Francisco presentó a la curia un catálogo de 24 virtudes

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El año pasado había vapuleado como nunca antes en la historia a cardenales y funcionarios del gobierno central de la Iglesia católica con un listado de «15 enfermedades curiales», entre las que incluyó el «Alzheimer espiritual», la «esquizofrenia intelectual» y el «terrorismo de los chismes».
Hoy, en medio de gran expectativa después de esa «bomba», en su discurso para los augurios navideños a la curia el Papa , al margen de reafirmar que la reforma en curso «seguirá adelante con determinación, lucidez y resolución», volvió a sorprender con un «catálogo de las virtudes necesarias». «Es un listado que surge justamente de un análisis acróstico de la palabra ‘misericordia’, para que ésta sea nuestra guía y nuestro faro», explicó el Papa, que ante cardenales, obispos y demás funcionarios que lo escuchaban atentamente en la espléndida Sala Clementina enumeró en italiano 24 virtudes. Mencionó misionariedad y pastoralidad; idoneidad y sagacidad; espiritualidad y humanidad; ejemplaridad y fidelidad; racionalidad y amabilidad; inocuidad y determinación; caridad y verdad; honestidad y madurez; respeto y humildad; dadivosidad y atención; impavidez y prontitud; confiabilidad y sobriedad.

Recibido con aplausos, fue un discurso de un tono muy distinto al del año anterior, en el que agradeció y alentó «a todas las personas sanas y honestas» que trabajan en la curia. Pero en el cual también reconoció que durante este agitado 2015 «algunas» de las enfermedades curiales mencionadas el año anterior «se manifestaron, causando no poco dolor» a todo el cuerpo de la curia, e «hiriendo muchas almas».
«Esto ha sido y será siempre objeto de sincera reflexión y decisivas medidas», indicó, dejando en claro su determinación a seguir adelante con las reformas emprendidas, la limpieza y una política de tolerancia cero contra quienes caigan en malos comportamientos. Pareció aludir así, entre otros escándalos, al Vatileaks II, es decir, la filtración de documentos reservados salidos de una comisión creada en julio de 2013 para analizar las finanzas del Vaticano. Por esta sustracción de documentos un alto prelado del Vaticano, el monseñor español Lucio Ángel Vallejo Balda, se encuentra detenido en una celda y la justicia del Vaticano está llevando adelante un proceso contra los denominados «cuervos». Además de Vallejo Balda, traicionó la confianza del Papa la relacionista pública italiana Francesca Chaouqui, ex integrante de la comisión antes citada y que pudo evitar la cárcel porque está embarazada, también en el banquillo de los imputados.

Con una de cal y otra de arena, el Papa aseguró que «las enfermedades y los escándalos no podrán esconder la eficiencia de los servicios que la curia romana con fatiga, responsabilidad, compromiso y decisión rinde al Papa y a toda la Iglesia y esto es una verdadera consolación». Y destacó que «las resistencias, las fatigas y las caídas de las personas y de los ministros representan también lecciones y ocasiones de crecimiento, nunca de desaliento».

El Papa habló después de recibir los augurios de Felices Fiestas del cardenal Angelo Sodano, decano del Colegio Cardenalicio, que representó a los demás presentes. Al tomar el micrófono, se excusó: adelantó que iba a pronunciar su discurso sentado porque en los últimos días tuvo gripe y no se sentía «muy fuerte». Pese a ello, Francisco se mostró en muy buena forma. De hecho, al recordar al comienzo de su discurso que el año pasado había presentado un catálogo de las enfermedades curiales -cosa que había caído pésimo en el Vaticano-, con humor dijo que «este año debería hablar de antibióticos», provocando risas.

En su discurso, que, según los rostros de los cardenales y obispos presentes, evidentemente cayó mucho mejor, el ex arzobispo de Buenos Aires llamó a «volver a lo esencial».

Al explicar la virtud de la humanidad, indicó que «es lo que nos hace distintos de las máquinas y de los robots que no sientes y no se conmueven». «Cuando nos resulta difícil llorar seriamente o reír apasionadamente entonces ha iniciado nuestra decadencia y nuestra transformación de ‘hombres’ a otra cosa. Humanidad es saber mostrar ternura y familiaridad y cortesía con todos», dijo.

Al hablar de «ejemplaridad», advirtió que esta cualidad sirve «para evitar los escándalos que hieren las almas y amenazas la credibilidad de nuestro testimonio». Al mencionar la «fidelidad», citó al apóstol Mateo: «¡Guay al mundo por los escándalos! ¡Es inevitable que ocurran los escándalos, pero guay al hombre por culpa del cual ocurre el escándalo!».

Citando la honestidad, subrayó que «es la base sobre la que se apoyan las demás cualidades». «En realidad, es inútil abrir todas las puertas santas de todas las basílicas del mundo si la puerta de nuestro corazón está cerrada al amor, si nuestras manos están cerradas al donar, si nuestras casas están cerradas a recibir», dijo, al explayarse sobre las virtudes de la «dadivosidad y la atención». Al reflexionar sobre la sobriedad, «última virtud del listado no por importancia», recordó que «es la capacidad de renunciar a lo superfluo y de resistir a la lógica consumística dominante». «Sobriedad es prudencia, simplicidad, esencialidad, equilibrio y templanza. Es mirar al mundo con los ojos de Dios y con la mirada de los pobres y de la parte de los pobres. Sobriedad es un estilo de vida que indica el primado del otro como principio jerárquico. Quien es sobrio es una persona coherente y esencial en todo, porque sabe reducir, recuperar, reciclar, reparara y vivir con el sentido de la medida», sostuvo.

Tras recordar que la misericordia «no es un sentimiento pasajero, sino que es la síntesis de la buena nueva», finalmente, exhortó a los funcionarios de la curia a ser misericordiosos. «Que sea la misericordia la que guíe nuestros pasos, inspire nuestras reformas, ilumine nuestras decisiones. Que sea la columna vertebral de nuestro obrar. Que sea ella la que nos enseñe cuándo debemos ir adelante y cuando debemos dar un paso hacia atrás. Que sea ella la que nos haga leer la pequeñez de nuestras acciones en el gran proyecto de salvación de Dios», pidió. Y terminó leyendo una «estupenda» oración comúnmente atribuida al beato Oscar Arnulfo Romero, que en su final dice: «Somos obreros, no maestros de obra, servidores, no mesías. Nosotros somos profetas de un futuro que no nos pertenece».

La Nación

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