El trágico final de Alicia Muñiz, la modelo asesinada por Carlos Monzón hace 30 años

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«Lo dejé, bebía demasiado. Compartimos muchas cosas, pero él es agresivo con todo el mundo y yo no podía ser la excepción. Tiene momentos agresivos. Aunque nunca me faltó el respeto, Carlos es un chico que quiere un juguete con todas las ansias y, una vez que lo tiene, lo destroza. Cuando recién empezamos a salir, una noche me dijo que no me enamorara de él porque me iba a destrozar».

Así se manifestó Alicia Muñiz en noviembre de 1980 en una entrevista con la revista La Semana. Se refería a Carlos Monzón, por entonces uno de los ídolos más populares del deporte argentino, quien había sido su pareja durante nueve meses. Aquella fue la primera de varias disputas y reconciliaciones de la pareja. Faltaban todavía algunos años para que esas palabras de la modelo y actriz uruguaya, sin duda dolorosamente premonitorias, se hicieran realidad.

Es que luego de varias idas y vueltas, Alicia Muñiz fue víctima de un femicidio el 14 de febrero de 1988, cuando ese término todavía no estaba presente en la legislación argentina. Murió con 33 años a manos de Monzón -padre de su único hijo, Maximiliano-, en un chalet de las afueras de Mar del Plata.

Aunque en la primera versión que dio a la Justicia el boxeador aseguró que él y la mujer se cayeron de un balcón tras un forcejeo, lo cierto es que después de varias pericias la Justicia pudo determinar que antes de la caída ella había sido asfixiada por el ex deportista, quien ya había sido violento con otras parejas. En 1974 llegó a estar detenido por romperle de una trompada el arco superciliar derecho a su primera esposa, Pelusa García, y en 1976 protagonizó un escándalo en un hotel en Roma, junto a Susana Giménez, que incluyó gritos, golpes y llanto.

«Se habían conocido cuando ella fue a Roma con una amiga común de Cacho Steimberg, el manager de Monzón. Carlos también viajaba, sólo que a París para recibir ‘El bastón de la elegancia’. Compartieron un café en la escala del Galeao, el aeropuerto de Río de Janeiro. Después pasó un año sin que se vieran. Pero la casualidad hizo que, pasado ese lapso, se cruzaran en un carrito de la Costanera.

En febrero de 1980, la muchacha contaba a Radiolandia 2000: ‘Él no me reconoció y me saludó de pícaro que es; me mandó su número de teléfono por el mozo. Pero cuando llegó Steimberg le recordé quién era yo, y con la esposa de Cacho nos fuimos con Carlos a cenar. A la semana se apareció por el salón de belleza», reconstruye la periodista Marilé Staiolo en su libro Monzón Secreto de sumario (Editorial Vergara, 1991).

Por aquellos años el boxeador viajaba por el mundo convertido en una estrella internacional y Muñiz, que había probado suerte en el mundo del espectáculo tiempo atrás, tenía a su cargo una peluquería. La pareja vivió en un departamento del barrio de Belgrano, hasta que tuvieron el primero de los distanciamientos, a fines de 1980. La joven Alicia, veinteañera por entonces, decidió volver a su Uruguay natal por un tiempo.

«Solo en su piso 17 del barrio de Belgrano (inmensos espejos laqueados en las paredes, enormes ventanales, sillones amarillo y ocre, un enorme anaquel abarrotado de plaquetas y trofeos, dos cinturones de campeón mundial y los guantes que usó contra Benvenutti, un jacuzzi al pie de la cama) (…), Monzón, con 38 años, alcohol y hastío, extraña a su mujer. Y confía a la revista 7 Días: ‘Alicia es una piba muy joven, le falta experiencia para vivir en pareja con una persona famosa», se describe en aquella publicación.

