La sed de volver provoca
espejismos de nostalgia,
es una ilusión dorada
solo una flor de cenizas,
es el corazón que atiza
viejas llamas escarchadas.
Como una yunta de bueyes
tira y tira la querencia;
mirar nuestra adolescencia
de la otra punta del tiempo
es fiero como el encuentro
con el yuyal de la ausencia.
Porque he bebido la vida
ya no le temo a la muerte.
Sé que un día dirá presente
vivir tiene un alto precio
solo me duele el silencio
de las cosas que envejecen.
Mirando yo ese espejismo
he vuelto al suelo querido
y la esquina de mi barrio
donde jugaba y reía
ya no era la esquina mía
mis sueños me habían robado.
Y que dolor ver la sombra
del chango que fue mi amigo
mirarme desde el abismo
de unas fotos otoñadas
ver la realidad amarga
del camino del olvido.
Salí a recorrer ayeres
buscando la primavera
y aquella novia primera
su boca y un juramento
en mi alma creció un invierno
y en mi pecho una tapera.
Porque he bebido la vida
ya no le temo a la muerte.
Sé que un día dirá presente
vivir tiene un alto precio
solo me duele el silencio
de las cosas que envejecen.
Peteco Carabajal