El mes pasado, días antes de que se conociera el índice de inflación de marzo, en los principales despachos de la Casa Rosada arriesgaban que el número estaría entre 4,3 y 4,7 por ciento. «Esperamos que tras este pico de inflación que tendremos en marzo, a lo largo de los años vayamos avanzando paso a paso para erradicarla y ser un país más de la enorme mayoría que tiene un dígito», había dicho Mauricio Macri. No alcanzó para amortiguar el impacto y el 4,7 por ciento cayó como una bomba.
Un mes después, en el Gobierno se resisten a pronosticar el número que se conocerá mañana. Por cábala o por miedo, nadie dice nada para evitar que vuelva a suceder lo que ocurrió hace 30 días. «Alrededor de 4», es la única respuesta que se animan a dar ante la consulta, en línea con lo que anticipan la mayoría de las consultoras privadas. Sin embargo, según lo que pudo averiguar Infobae en fuentes oficiales, en la Casa Rosada esperan que la inflación de abril esté más cerca del 3,5 que del 4%.
Desde hace semanas, Mauricio Macri repite a quien quiera oírlo que la inflación terminará cediendo. Habla de la ley de gravedad y pone como ejemplo cualquier objeto que tiene en ese momento a mano: una lapicera o un teléfono. Si se los tira por el aire en algún momento terminarán cayendo, insiste el Presidente. Pero cuando hace 15 días le preguntaron puntualmente si la inflación de abril volvería a estar arriba del 4 por ciento, Macri pareció mostrar una esperanza al responder: «Vamos a ver». De confirmarse la expectativa del Gobierno, sería la primera «buena noticia» en materia económica en meses.
Sucede que tras una seguidilla de pronósticos fallidos, el oficialismo necesita ratificar sí o sí que lo peor de la crisis empieza a quedar atrás. Y si bien un tres y medio de inflación está muy lejos de ser un buen número, le permitiría al Gobierno demostrar con hechos que la curva empieza a descender. Y así debería seguir para que los números de mayo se ubiquen más cerca del 3 que del 3,5 por ciento. Para junio, en cambio, vuelven a sobrevolar los fantasmas.
El Gobierno no tiene mucho margen. No sólo porque empieza la cuenta regresiva hacia las elecciones presidenciales sino también porque necesita devolverle credibilidad a la palabra del Presidente, que se anticipó varias veces a decir que la inflación estaba bajando y, después, los mismos números oficiales terminaron desautorizándolo.
En marzo, lo que impulsó los precios hacia arriba fue, una vez más, la suba de casi 5% del dólar en febrero y algo de la de marzo (10,7%), que impactó en los alimentos; la suba del transporte (trenes y colectivos) y la electricidad (14%); los combustibles (3%) y el rubro educación, por el comienzo de las clases.
En medio de la crisis, las últimas semanas empezó a respirarse otro clima en la Casa Rosada. Primero, por la reacción de los mercados frente a los anuncios del Banco Central para controlar el dólar. Después, porque se logró instalar en agenda la búsqueda de los 10 puntos de consenso con la oposición.
En ese contexto, y con Cristina Kirchner volviendo a tener protagonismo a partir de la presentación de su libro Sinceramente, el Gobierno espera que mañana se alineen todos los planetas para que el número mágico se acerque más a 3,5 que a 4 por ciento.
Mario Thieberger/Infobae