El Gobierno enfrenta la amenaza de la tercera ola de COVID-19 y la necesidad de mejorar el humor social con las aperturas

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A casi un mes de las PASO, en el gobierno nacional admiten que es muy posible que Argentina tenga una tercera ola de contagios. Pero, a diferencia de las primeras dos, la que llegue en las próximas semanas tendrá un impacto menos dañino.

La razón es simple. El porcentaje de vacunados ascendió exponencialmente en los últimos dos meses y agosto será, según repiten en la Casa Rosada, el mes de “las segundas dosis”, lo que permitirá aumentar la protección de las personas, principalmente los grupos de riesgo, frente al impacto de la cepa Delta.

En el ministerio de Salud que conduce Carla Vizzotti advierten que el rebrote de casos de Covid-19 llegará de la mano de la circulación comunitaria. Pero ya pasados los primeros 9 días de agosto creen que quizás puedan cumplir con el objetivo que se plantearon cuando la cepa Delta empezó a ser noticia y se encendieron todas las alarmas en el Gobierno: retrasar la circulación masiva hasta fines de este mes.

Además, esperan que el aumento casos genere tensión en el sistema sanitario, pero no al límite de colapsarlo. ¿El motivo? La Argentina alcanzó la inmunización de casi el 60% de la población total con al menos una dosis, mientras que en los mayores de 18 años la cobertura trepó a cerca del 75%. La vacunación masiva reducirá exponencialmente, asumen, la cantidad de internaciones y, en consecuencia, de fallecimientos. Es otro tiempo de la pandemia.

En Balcarce 50 asumen que es muy posible que el aumento de los contagios coincida con la realización de las PASO, que se llevarán a cabo el 12 de septiembre. Pero no tienen estipulado aplicar más restricciones. Incluso, el viernes, decidieron transitar el camino contrario y comenzar con un plan de flexibilización.

El margen para aplicar medidas duras siempre está porque, como suelen decir en los pasillos de la Casa Rosada, gestionan incertidumbre. Pero no es parte de la hoja de ruta que analizan las autoridades sanitarias. El plan de vacunación ha dado un vuelco muy concreto y esperan que la elevación de las segundas dosis lo confirme.

Sin embargo, las proyecciones construyen un escenario con una alta cantidad de casos pero una baja necesidad de aplicar restricciones muy estrictas. Muchos de los nuevos contagios se registrarían sobre personas vacunadas y el impacto en el organismo sería mucho menor.

Por eso el ministerio de Salud avanzó, en consenso con todos los ministerios del país, en un plan para acelerar la colocación de segundas dosis. El esquema completo generará una pared de anticuerpos que reducirá ampliamente el riesgo de la tercera ola.

En el último decreto el Gobierno decidió aplicar una fuerte flexibilización a las actividades sociales, el talón de Aquiles, después de la imposibilidad de trabajar, de la mayoría de las personas. El gesto tuvo un doble argumento muy marcado: la cantidad de dosis colocadas generó una barrera de inmunidad que permitió las aperturas y el gobierno explicitó su decisión de empezar un nuevo tiempo en la pandemia en la antesala de las elecciones.

Los parámetros sanitarios van de la mano de las necesidades políticas. Como si el guión de la película hubiese sido escrito por el propio Gobierno. Es tan real que los casos de coronavirus descendieron como que la Casa Rosada necesitaba mostrar una mayor apertura en la vida de los argentinos para intentar generar un mejor humor en la sociedad.

“Hace 10 semanas consecutivas que baja la cantidad de casos y hace ocho semanas consecutivas que bajan los fallecimientos y las internaciones en terapia intensiva”, sostuvo Alberto Fernández el último viernes. Sus palabras expusieron el argumento sanitario. El político nunca saldrá a la luz en forma oficial. Es lógico. No se puede explicitar. Pero quedó expuesto en las acciones.

Las flexibilizaciones en las actividades sociales y deportivas plantearon un cambio drástico. Se pasó de no tener habilitadas las reuniones sociales en el interior de las viviendas a autorizar la presencia de 10 personas. Se habilitaron deportes en espacio cerrados, eventos sociales, culturales, recreativos y religiosos. También se permitieron las actividades en cines, teatros, clubes, locales gastronómicos, centros culturales, gimnasios, casinos y bingos con un aforo del 70%.

Una foto de la flexibilidad. Solo un ejemplo del cambio radical que planteó el Gobierno sobre uno de los ejes más esperados por la gente. En la Casa Rosada tienen muy en claro que la sociedad está harta de la pandemia y de las restricciones. Ese hartazgo genera fastidio. La combinación de hartazgo y fastidio no representan el mejor escenario para convencer al votante de que la mejor opción es el Frente de Todos.

Desde hace algunas semanas que el Gobierno empezó a dibujar, a través de los discursos públicos, la nueva vida que tendrán los argentinos en la última parte del año. El primero en hacerlo fue el Presidente, cuando anticipó en un acto con tono electoral que “después de septiembre, cuando terminemos con la vacunación de todos, preparémonos para disfrutar de una linda primavera y un lindo verano en Argentina”.

El último viernes lo siguió Carla Vizzotti. La palabra más autorizada del Gobierno en materia sanitaria. Hizo una proyección de las aperturas. Anticipó la luz al final del túnel. Un mensaje esperanzador que sirve para levantar mejorar el ánimo de cualquier argentino. Incluso, desde lo simbólico, le puso fecha al final de la utilización del barbijo.

Planteó tres etapas. En la primera, que se puso en marcha el fin de semana, regresaron las reuniones sociales y el aforo en los espacios cerrados aumentó al 70%. En la etapa dos explicó que se avanzará con la realización de reuniones al aire libre sin aforo, eventos masivo al 30% para poder llegar al 60%. La tercera etapa, detalló, consistirá en habilitar actividades sin aforo, reuniones sociales sin límite en espacios cerrados, eventos masivos con asistencia completa del público y apertura total del turismo.

“Para octubre esperamos tener vacunación de adolescentes no priorizados con las dosis que vayan llegando, apertura de fronteras y llegar a la no obligatoriedad de uso de barbijos”, afirmó la ministra. Un mensaje sanitario cargado de un enorme contenido electoral que queda oculto detrás de los datos y las palabras.

La historia sanitaria y las necesidades políticas parecen encajar. En un mes se verán los dos resultados. Los sanitarios y los electorales. En esta primera elección ambos van de la mano. Lo saben en el Gobierno. Para noviembre, cuando lleguen las elecciones generales, el eje en cuestión será la reactivación económica. Las vacunas pasarán a un segundo plano. Lo asumen con normalidad en el Frente de Todos. Pero esa será una segunda parte de la historia. Aún falta. Poco. Pero falta.

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