Terminó su tercer año de gestión muchísimo peor que cuando se acomodó por primera vez en el despacho presidencial del primer piso de Casa Rosada, en diciembre del 2015.
En este 2018, Mauricio Macri volvió al FMI. El programa económico que sostuvo, por momentos con tozudez, entró en una crisis que nadie, al menos puertas adentro, pronosticó. Agravado por una sequía fulminante y un cambio en los mercados internacionales que lo hirió de muerte. Su gabinete, y la coalición de gobierno que formó junto a la UCR y la Coalición Cívica, crujió. Y dejó heridas incurables. Con Elisa Carrió no habla hace meses, después de que la diputada pusiera en duda a parte de su staff y su honorabilidad. La mesa chica que lo rodea está atravesada por serias desconfianzas.
El Congreso le propinó en diciembre un duro revés en un par de leyes que el propio Macri había pedido tratar en sesiones extraordinarias, un hecho inédito. El titular de Diputados, Emilio Monzó, marginado de cualquier decisión política, avisó públicamente hasta el hartazgo que se quería ir. La relación con la Corte Suprema de Justicia se descontrolódesde que desde el Gobierno propició el recambio en la presidencia del tribunal.
La Iglesia no le confía, igual que los sindicatos. Los empresarios tampoco: ven, cuanto menos, un guiño cómplice de la Casa Rosada en la investigación de los cuadernos de Oscar Centeno. La pobreza alcanzó cifras altísimas que serán confirmadas por la medición del INDEC de marzo. Macri había dicho que su gestión sería exitosa si mejoraría la situación de los pobres.
La inflación termina el año con el registro más alto de los últimos años, cerca del 50%, peor que en las peores épocas de la gestión anterior. El peso se devaluó más del ciento por ciento. Para colmo, Cambiemos no pudo garantizar la organización del superclásico del fútbol argentino más importante de la historia: tuvo que jugarse en Madrid. Macri es un fanático de Boca que, por esa final, ve peligrar además la continuidad del macrismo en el club de la rivera, en diciembre del 2019.
Es paradójico. Pero aún así, el Presidente tiene chances de ser reelecto el próximo año.
Macri incluso fue un poco más lejos. No comparó los peores momentos de su tercer año de administración con la crisis más serias que azotaron su gestión porteña, como los tropiezos de los primeros dos años, las inundaciones, la crisis por la toma del Parque Indoamericano o la investigación por la causa escuchas.
En el discurso del lunes 3 de septiembre, uno de los más esperados del 2018, asoció la crisis de su gobierno con el secuestro que padeció en 1991, por el que estuvo 12 días en cautiverio. «Para mí no es fácil: quiero que sepan que estos fueron los peores cinco meses de mi vida después de mi secuestro», aseguró durante un discurso grabado e inusualmente largo, de casi media hora, en Casa Rosada.
Ese fin de semana, la coalición de gobierno se había recluido en la quinta de Olivos para buscarle alguna salida a la crisis del programa económico, que poco más de tres meses atrás había tenido que buscar auxilio en el Fondo Monetario.
El liderazgo de Macri pendió de un hilo. Igual que la sociedad con los radicales y la Coalición Cívica. Su jefe de Gabinete, Marcos Peña, el funcionario más decisivo e influyente de la administración de Cambiemos, estuvo en el centro de las críticas de propios y ajenos. «No estamos ante un fracaso económico», dijo Peña antes de recluirse en Olivos y negar cambios de gabinete, que al final sí sucedieron.
Más que los cambios -en definitiva, ese fin de semana al que ahora la Jefatura de Gabinete le quita dramatismo solo sirvió para darle más poder a Peña-, esas reuniones en la quinta presidencial que Macri siguió desde su casa de «Los Abrojos» no hicieron más que poner en duda el liderazgo del jefe de Estado, por primera vez desde que asumió al frente del gobierno.
El Gobierno distingue dos etapas. Antes de abril. Y después de abril. «Allí vino la sequía y el cambio en el contexto internacional», dicen, a modo de justificación, en el entorno presidencial para explicar por qué crujió el modelo económico que Macri mantuvo como «el único camino posible».
En el medio, la Justicia impulsó la causa más espectacular de los últimos años, que obligó a que los empresarios más importantes del país, como Paolo Rocca o Aldo Roggio, conocieran por primera vez los tribunales federales de Comodoro Py.
La causa de los cuadernos impactó de lleno en la obra pública, en particular en las PPP, una de las obsesiones de Macri.
