El timbreo nacional que ayer realizó Cambiemos en la provincia de Buenos Aires podría sintetizarse en el siguiente diálogo entre un vecino de Victoria, un barrio de clase media-media alta de San Fernando, y la concejal Agustina Ciarletta:
-Hay mucha gente que está disconforme.
-Lo sabemos.
El timbreo tiene una técnica similar en todo el país. Un grupo integrado por un diputado o un intendente se reúne en alguna esquina a la que se convoca a la propia militancia y a los vecinos más allegados al equipo; se dicen unos breves discursos inspiradores, y se sale a caminar y a tocar timbre. Algunas casas abren, otras no. Las experiencias son siempre diversas.
El lugar nunca es al azar. Se buscan cuadras que no hayan sido recorridas antes y donde se sabe que puede haber reclamos, para que -después- se comente con otros vecinos el diálogo o aun las discusiones que pudieron generarse.
En el conurbano bonaerense, que es donde Cambiemos pone el mayor esfuerzo por recuperar el idilio perdido, en general se reproduce un formato similar. El dirigente local, sobre todo en los casos en que es opositor en el distrito a recorrer, es acompañado por un funcionario nacional y otro provincial.
En el timbreo del que fue testigo Infobae, la referente local fue acompañada por el vicegobernador Daniel Salvador, y el ministro de Salud, Andrés Scarsi. Se respetó el número de tres personas al frente de la actividad política y no hubo dirigente nacional, pero hubo una alta autoridad provincial.
El grupo se reunió en una estación de servicio y partió a la recorrida cuando arreciaba la lluvia. Se tocaron algunos timbres, pero nadie abría. «No se preocupen, siempre alguien abre», dijo la concejal Ciarletta. El equipo de apoyo se dividió en tres para tener más chances de timbrear y testear vecinos dispuestos a la conversación con funcionarios. Al terminar las dos horas de la actividad se habían visitado tres casas y se conversó con otros dos vecinos que los pararon en las calles del barrio para plantearles «algunas cositas».
Lo primero que salta a la observación es que cada casa es un mundo. Los temas que preocupan son siempre distintos, aunque cruzados por un asunto común. En este barrio, fueron los impuestos. Un dueño de casa los recibió con «es un honor que me visiten». En otra había un enojo que no se podía ocultar y quisieron transmitirlo. En la tercera el diálogo fue más cercano, porque conocían a uno de los voluntarios.
El dueño de la primer casa, Emilio, pidió que se acelere la transparencia en materia de impuestos, quería que un joven de 18 ya supiera qué impuestos le tocarán pagar y para cubrir qué necesidades sociales. «Este Gobierno va a pasar y el que venga no va a querer hacerlo, es algo que tienen que hacer ustedes y rápido«, reclamó. Se quejó por la cantidad de palmeras que están poniendo en San Fernando, «algo que no necesitamos». Y aseguró que «el país va a cambiar el día que se pueda saber cuánto sale una cloaca en La Quiaca y una que se instala en este barrio».
En la casa siguiente las cosas estuvieron más difíciles. La señora directamente los recibió diciendo que «aquí se bajó el amor a Mauricio Macri» y se mostró preocupada porque «hay gente que la está pasando muy mal». Su esposo, Ricardo, fue todavía más duro. Pasó de preguntar «por qué están manejando tan mal el tema económico» a afirmar que «no ponen presa a Cristina porque les conviene que esté libre para tener dividida a la oposición».
Salvador intentó pilotearla: «En los momentos en que estamos peor es cuando venimos a poner la cara, sabemos que hay una situación compleja», les dijo, pero el matrimonio no le alcanzaban las respuestas y quería expresar su disgusto. Hasta que entró una colaboradora y dijo que tenían que seguir adelante con la actividad.
En la calle, un analista financiero llamado Álvaro se mostró angustiado por las inconsistencias del modelo económico y, ansioso, les dijo: «yo los voté, y quiero que tengan éxito, pero las cosas están mal asentadas«. Y un señor que sacó a pasear el perro aseguró: «yo sé que la herencia recibida fue un tema complicado y que hay mucha gente disconforme, pero apuesto a que podamos hacer un país normal».
La tercera casa fue la más tranquila. La dueña había salido a visitar a unas amigas pero la puerta la abrió el hijo, Leandro, que vive en Entre Ríos, donde administra campos donde «nos matan a impuestos, porque somos la vaca lechera del país». Lo que pidió es que se programaran más actividades para jubilados en San Fernando, para que puedan mantenerse lúcidos y activos.
Ninguno de los vecinos mencionaron el problema de los aportantes truchos a la campaña. Y cuando apareció en la discusión el problema del ajuste fue para pedir más compromiso del Gobierno por reducir el déficit. La inseguridad no fue tema, tampoco las tarifas o el aumento de los transportes, que fue anunciado ayer por el ministro Guillermo Dietricht.
El timbreo en la Ciudad y en provincia de Buenos Aires fue suspendido a las 21 de anoche. La lluvia iba a dificultar los traslados y el diálogo con los vecinos iba a complicarse. Marcos Peña, sin embargo, insistió en hacerlo. No iba a ser bien visto que, por cualquier excusa, se levantara una actividad de contacto con la gente. Y María Eugenia Vidal se convenció de que la lluvia le daría una épica especial. A las 22 se confirmó que, por lo menos en la Provincia, el timbreo se llevaba adelante.
Salir a la calle de nuevo, con la conciencia del malhumor que está instalado en la sociedad, no fue sencillo. Dar la cara resultó ser una buena experiencia. Y una prueba de que «el equipo de Cambiemos», como se presentan cada vez que tocan un timbre, está dispuesto a continuar en la batalla para ganar las elecciones del 2019.
Fuente: Infobae