Allá, en remotas edades,
en la selva legendaria,
habitaban los hermanos,
él era bueno; ella mala.
El muchacho con el canto
del mirlo en las madrugadas
en procura de alimentos
en la selva se internaba.
Allá cazaba animales,
de miel sus chifles llenaba,
y algarrobas, piquillines
y Kiskaloros juntaba.
Y con la carga de frutos
que la selva le brindaba
fatigado y sudoroso
regresaba a su morada.
Mas, ay, con ingratitudes
pagaba la infame hermana
las bondades del mancebo
que con amor cuidaba.
Hasta que el chango un buen día,
cegado por la venganza,
castigo tremendo quiso
dar a la injusta muchacha.
Y así invitóla una tarde
a buscar en las entrañas
de la selva ricas mieles
de ashpa miski y lechiguana.
Treparon ambos a un alto
quebracho que levantaba
como un gigante cautivo
su existencia milenaria.
«Donde está la miel, hermano…?
-la muchacha preguntaba-
más arriba, mpas arriba,
que ya tus manos la alcanzan…»
Y él descendía del árbol
mutilándole las ramas
mientras en lo alto, muy sola,
quedaba la cruel hermana…
Perdiz, huidiza la tarde
corría por las picadas,
las vírgenes de la noche
sus crenchas negras trenzaban.
Y anidaban en el bosque
voces y sombras extrañas
y mitológicos seres
en las penumbras vagaban…
Allá en el árbol con ojos
desmesurados miraba
soledad de noche y selva
la joven abandonaba.
Y quien sabe por qué hechizo
de maléfica venganza
se vio la pérfida niña
en ave transfiguraba.
«Turay…! Turay…! en la noche
gritó con voz desgarrada
y se lanzó hacia los vientos
prendido el mito de sus alas…
Y desde entonces las noches
misteriosas, sin vidalas,
se conmueven con el grito
del Kakuy en sus entrañas.
Grito que viene de lejos,
desde el dolor de las razas,
omo un clamor que sacude,
hiela la sangre y espanta…!
Autor Dalmiro Coronel Lugones
Fuente: Poesía Reunida
ISBN 978-987-3964-04-6