Sin embargo, tiempo después, volverían a estar juntos. A mediados de marzo de 1981 Monzón fue apresado por la policía de la provincia de Santa Fe. «Cargo: tenencia de armas de guerra. En realidad, el ex campeón tiene un Winchester adornando la pared de uno de los tantos departamentos que no habitaba. La policía incauta el arma e inicia un sumario. En los 31 días que pasa en prisión, baja tres kilos, duerme a fuerza de pastillas y un día cree sufrir una alucinación: Alicia está allí, se ha acercado a su celda», detalla el libro.

Luego de aquella visita a la cárcel, la pareja se reconcilió. A fines de aquel año, el 28 de diciembre, nacería Maximiliano Roque, el cuarto hijo del deportista y el primero de ella.

En los medios de la época ambos se mostraban felices. En abril de 1982, el ex campeón aseguraría en una entrevista: «Alicia es la mujer que yo necesitaba (…). Le gusta estar a la moda y vive para su bebé. Tiene su auto y sale a visitar a sus amigas. De noche nunca sale si no es conmigo. Cuando Maxi sea más grandecito ella pondrá un negocio y trabajará. Hacemos vida de hogar a muerte».

Sin embargo, esa vida hogareña supuestamente armónica iba a durar poco. Según las crónicas de la época, Monzón hacia fines de 1983 frecuentaba un boliche en la localidad de Martínez llamado «La Cuyanita», había engordado, lucía nervioso y fumaba más de dos atados de cigarrillos por día. En marzo de 1984, Alicia confirmó que se habían vuelto a separar.

En una entrevista con la revista Gente, explicó: «Pasó que me ahogaba, que no podía más, que ya no respiraba. Todo falló. Cuatro años después, y con un hijo de dos, no teníamos proyecto en común».

Desde entonces, hubo más reencuentros y peleas. Entre tanto, al boxeador se lo vinculó con diversas figuras del espectáculo, como Noemí Alan, Susana Traverso y Amalia Yuyito González, entre otras. Todos coinciden en señalar que hacia fines de 1987 Muñiz estaba sola y tenía un plan concreto: retomar su carrera como modelo.
Últimos días

Fue justamente en octubre de 1987 que Beba Lorena, una organizadora de eventos de Punta del Este, conoció a Alicia. En una impactante entrevista que le realizó la revista Gente luego de la muerte de la ex mujer de Monzón, Lorena relató que Alicia le confesó que necesitaba trabajar porque el ex boxeador no le pasaba la mensualidad correspondiente a su hijo. Comenzaron entonces a trabajar en desfiles juntas y se hicieron muy amigas.

«Cuando empezó a trabajar conmigo a Monzón no le gustaba. Ella me lo dijo. A él no le gustaba que su señora fuese modelo», relató Lorena a la revista, en su edición del 18 de febrero de 1988. «Cuando ella vino a verme para desfilar, yo le dije que tenía una figura estupenda: buena cintura, una cara divina, muy fina, pero que le convenía adelgazar un poquito los muslos. ¡Y la pobrecita me hizo caso! Gastó un dineral y se hizo una lipoaspiración. Pasó Nochebuena y Año Nuevo en la cama. Pero estaba ansiosa por verse linda. Tanto que viajó a Mar del Plata antes de venir a Punta para que vieran lo linda que estaba. ¡Dios mío! ¿Para qué?», agregó.

Convertida en una suerte de confidente, Beba también supo que los últimos meses de Alicia no habían sido nada fáciles. «Me dijo que por los trámites del divorcio y mientras los estaban haciendo ella había tenido problemas tremendo con Carlos. Que había hecho una denuncia en la comisaría de Villa Urquiza porque él la acosaba. Iba a la madrugada a la casa y golpeaba la puerta, la llamaba a cualquier hora, la perseguía», narró.

Por aquel entonces el boxeador llegó incluso a llamarla a la propia Beba para saber qué estaba haciendo su ex mujer y cuánto dinero percibía por su trabajo como modelo.

«Alicia me decía que en las peleas con Monzón, cuando él le levantaba la mano, no le quedaban marcas en el cuerpo. No entendía cómo podía ser eso. Monzón tenía terror de que esas peleas trascendieran a la prensa. Y si Alicia hacía una denuncia, él era capaz de darle dinero, regalarle cosas, todo lo que ella necesitara para reconciliarse», agregó.

