Fósiles de microorganismos revelan la evolución del clima y la vida en la Tierra

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Científicos argentinos investigan la evolución del clima y la vida en la Tierra a partir del registro de fósiles de microorganismos que realizan durante los meses de verano en el archipiélago James Ross al noreste de la península antártica, cuyas condiciones ambientales del pasado permitieron preservar una muestra continua de fósiles de los últimos 140 millones de años.

La licenciada en biología y doctora en geología de la Universidad de Buenos Aires (UBA) Cecilia Rodríguez Amenábar es jefa del departamento de Paleontología del Instituto Antártico Argentino (IAA) y curadora del Repositorio Antártico de Colecciones Paleontológicas y Geológicas de ese organismo, que ya lleva más de dos mil muestras registradas.

Rodríguez Amenábar afirmó en diálogo con Télam que «estudiar la vida del pasado a través de la paleontología nos permite ponernos a nosotros como humanidad en el contexto de millones de años de historia evolutiva; sin tener en cuenta esta mirada nos percibimos como el centro de todo y no logramos comprender que el planeta pasó por procesos naturales como varios períodos de glaciaciones, cambios climáticos y extinciones masivas; estudiar fósiles es una manera de saber de dónde venimos y hacia dónde podríamos ir como especie».

La investigadora contó que el archipiélago James Ross al noreste de la península antártica está integrado por las islas como James Ross, Vega, Marambio y Cerro Nevado, y otras más pequeñas, que «contienen un registro continuo de fósiles de entre 140 y 35 millones de años de antigüedad en un estado de preservación excepcional; cerca de la base Marambio se pueden encontrar conchillas de moluscos de esos períodos que todavía conservan el nácar que es un material de difícil preservación por su composición en parte orgánica».

«Desde el punto de vista paleontológico esta es la zona más fosilífera de toda el área de la península antártica y es muy codiciada por científicos de todo el mundo por contar con un registro fósil continuo de los últimos 140 millones de años y que además incluye el momento en que ocurrió la última gran extinción que fue la de los dinosaurios, entre otros organismos, hace 66 millones de años; existen solo 16 localidades en el planeta con estas características y una es la isla Marambio», destacó.

Rodríguez Amenábar contó que cerca de la base Marambio se pueden encontrar fósiles de 68 a 35 millones de años de antigüedad.

«En ese lapso -explicó la investigadora- muchos vertebrados se extinguen, pero vemos cómo proliferan las plantas con flores, comienza a aparecer una nueva fauna, es decir una fauna moderna, y de algunos de esos mamíferos encontramos dientes sueltos o unidos a restos de sus mandíbulas; una época de la cual también encontramos huesos de pingüinos diferentes a los que se encuentran hoy en día en la Antártida, ya que estas aves del pasado vivían en una Antártida que todavía tenía un clima cálido y no había terminado de desprenderse del supercontinente Gondwana».

La especialista amplió: «La última separación de la Antártida con el resto de esa masa continental fue con el extremo sur de América del Sur hace unos 33 millones de años y es por eso que en la Patagonia podemos encontrar fósiles de esa época que son los mismos que encontramos en la Antártida».

La investigadora indicó que «los microfósiles son elementos cuyo tamaño varía entre 5 micrones y 1 milímetro, visibles con microscopio, que pueden ser organismos o parte de organismos, como por ejemplo, moluscos muy pequeños, algas microscópicas que generan quistes de resistencia, piezas dentales de gusanos, u organismos unicelulares que llevan conchillas; cada uno de ellos tiene requerimientos ambientales para su vida y la presencia de sus fósiles nos permite entender cómo era el ambiente en el momento en que estos vivieron».

El estudio de los microfósiles les permite a los investigadores conocer cómo era la vida en la Antártida en los momentos más fríos o cómo evolucionó la vida antártica en los últimos 33 millones de años desde un entorno cálido que comenzó a enfriarse por la instalación de la corriente circumpolar antártica que consolidó los grandes glaciares del continente.

Rodríguez Amenábar enfatizó que «cuando se trabaja con fósiles de vertebrados uno sabe en el momento de tomar la muestra lo que tiene, pero con los microfósiles es más complejo porque no se ven a simple vista y entonces hay que recoger rocas y sedimentos que probablemente contienen estas piezas microscópicas para ser tratadas en el laboratorio con ácidos inorgánicos y para extraer estos microfósiles. Recién ahí sabremos qué es lo que nos trajimos».

Los resultados de estas investigaciones aportan datos que ayudan a la confección de modelos climáticos y oceanográficos del pasado que pueden servir para proyectar modelos futuros.

«No podemos decir si estamos cerca de volver a una Antártida de clima cálido pero la evidencia indica que las placas tectónicas se mueven y muy lentamente la Antártida podría alejarse de su posición actual migrando hacia el norte; ese es un proceso que no percibirán ni nuestros nietos ni las próximas generaciones, pero podemos notar que la acción del hombre probablemente esté acelerando el calentamiento de ese continente», finalizó.

La base Marambio se encuentra ubicada en la isla del mismo nombre sobre el mar de Weddell al noreste de la península antártica y a 3.304 kilómetros de Buenos Aires; las temperaturas en el lugar llegan a los treinta grados bajo cero y los vientos a 120 km/h, estos fuertes vientos, a su vez, son los que evitan una gran acumulación de nieve en la zona de su meseta.

Fuente: telam

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