El kirchnerismo será recordado por esconder los pobres que su modelo corrupto creó

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La pobreza es un universo cuyo principal fundador fue Martínez de Hoz, aun cuando Celestino Rodrigo se le quiso adelantar. Antes había inflación, pero no mezclemos, la miseria nace por la concentración económica y la creación de la deuda.

El peronismo fue un capitalismo con Estado fuerte y distribución de las ganancias. La mitad iba para los trabajadores. Que no me hablen de «setenta años de inflación», el problema son los cuarenta de concentración, del tiempo en que los ricos fueron más ricos y, en consecuencia, los pobres más pobres. No fue el populismo, fue la distribución.

Martínez de Hoz abrió decenas de bancos que pagaban el diez por ciento mensual en dólares, se llevaron medio país y luego nacionalizaron la deuda. Cavallo, con Menem, completó el negocio: privatizó los servicios públicos, lo hizo en nombre de la competencia, monopolios liberales, estafadores ideológicos. Los Kirchner concentraron por izquierda, pero concentraron en pocas manos -amigas la mayoría-, pero socialismo no hicieron ni se les pasó por la cabeza hacerlo.

Fui diputado en el retorno de Perón, después de 18 años de dictaduras y democracias derrocadas. Pese a todo eso, no había pobreza. No era necesario dar subsidios, no había hambre. La sociedad era digna, integrada y, ojo, peronista o frondicista y hasta golpista; no había miseria y la ciudad era otra cosa, desde sus calles a sus habitantes, todo era otra cosa.  El país socialmente integrado terminó en el 66.

Primero vinieron a destruir la industria, luego Cavallo y Menem, completan la tarea, venden todo lo del Estado e incrementan la deuda externa. Un milagro del saqueo universal. Y hasta  -único país en el mundo- destruyen el ferrocarril.

Y vienen los Kirchner, que comienzan por derecha, impulsan la privatización de YPF para juntar el dinero de una posible campaña. Enganchan un montón de pillos y de incautos que se sienten de izquierda y consolidan la concentración. Aclaran que sólo les molesta la riqueza de los que opinan en su contra, cambian el imperialismo por los disidentes. Stalin no necesita justificaciones. Importan vagones y hasta los durmientes.Importar genera coima, producir da trabajo y de eso hubo poco y nada.

Con Alfonsín comenzamos a pagar las deudas de la dictadura genocida, fueron unas quinientos mil cajas pan. Hoy estamos en ocho millones de subsidios, con las consecuencias que lastiman la dignidad de los caídos, y con recetas que por ahora, agigantan el número.
En aquellos tiempos, la distancia entre el que más ganaba y el que menos era corta, de pocos números, yo manejaba un taxi y podía cenar en Bachín. Hoy el que maneja un taxi apenas puede cenar en la casa.

El «Pepe» Mujica se mandó una perorata absurda, alguien le vendió que los Kirchner eran de izquierda y habló de la unidad de la izquierda. Que alguien le aclare que para robar en nombre de la izquierda no es obligatorio haber leído a Marx. Y robar en nombre de la justicia social es doble traición, el castigo del ladrón sumado al uso perverso de la dignidad de los sueños ajenos. Parece que hasta Milani se enojó y explicó a qué se dedicaba Verbitsky en la Dictadura. Le faltó explicar a que se dedicaba Zaffaroni y los Kirchner en esos tiempos y tendríamos claro a qué llaman ellos izquierda.

La generación de riqueza debe seguir siendo parecida a la de otros tiempos, la distribución es lo que alteraron y eso sí que lo pusieron difícil, se llevaron tanto como ganancias que dejaron  al límite de la subsistencia a los habitantes. Ahora viene el gran debate de si hay salida por el camino asumido. Macri no es tan de derechas como le piden algunos economistas, Federico Pinedo opina que son de izquierda, al menos, no tan conservadores como imaginaban muchos, a favor y en contra.

El sistema productivo está agonizando, fue destruido por décadas. Lo peor fue con los Kirchner, que modificaron el relato cuando empeoraban la realidad.  La producción es tan débil que esta dependiente de los intermediarios, de la distribución. Y los fanáticos del libre mercado le meten presión importando sin asumir que va a quedar más gente fuera del sistema.

Hay mucho de impericia, lo del maíz y el cerdo es un ejemplo patético; es un gobierno de gerentes, no de productores.

Con Alfonsín era medio millón de «cajas pan» y hasta debatimos que todo fuera por un tiempo limitado. Estamos en ocho millones, hubo corrupción y eso que ellos llaman «populismo». Dos causas que solas no alcanzan, además hay un tema que se llama «concentración», de ese tema a muchos, demasiados, no les gusta que hablemos.

Montaron un sistema económico que no deja de expulsar ciudadanos, desde las tragamonedas a las telefónicas, desde los laboratorios a los bancos, desde las prepagas a donde quieran analizar, todo se siente como saqueo, como chupa sangre de la sociedad. Y el Estado debe ponerle límites a las ganancias de los grandes antes de tener derecho a exigirle algo al resto de la sociedad. Con esta matriz productiva cualquier inversión que venga no cambiará nada de este atroz sistema de expulsión de  ciudadanos.

Mientras la ganancia no tenga límites tampoco los tendrá la miseria. El dolor de las consecuencias está a la vista. El resto son debates sin demasiado sentido.

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