Inmediatamente después, los aplausos resonaron en la cámara baja por varios minutos.
«Es un día importante para aquellas personas que se encuentran en una situación de grave padecimiento y también lo es para sus familias», se congratuló momentos antes la ministra de Sanidad, la socialista Carolina Darias.
«Empujar a la eutanasia» a las personas «más vulnerables es un vergonzoso acto de abandono social que encubre una negación a la mejor asistencia sociosanitaria», replicó José Ignacio Echániz, diputado del Partido Popular (PP, conservador).
La extrema derecha de Vox anunció que recurrirá la ley ante el Tribunal Constitucional, máxima corte de España.
Cuando entre en vigor la eutanasia legal, después de una moratoria de tres meses, España será el cuarto país europeo en permitir la muerte asistida, tras Holanda, Bélgica y Luxemburgo. En América Latina, solo Colombia la acepta, aunque no ha legislado al respecto.
La ley española autoriza la eutanasia (el personal médico administra la sustancia mortal) y el suicidio asistido (la persona se encarga de tomar la dosis prescrita).
La norma prevé que toda persona con «enfermedad grave e incurable» o padecimiento «crónico e imposibilitante» pueda solicitar ayuda para morir y así evitarse «un sufrimiento intolerable».
Para acceder a la eutanasia o suicidio asistido se imponen estrictas condiciones, como que la persona, de nacionalidad española o residente legal, sea «capaz y consciente» al hacer la petición, que debe formular por escrito «sin presión externa» y repetir quince días más tarde.
El médico siempre podrá rechazarla si considera que no se cumplen los requisitos. Además, debe ser aprobada por otro médico y por una Comisión de Evaluación.
Y cualquier profesional de la salud puede alegar «objeción de conciencia» para negarse a participar en el procedimiento, costeado por la sanidad pública.
La legislación fue aplaudida por organizaciones que defienden el derecho a morir dignamente, que mantuvieron una lucha de décadas en España, durante las cuales sonados casos visibilizaron la problemática.
El más emblemático, el de Ramón Sampedro, un gallego tetrapléjico que pasó 29 años reclamando el derecho a un suicidio asistido. La película sobre su historia, Mar adentro, protagonizada por Javier Bardem, ganó un Óscar en 2005.
La eutanasia «es siempre una forma de homicidio, pues implica que un hombre da muerte a otro», indicó en una campaña la Conferencia Episcopal Española (CEE).
Además del de Ramón Sampedro, otros casos causaron impacto en España, como el de Luis Montes, un médico anestesista procesado por provocar la muerte de más de 70 pacientes terminales, aunque finalmente sobreseído en 2007.
Más recientemente, Ángel Hernández espera juicio por ayudar a morir en 2019 a su mujer, inmovilizada por la esclerosis múltiple.
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