Emmanuel Macron negó que su polémico guardaespaldas sea «su amante»

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Durante más de dos años fue la sombra del presidente de Francia. Alexandre Benalla acompañó a Emmanuel Macron a todos lados, desde el tumulto de la campaña presidencial hasta el palacio del Elíseo, donde le dieron el cargo de responsable de seguridad. Hasta este viernes, cuando fue despedido por lo que en Francia llaman el «affaire Benalla» o el «Benallagate».

El escándalo estalló el pasado 18 de julio cuando el diario Le Monde reveló que el «monsieur sécurité» de Macron participó de un operativo policial el pasado 1ero de mayo y golpeó a dos manifestantes durante una protesta por el Día del Trabajador en la place la Contrescarpe, en el barrio Latino.

Primero redujo a golpes a un joven griego que había lanzado un cenicero a las fuerzas del orden, y luego intentó tirar al piso con una llave de judo a la compañera del manifestante, que había insultado a los agentes. Toda la escena fue grabada por otros manifestantes y Benalla huyó cuando intentaron grabar su rostro.

En las imágenes, se ve a Benalla vestido de civil, con un casco e insignias policíacas, y también se comunicaba con un walkie-talkie con los responsables del operativo. El problema es que Benalla no es policía y por lo tanto no podía involucrarse en el operativo, llevar insignias y menos golpear a ciudadanos.

Una sanción a medias

Según aseguró el ministro del Interior Gérard Collomb, Benalla recibió inicialmente una suspensión de dos semanas sin goce de sueldo y fue despojado de sus funciones en materia de organización de la seguridad de los desplazamientos del presidente, pero el Elíseo no llevó el caso ante la justicia, como lo estipula la ley.

La sanción tampoco se aplicó: en mayo Benalla cobró su sueldo completo y el hombre que se suponía debía cumplir tareas administrativas aparece al lado de Macron en los festejos del Día de la Bastilla, o en el micro que llevó a la Selección de Francia por la avenida de los Campos Elíseos.

Fue solo después de que la prensa destapa el caso que la presidencia despidió a este colaborador, quien fue imputado el domingo pasado por violencia en reunión y usurpación de funciones de policía.

Al indagar en el caso, los medios se preguntaron cómo este joven autoproclamado «experto en seguridad» llegó a ocupar semejante cargo, cuando la seguridad del presidente está a cargo de un grupo compuesto por fuerzas de élite de la policía y la gendarmería francesas.

Según se reveló, el hombre también gozaba de un departamento de funciones cerca de la sede presidencial y de un auto de lujo, y se rumoreaba que ganaba hasta 10.000 euros por mes, aunque su sueldo neto resultó ser de 6.000 euros, según confirmó la presidencia.

Una semana después de que explotara el escándalo, Macron finalmente asumió la responsabilidad del “caso Benalla”. «El único responsable de este caso soy yo, solo yo», declaró Macron la noche del martes, rompiendo el criticado silencio que mantuvo desde el principio.

«Lo que pasó el 1 de mayo […] es grave, serio y para mí fue una decepción, una traición», declaró Macron durante una visita sorpresa a un acto organizado por diputados de su partido La República en Marcha (LREM), sin presencia de la prensa, el martes en París.

«Soy yo quien confió en Alexandre Benalla […]. Soy yo quien validó su sanción, yo y nadie más», agregó el jefe de Estado, quien de paso desmintió también algunos de los rumores surgidos en los últimos días sobre su exasesor de seguridad, que tachó de «tonterías». «Alexandre Benalla nunca ganó 10.000 euros, Alexandre Benalla tampoco fue mi amante», aseguró.

«Nadie a mi alrededor o en mi gabinete ha sido protegido o ha eludido las reglas, las leyes de la república», insistió Macron. Defendió que «no entregará cabezas en el altar de la emoción popular» y que no buscará chivos expiatorios, sino que tomará «decisiones profundas para refundar las estructuras».

«Cometí un error»

«Tengo la sensación de haber cometido una gran idiotez. De haber cometido un error […] nunca debí haber asistido a esa manifestación como observador, y quizás debí haber permanecido al margen», afirmó este jueves Alexandre Benalla en una entrevista con el diario Le Monde.

El hombre dijo «asumir» su acto y aseguró que la prensa busca «perjudicar al presidente de la República». «Intentaron alcanzarme (…) y era también una oportunidad de alcanzar al presidente», abundó. Según Benalla, «las personas que destaparon este caso están a un nivel muy alto (…) políticos y policía».

«Policía paralela» y escándalo de Estado

La oposición denunció la existencia de una “policía paralela» y un «escándalo de Estado», y los privilegios del «protegido» de Macron. Tanto desde la extrema derecha de Marine Le Pen como desde la izquierda radical de Jean-Luc Mélénchon se instó a Macron a responder a las preguntas de los diputados en lugar de dar arengas entre los más fieles.

«Macron dijo que vengan a buscarme, cuando sabe muy bien que constitucionalmente eso no es posible. Suena más a un momento de exaltación en una velada entre amigos, a bravuconadas que no están a la altura de un presidente», denunció el diputado de La Francia Insumisa Alexis Corbière.

«Hubiera preferido que se dirija a Francia y a los franceses. El presidente de la República no debe hablar ante los diputados de LREM, solo entre ellos, sino ante los franceses, que son quienes le dieron su legitimidad», estimó el presidente del Senado, el conservador Gérard Larcher.

«Un colaborador del jefe de Estado golpeando a manifestantes es la verticalidad del poder en su manifestación más cruda, sobre todo cuando inicialmente el macronismo defendía una horizontalidad de la sociedad civil», apuntó el historiador Christophe de Voogd en una entrevista con el diario Le Figaro. El vocero del gobierno Benjamin Griveaux aseguró este miércoles que el gobierno «sacará todas las lecciones» de este caso. «Construir una República ejemplar», como prometió Macron al asumir el poder, «no significa haber prometido una República infalible», agregó.

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