La Justicia, de todos modos, también tuvo en el 2018 un año particular. Encarceló a varias de las principales figuras de la anterior gestión. Pero mostró una actitud temerosa frente al macrismo: hacia fin de año, por caso, el juez Ariel Lijo citó a indagatoria a Oscar Aguad por el caso del Correo Argentino. Según una encuesta de fines de diciembre de la Universidad Austral, el 53% de los argentinos cree que el Presidente o sus funcionarios están involucrados en actos de corrupción.
En el resto de los rubros, el Gobierno no termina el año de la mejor manera. Una de las encuestadoras más cercanas a la Casa Rosada midió la performance de Cambiemos. La mayoría cree que Macri no puede con la inflación, y destaca más a la anterior administración. Solo el «combate contra el narcotráfico» tiene un lugar destacado en la vitrina del Gobierno: por algo la ministra Patricia Bullrich terminó el año con una popularidad desmedida.
Frente a ese panorama, Macri encontró en la cumbre del Grupo de los 20 un oasis en medio del desierto. Con un reconocimiento de la comunidad internacional que no encuentra su correlato interno. El Presidente tuvo en sus horas posteriores a la cumbre sus momentos más gratos del último semestre.
Sepultados antes de lo esperado por las internas en la coalición de gobierno. Carrió se ocupó de despertarlo a Macri del sueño del G20.
La líder de la CC ya había puesto en riesgo a la alianza oficialista con el ajuste del gabinete, en especial por la salida de Mario Quintana, que hasta este 2018 se había acomodado como uno de los funcionarios más encumbrados.
La diputada arremetió después contra el ministro Germán Garavano, cuestionó la supuesta complicidad de la cúpula del macrismo con la impunidad judicial y dijo que los funcionarios que habían quedado en el gabinete eran «los peores», tras la salida de Quintana. Y volvió a poner la lupa en Daniel Angelici.
Macri llegó a su tercer año de gestión sin poder desentrañar si su liderazgo y sus valores son están más cerca de Carrió o de Daniel Angelici, el presidente de Boca que oficia de operador judicial en sus ratos libres. Según la gobernadora María Eugenia Vidal, el Presidente elige a «Lilita» para hacer política y tiene libertad para «elegir a sus amigos», como aseguró ante este medio.
Macri llega con chances serias al 2019 por la atomización del PJ, que transitó este 2018 con tímidas señales de unidad recién en los últimos meses del año. El factor Cristina Kirchner aún es el mayor activo del jefe de Estado.
Es, en ese sentido, la apuesta de Peña y el consultor Jaime Durán Barba: la polarización extrema, el camino hacia la reelección presidencial.
En los últimos días del año, en la Jefatura había, como de costumbre, un llamativo optimismo el cierre del 2018. En la tarde del anuncio de los aumentos de tarifas en la luz, el gas y el transporte público del área metropolitana, en el entorno del jefe de Gabinete daban cuenta de la satisfacción por el logro de los cuatro objetivos trazados para diciembre: la aprobación del Presupuesto -atravesado por el ajuste fiscal-, la organización del G20, la estabilidad macroeconómica y la paz social.
«¿A qué costo?», preguntó Infobae. No hubo respuesta.
Es cierto, sin embargo, que frente a la película del 2018, la foto de diciembre fue demasiado benévola.
No por azar Macri se fue de vacaciones al sur del país antes de Navidad, toda una novedad si se compara con los otros años en la Presidencia.
Viajó a Villa La Angostura con casi todos los frentes abiertos: la Corte sin conducción -el impulso de Carlos Rosenkrantz como presidente solo trajo, por ahora, dolores de cabeza-, el Congreso reaccionario -le dio un revés, por ejemplo, al proyecto de financiamiento de los partidos políticos-, los empresarios desconfiados por la situación judicial en la causa de los cuadernos, y la economía deprimida, sin una mejoría certera a la vista. Con el FMI como principal auditor.
En ese contexto, Macri buscará la reelección, con chances concretas de lograr el objetivo. Cristina Kirchner es, en esa carrera, su mejor aliada.
Es la radiografía con la que analizará este verano el escenario electoral. Con parte de su mesa chica que se mira con desconfianza: entre Peña, Horacio Rodríguez Larreta y Vidal la confianza no volvió a ser la misma de siempre. Es probable, por caso -según confiaron en su entorno-, que la gobernadora bonaerense se haga una escapada al sur en estos primeros días de enero para conversar sobre la conveniencia, o no, se adelantar las elecciones bonaerenses. Una decisión que será toda una señal de la realidad macrista.