Mauricio Macri terminaba la tercera jornada de su gira por Madrid, en la noche del viernes, cuando al principal despacho de la Jefatura de Gabinete empezaban a llegar las encuestas de esta última semana. Marcos Peña es el jefe de la comunicación oficial y uno de los pilares de los aciertos y de los errores de la gestión, pero es, antes que nada, un consumidor voraz de este tipo de sondeos.
Como tal, los informes que el Gobierno recién terminó de procesar -y que fueron encargados después de la polémica controversia por el acuerdo entre el Estado y el Correo y tras la torpeza por el cálculo de la ley de movilidad jubilatoria- no le hicieron gracia. Es la primera vez desde que asumió la Presidencia que Macri perforó la barrera del 50% en su credibilidad.
Cayó cinco puntos: ahora el 45% le cree. Aún así, el 51% de los encuestados todavía percibe que el gobierno de Macri es mejor que el de Cristina Kirchner.
Según el sondeo, de alcance nacional, la imagen del jefe de Estado también cayó 3 puntos, la gestión bajó otros 7 y la aprobación de las medidas económicas de su gobierno cayó 6 puntos: de 48 a 42 por ciento. Las últimas semanas antes del viaje a España, una especie de oasis en medio del desierto, fueron tan torpes para el oficialismo que hasta María Eugenia Vidal, la figura más preciada de Cambiemos, relegó 6 puntos de su elevadísima imagen positiva.
El Gobierno transformó la importantísima visita de Estado de Macri a Madrid en un viaje aún más relevante y necesario por la sucesión de errores en los que sucumbió antes de su partida, el martes pasado. La controversia por el acuerdo con la empresa familiar, la revisión de los haberes jubilatorios, la compleja situación social y la economía que no termina de arrancar se colaron en las encuestas que habitualmente consumen el primer piso de la Casa Rosada como nunca antes. Se suman a a la merma en las expectativas de la sociedad, que empieza a agotar la paciencia.
En los últimos días, en la mesa chica que rodea al jefe de Estado comenzaron a mirarse de reojo. Con más desconfianza que la habitual. En especial desde el ala política del conciliábulo diario, encarnado en Rogelio Frigerio y Emilio Monzó. «Hay que esperar», explicaron en el entorno del ministro del Interior y del jefe de la Cámara de Diputados mientras el primero fatigaba pasillos en Washington en reuniones en busca de fondos y el segundo acompaña a Macri en la capital española.
La expectativa pasa ahora por ajustar o no el modelo de conducción del Presidente, por la proliferación de conflictos de intereses que el Gobierno se encargó de subestimar y por la repetición de algunos desbarajustes a los que Macri aún no les encuentra solución. Tiene un karma con el área de Producción: vacante el ministerio en Provincia, en Nación, el ministro Francisco Cabrera tampoco le hace honor al nombre de su cartera.
En vísperas de la elección de medio término que sellará la suerte del proyecto de Cambiemos, el oficialismo tiene demasiados dilemas, tímidamente edulcorados todavía por una oposición fragmentada y un peronismo que deambula en busca de un líder. Los números que por estas horas analizaron en la Casa Rosada agigantan esos dilemas. Elisa Carrió, por ejemplo, no acompañó la caída de Macri y de Vidal: solo perdió un punto. Es paradójico porque tanto en la provincia de Buenos Aires como en la Ciudad reniegan de la diputada, aunque Horacio Rodríguez Larreta la necesite a regañadientes para repeler la figura de Martín Lousteau.
La apuesta del Gobierno pasa por el repunte de la economía y la desaceleración sostenida de la inflación. Por la explosión de la obra pública, «que tiene que notarse sí o sí en los primeros días de marzo», según un operador bonaerense a cargo del territorio. Y por la peligrosa estrategia de confrontar con la ex presidenta. En cierto modo, la Casa Rosada se encargó de engrosar la figura de Cristina Kirchner no solo políticamente, sino también en lo financiero, por obligada conveniencia. El macrismo sostuvo el más de millón y medio de planes sociales de los movimientos sociales ligados, por ejemplo, al piquetero Emilio Pérsico. Y aporta mensualmente unos $50 millones, por caso, al intendente de Moreno, Walter Festa, para el pago de sueldos. Festa pertenece a La Cámpora. La explicación es netamente de corte social: «Si no estalla todo».
En ese esquema, Sergio Massa es, para Macri, el mal menor. En la Casa Rosada hay dudas sobre la postulación del diputado y ex intendente de Tigre. Abonan a esa teoría las sugestivas pintadas que aparecieron en el oeste del Conurbano bonaerense con la leyenda «Malena es Massa».