Cuando comenzó 1988, Alicia tenía planeado ir a Punta del Este a trabajar. Pero antes, según distintas crónicas de la época, pasó por Mar del Plata donde habría tenido una «pre-reconciliación» con Monzón. Una de las tantas. Él le había reservado una habitación en el hotel Rívoli, fueron a ver un espectáculo y hasta los fotógrafos los encontraron in fraganti.

Poco después, instalada en la ciudad balnearia uruguaya, el ex astro deportivo no dejaba de llamar por teléfono a Muñiz. «Cuando llegamos a Punta del Este, Monzón empezó a llamarla hasta tres veces al día», narró Lorena.

Por un cambio de fechas, finalmente Muñiz no fue parte del desfile que tenía previsto y regresó a la Argentina. Ilusionada, llegó a Mar del Plata a ver a su hijo y a reencontrarse con su pareja.

El sábado 13 de febrero, ya en La Feliz, fue hasta el chalet que alquilaba el actor Adrián Facha Martel, donde horas más tarde sería asesinada.

«Carlos y Alicia hicieron el amor esa tarde. En la casa también estaban Facha Martel con su hijo, Román, de nueve años; Maxi –hijo de Carlos y Alicia–; Daniel Comba, el dueño de una inmobiliaria, y María Alejandra Lato, una maestra de veinte años, más Guazzone, el casero», reconstruyó el periodista Carlos Irusta en su reciente libro Monzón. La biografía definitiva (Editorial Planeta). Luego el anfitrión se fue porque tenía función en el teatro y más tarde lo hicieron los invitados. Horas después, según escribió Irusta, el boxeador y Muñiz fueron al Hotel Provincial, donde se encontraron con el animador Sergio Velasco Ferrero y su entonces esposa, la abogada María Eugenia Zorzenón.

«Me muero si tengo que estar preso», le dijo casi premonitoriamente entonces Monzón a la abogada, recordando un momento en el que había estado detenido en su juventud.

Muñiz y Monzón luego se fueron al Club Peñarol. «Hubo más champán –la cocina estaba ya cerrada– y a eso de las cuatro y media de la mañana pidieron un taxi (…). A eso de las cinco y media de la mañana llegaron a la casa de la calle Pedro Zanni 1517. Monzón pagó y ambos se fueron hacia el garaje. Monzón golpeó la puerta: no tenía llave. Carlos Guazzone, el casero, les abrió. El taxi partió en la madrugada. Carlos y Alicia quedaron solos», describe Irusta en su libro.

El 15 de febrero el cuerpo sin vida de Alicia Muñiz, tirado en el jardín de aquella casa, ocupó la tapa de los medios más importantes de la época.

Monzón fue detenido y su prisión preventiva fue confirmada el 27 de mayo por la Cámara de Apelaciones de Mar del Plata. Un año después, con una impresionante cobertura mediática, se dictó sentencia tras el juicio oral. El boxeador fue condenado a once años de prisión, acusado de haber asesinado a su ex pareja. Sin embargo, la Justicia curiosamente no consideró que hubiera «agravante por el vínculo» porque no estaba formalmente casado con Muñiz.

A pocos días de cumplirse 30 años de aquel asesinato que conmovió al país tanto en los medios locales como internacionales se multiplican los debates sobre la violencia de género, el rol de las mujeres y los abusos de poder por parte de los varones con artistas y estrellas haciéndose oír y clamando por la equidad.

Pocos años atrás, las declaraciones de Muñiz sobre la agresividad de Monzón parecían algo natural, que no ameritaba una repregunta. No faltaron incluso personas que fueron a alentar al boxeador cuando era trasladado a prisión al grito de «¡dale campeón!». Fue recién cuando se dieron a conocer los detalles del crimen que varios medios comenzaron a hablar de de «una muerte anunciada».

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