el mismo sentido», dicen.

Se sabe ya lo que piensa el Gobierno de «estos temas técnicos» como indica el manual de Jaime Durán Barba. Que a la gente no le importan, que no los entiende y que no hay que hacer mucho ruido con cuestiones que solo le interesan al círculo rojo. La anti-política en sentido negativo y la «tecnocracia» en el positivo.

Pero el problema aquí es que no se sabe bien si Ganancias, después de casi un mes de titulares, «no llego finalmente a la gente» como explicaba ayer a este periodista un encuestador amigo del Gobierno.

El viernes Infobae publicó una oportuna encuesta de Aresco. En el trabajo aparece un dato que no se tenía: el 25% «conoce del tema» y el 37.4% «algo vio o escucho en los medios». Traducción; si este mapa es acertado, más de la mitad de la sociedad sabe en líneas generales de lo que se trata. O sea que la discusión de Ganancias no afecta solo «al 10% de los asalariados».

Es probable que este cuadro de situación es lo que haya encendido las luces de alerta en el Gobierno. Mientras el Presidente «tiene muchas ganas de vetar todo y listo» -como explicaba aquella fuente oficial- la mayor parte de sus ministros con voz y voto en el tema están tratando de dejar abierta una puerta negociadora con el Senado.

La jugada es esta: los senadores harían cambios, Diputados los avalaría si el cuerpo «no queda en ridículo» y el Presidente solo haría un veto parcial en temas particulares.
La discusión anoche estaba centrada en:

-las retenciones a las mineras. Mantener el régimen establecido a comienzos del Gobierno y no volver a implantarlas.

-discutir el piso de 33.500 pesos para solteros, bajándolo

-excluir al dólar futuro de la renta financiera gravada en función de que ya paga 35% (y un 15% podría ya ser confiscatorio)

Otro punto que ha generado enorme preocupación en la AFIP es el referido a la exención al aguinaldo, horas extras y los bonos por productividad. Pero nada se sabe de esto, salvo que seguramente el Presidente lo incluya en un veto parcial.

Esto pondría a Macri, de acuerdo a la visión oficial, en un sitio más cómodo, dejándolo como «un líder que pone las cosas en su lugar.  Hay mejoras para la gente con Ganancias, pero no se destrozan las arcas del Estado».

Pero más allá de la suerte legislativa del proyecto, y de cómo termine digiriendo la opinión pública el tema, el Gobierno puertas adentro y afuera -como las declaraciones del Presidente contra Massa- mostró enojo, rencor y frustración.

Las primeras reacciones el miércoles fueron de cortar todas las conversaciones políticas que implicaran auxilios financieros. Había indignación y pedido de explicaciones para todo el mundo.

La revisión del listado de quiénes y cómo votaron cada uno de los diputados sumió al Gobierno en una gran desilusión.

Dos casos concentraron la furia. Lo de los seis legisladores del bloque Peronismo Para la Victoria (Leonardo Grosso, Andrés Guzmán, Lucila De Ponti, Remo Carlotto, Araceli Ferreyra y Silvia Horne) que responden al Chino Navarro y Emilio Persico, los signatarios de la Emergencia Social y el de los cordobeses.

Con Navarro y Pérsico hubo hasta una idea alocada de dar por concluido el acuerdo -difícil, habiéndose involucrado al Congreso. Esta iniciativa no solo estuvo anclada en el resentimiento: encuestas que llegaron a la Casa Rosada -como la de OPSM de Zuleta Puceiro- señalan a los «acuerdos con piqueteros y organizaciones sociales» como la acción de gobierno menos acompañada por la mirada del ciudadano, por debajo de la eliminación de las retenciones a las mineras y el tarifazo. Recoge solo un 23.1% de adhesión frente al enorme apoyo del 79% de los encuestados al reconocimiento histórico a los jubilados o la «creación del fondo para la emergencia social»(69%). Síntesis: la gente está de acuerdo con la emergencia social y un Estado presente para los que menos tienen. Pero no quiere que esa ayuda se canalice a través de figuras piqueteras. (Dato al margen: tampoco recoge una gran adhesión la eliminación de las retenciones al campo -38.9%-, medida ponderada por todo el círculo rojo, Gobierno incluido).

Y Córdoba. Lo de la provincia mediterránea es todo un misterio: Macri y la Casa Rosada le dedican más tiempo que a Buenos Aires. Juan Carlos Schiaretti posa sonriente en las fotos, pero la lista de legisladores del año que viene será encabezada por José Manuel de la Sota, socio clave de Massa y casi todos los diputados cordobeses, encabezados por Claudia Rucci, votaron en contra del Gobierno el martes pasado. ¿Cuál es la sorpresa?

La discusión de Ganancias adelantó gravemente la campaña electoral. Y, como se sabe, en campaña desde el oficialismo o desde la oposición se hacen y se dicen cosas que luego serán difíciles de sostener.

Este nacimiento prematuro del cotillón electoral exhibió algunas peleas que prometen más capítulos, como la de Elisa Carrió contra Massa.  La pretensión de Cambiemos es que Lilita haga con Massa lo que ya hizo -exitosamente- con Aníbal Fernández. La moneda de trueque sería una candidatura para Carrió por Buenos Aires como diputada o senadora. A veces la historia se nutre de historias paralelas: la debilidad oficialista en el Senado podría acelerar le necesidad de que una figura fuerte como Carrió desembarque allí.

Massa deberá enfrentar varios desafíos. El primero es cómo sale de la guerra por Ganancias. Para la clase política ganó mostrando que su cruce de vereda -de opo-oficialista a opositor nato- hizo temblar el Gobierno y como señala una voz cercana a Tigre «Sergio mostró que fue el único que se preocupó por la gente. Y por otro lado el Gobierno en su enojo polarizó con él toda la semana. Se olvidaron de Cristina por una vez, y el otro paso a ser él».

Ahora habrá que ver las consecuencias electorales que la jugada tiene el votante, sobre todo el que comparte con la administración macrista. Massa no ha sabido administrar las victorias.

Sería un fin de semana maravilloso para el gobierno si su único problema fuera Massa.
En la misma encuesta de OPSM que muestra un importante apoyo al Presidente, del orden del 60%, y una perspectiva positiva de que la situación mejorara del 67%, sin embargo, aparecen luces ya casi rojas en economía.

Solo el 23% dice que Macri «debería continuar con su política económica», mientras que un importante 49.5% pide «introducir algunos cambios» y un 17% dice que estos cambios debieran «ser profundos».  La suma del cambio económico en sus variables da 66%.

Es una señal.

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