Cristina Fernández de Kirchner se mostró el sábado en Resistencia con el gobernador Domingo Peppo y con el intendente local y ex jefe de Gabinete, Jorge Capitanich. Chaco expone una interna muy dura y aún pendiente en el peronismo: se enfrentan los dos hombres de mayor poder territorial, que compitieron incluso en la movilización de sus estructuras para desbordar la nueva presentación de «Sinceramente». Hubo foto de la ex presidente con los dos y pareció que se abría la puerta a un entendimiento, pero no. Peppo supo apenas unas horas después que el sello CFK es exclusivamente para Capitanich.
La ex presidente ya había dado señales de jugar fuerte a favor de su ex jefe de gabinete, pero el mensaje trasciende largamente la áspera pelea del PJ chaqueño. Es una muestra más de «autoridad» en todas sus dimensiones, según el término elegido por una fuente peronista para explicar el premio a Capitanich y el castigo a Peppo. Vale el antecedente más cercano en la misma provincia: hace unas pocas semanas había sido dinamitado una vía de entendimiento entre el gobernador y el intendente que habría sido avalada por Alberto Fernández. Dicen que ella misma le bajó el pulgar al trato.
Lo que ocurrió ahora es significativo, sobre todo porque se produce bajo el presupuesto de alineamiento de todas las piezas del PJ local con la fórmula Fernández-Fernández. Parecía, se ha dicho, que después del acto-presentación del sábado podía sobrevenir otra instancia de negociaciones entre Peppo, que busca su reelección, y Capitanich, que quiere volver a ocupar el principal despacho de la provincia.
Con todo, la primera batalla no sería esa, sino por las candidaturas a senador. El lunes, poco antes de que la ex presidente viajara a Cuba, el gobernador fue informado de que no podría competir en las PASO con la boleta del Frente de Todos. Tendrá que ir con lista corta. Y el 29 de septiembre, sí y en capítulo único –entre las primarias nacionales y la primera vuelta-, volverán a enfrentarse por el sillón de gobernador, con el PJ fracturado de hecho.
Otro dato político: Peppo evalúa en una nota difundida ayer que esta fuerte jugada en su contra es una especie de castigo por su relación con el gobierno nacional–atribuible a las necesidades habituales de un gobierno provincial-, pero no entra detalles sobre cuentas pendientes –que Capitanich recordó en diálogo con interlocutores del Instituto Patria- por su estrategia para asegurarse la conducción del PJ local y exponerse con otros mandatarios en épocas del peronismo federal.
Con todo, lo sucedido excede por mucho el favor hacia un ex jefe de Gabinete que fue duro, hasta cruzar extremos, en la defensa de CFK como jefe de ministros. Hubo otros gobernadores que experimentaron el precio de este tipo de cuentas en la práctica de la ex presidente. Poco antes lo había vidido la fueguina Rosana Bertone, borrada de cualquier negociación para ser candidata a senadora luego de perder la gobernación. Ese lugar fue reservado para un dirigente del núcleo duro kirchnerista.
Lo también llamativo de esa historia fue la previa a la elección provincial, a mediados de junio. Bertone nunca fue del agrado del Instituto Patria, tal vez por su relación de acuerdos con el ministerio del Interior, explicada por las penurias de fondos y la crisis local –visibles- como ocurrió en otros casos.
La gobernadora tuvo, en cambio, el apoyo abierto de Alberto Fernández, que viajó a la provincia a fines de mayo y luego grabó un video de apoyo, en medio de una competencia entre exponentes K. Gustavo Melella, polémico gobernador electo, expresó su respaldo a la fórmula del Frente de Todos.
Visto con la lente nacional, estos casos que remiten directamente a la ex presidente –y otras secuencias de pelea, presión y realineamiento con varios jefes provinciales- pueden ser leídos como un mensaje al propio compañero de fórmula, que viene poniendo su esfuerzo, paciente, en el tejido de relaciones con los gobernadores peronistas y en lo posible, con los grupos de legisladores que les responden. En las próximas horas sumará nuevos gestos en esa dirección.
A pesar de tales señales –y de otras, como la confección de listas de legisladores y en particular, las de senadores-, Alberto Fernández busca ser tajante cuando es consultado, mediáticamente, sobre la convivencia con la ex presidente en caso de ganar la elección. Es decir, apunta a sostener que el centro de gravitación sería él mismo. Resta importancia a lo que pudiera hacer la eventual vice. Y reitera que ejercería el cargo en plenitud, empezando por la designación de ministros.
Alberto Fernández va dando pasos en paralelo con el objetivo de trabajar la imagen del frente electoral, más que con moderación, apelando a la amplitud que él mismo considera a la vista en la convivencia con CFK a pesar de «mantener» posiciones críticas sobre sus gestiones.
Ese mismo objetivo tuvo, de algún modo, haber aceptado el encuentro con autoridades del FMI y su posición crítica pero con mensaje de renegociación de la deuda, lejos de la ruptura. En cambio, fue desaprovechado el margen que brinda el acuerdo entre el Mercosur y la UE: en sintonía con la dureza mediática K, reprobó el trato en lugar de plantear un estudio del texto en base a más de veinte años de negociaciones de todos los colores políticos.
Pero tal vez, la posición que cierra su propio camino es el rechazo a la causas de corrupción que enfrenta la ex presidente. Un ejercicio que ya lo ha llevado a tratar de diluir las cargas de Lázaro Báez. No es poco.
Eso, por supuesto, es valorado por el kirchnerismo duro, pero sin perder de vista el liderazgo con marca CFK y el alineamiento más general que ensaya reponer al peronismo. De todos modos, hay crujidos en el PJ. Lo sabe también el candidato a presidente.
Fuente: Infobae