El anillo robado de Carlos Saúl Menem apareció este viernes por la mañana. Esta es la historia de su hallazgo.
Hoy a la 1:45, Justina C. fue encontrada sobre la calle Echeverría en Belgrano R, con algo complicado en su cartera. La mujer de 50 años oriunda de Villa Soldati, nacida en Bolivia, comenzaba a preguntarle direcciones a transeúntes. “¿Dónde está la casa de Menem?”, quería saber.
Así, llegó a un puesto de la Policía de la Ciudad.
Decía, insólitamente, que tenía el anillo de oro y ónix que perteneció al ex presidente, robado por supuestos enfermeros junto a la cama que sería su lecho de muerte a mediados de diciembre, buscado por la Justicia y su familia, una de las joyas más reconocibles de la historia de la democracia, presente en el dedo de Menem a través de todas sus presidencias y su vida política. Lo guardaba dentro de un morral, con una bandolera que le cruzaba el pecho.
La mujer insistía: que quería ver a su hija Zulemita, que quería entregarle el anillo en persona, que le quería explicar qué había pasado. Su sobrino, según ella, uno de los tres enfermeros suplentes investigados por el hurto, lo había robado. A Justina, la Policía Federal ya le había allanado la casa sin encontrar nada, bajo las ordenes del Juzgado N°17 con Gustavo Pierretti y Karim Chaban que tomaron las riendas de la causa del hurto desde el primer momento, ante un pedido del fiscal Carlos Velarde de indagar a los enfermeros por el solo motivo de que no eran personal de confianza. En esa lista se encontraba Mauricio, el sobrino. Pero el anillo no estaba en casa de Justina.
Así, los policías en Belgrano R llamaron al juzgado de turno en la noche de ayer, el Correccional N°9, con el magistrado Martín Peluso y el secretario Diego Villanueva. El secretario ordenó de inmediato que la mujer sea demorada y que la joya sea puesta a resguardo. Sospechaba, para empezar, un posible intento de cobrar una recompensa, anunciada mediáticamente por el abogado de la familia Menem, Diego Storto, con un monto desconocido. Los policías revisaron la joya. No había dudas. Tenía las marcas de los nombres de los hijos del ex presidente grabadas en su interior: Carlitos, Zulemita, Nair, Máximo.
Así, el Juzgado N°9 inició un expediente por averiguación de ilícito. Algo sonaba raro. La mujer, llevada a una comisaría, declaró. Lo que dijo fue sorprendente. Infobae accedió a los contenidos de su testimonio.
Poco después de las 3 AM, Justina aseguró que el 12 de este mes escuchó mientras trabajaba en un puesto del Mercado Central el llamado de su hija: la Federal allanaba su casa. No sabía qué pasaba, así que corrió. Buscaban a su sobrino, Mauricio, de 29 años, con un domicilio registrado . “Había hecho un robo”, le dijo su hija. Les dijo a los uniformados que su sobrino estaba trabajando, no sabía dónde.
La Federal se fue con las manos vacías. Poco después, su sobrino apareció. Su tía lo retó, le dijo que no le iba a dar alojamiento a delincuentes, que lo iba a entregar. Llamó, dijo, al 911. Apareció un móvil de Gendarmería. Justina lo delató, sin saber qué pasaba, por qué habían allanado. Gendarmería, contó la mujer, dijo que su sobrino no tenía antecedentes y siguió su camino. Más tarde habló con la madre de Mauricio. Alarmada, la madre salió a preguntar en comisarías. Según Justina, no encontró antecedente alguno. Mauricio comenzó a convertirse en un paria: aparecía en su casa, lo echaban. Seis días después, la hija de Justina notó cómo un hombre tomaba fotos desde un auto gris.
El hombre en ese auto gris, asegura una alta fuente judicial, era un policía de la Federal, bajo las ordenes del Juzgado N°17.
Ayer por la tarde, el auto gris volvió a Soldati. La familia de Justina lo enfrentó. Dijo ser, misteriosamente, un abogado, que tenía una citación para Mauricio. Así, llamó al sobrino, que llegó en su bicicleta poco después.
Mauricio, sobrino de la mujer que llevaba el anillo, es uno de tres enfermeros sospechados (NA)Era una trampa, dijo Justina. Ante testigos, Justina aseguró que el celular de Mauricio fue secuestrado por la PFA, algo que confirman fuentes judiciales, pero el hombre de 29 años quedó suelto al no haber pruebas mayores. .
Mauricio volvió a la noche. Tuvieron una charla en la casa de Soldati. Le lloró a su tía, le dijo que pasaba las noches “por ahí”. Justina tenía un rol de poder distinto, algo muy típico en la comunidad boliviana. Era su tía de crianza, pero no de sangre. Y Justina era la jefa de su familia, había sido la primera en llegar desde Bolivia. Cruzar a la jefa del clan no era algo cómodo para Mauricio.
-¿Te gusta que tu mamá ande llorando?, lo retó su tía.
-No, no, le contestó, cabizbajo.
Allí, el anillo de Menem surgió en la conversación.
“Lo tengo yo”, le dijo. Así, a las 22 horas de ayer, llevó a su tía y a su hija hasta Pompeya, fueron en auto, por “una avenida ancha”, dijo la mujer, con su hija al volante. Convenientemente, la tía no recordó la avenida, tampoco la altura. Un auto negro se les acercó. El anillo estaba en manos de un hombre, en un sobre blanco. Así, Justina llamó a un remise para ir hasta Belgrano, el anillo en el morral. En su declaración, no dijo nada de cobrar una recompensa.
Justina, por lo pronto, está libre. La causa del Juzgado N°9, probablemente, pasará a manos del Juzgado N°17, a cargo de la búsqueda original de la joya.
Mauricio, confirman fuentes del caso, no tiene pedido de captura, pero está citado a indagatoria: la fecha es el 8 de marzo, fue notificado ayer de la causa en su contra y de la citación por el hombre de la PFA en el auto gris.
Sin embargo, en un giro sorprendente, Mauricio mismo se presentó poco antes del mediodía para entregarse en el Juzgado N°9 en la calle Talcahuano, según señalaron fuentes judiciales a Infobae. El juez Peluso comunicará la aparición del imputado al Juzgado N°17 que deberá resolver su situación.
Una enfermera inicialmente involucrada, que tenía antecedentes penales de larga data, fue sobreseída.