Gobierno está aplicando una política económica que marcha al desastre

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El dólar le acaba de jugar una muy mala pasada al Gobierno. Dujovne y Sandleris confiaron en que la tranquilidad cambiaria había venido para quedarse, en que la calma con el dólar era un hecho, y bajaron las tasas del 60% anual a alrededor del 42%. Parecía todo un triunfo, y apenas comienza marzo… el mercado se da vuelta, se cansa de que las chances del presidente Macri de ser reelecto no aparezcan como buenas, de que la tasa de inflación se demore en bajar, aparecen compras moderadas de dólares que lo llevan a $42, pero… las autoridades “arrugan”. Resultado: las tasas vuelven al 60% anual, pero el dólar baja solo unos centavos y el Gobierno vuelve a pasar un papelón.

Al respecto de esto pueden hacerse dos consideraciones. En primer lugar, causa alarma que al Gobierno le moleste a esta altura del partido un dólar de $42, nivel que alcanzó a tocar hace más de seis meses. Tan solo en el último trimestre la inflación acumulada ronda el 10%. ¿Acaso pretende el Gobierno ir a un atraso cambiario salvaje? ¿Se va a sacrificar al país entero en aras de que el dólar no suba nada? ¿Cuán estable puede ser un escenario en el que se pretende, con una inflación deseada del orden del 30% anual, que el dólar se quede anclado en $ 40? ¿Es acaso 40 un número mágico? ¿Cómo quedarán los endeudados a tasas del 7%, 8%, 9% mensual, si el dólar no sube un ápice? Son todos estos interrogantes que en realidad tienen respuestas funestas. Sin embargo el Gobierno se ata a este auténtico fetiche que es el dólar en $40, algo que solo encuentra parangón en la historia económica argentina cuando hacia fines de convertibilidad se hacía todo lo posible con el único interés de que el peso se mantuviera en relación 1 a 1 con el dólar. Esa historia terminó muy mal, y solo hay que esperar –recemos– que el FMI no le otorgue el permiso al Gobierno para liquidar dólares a mansalva a precios muy inferiores a la banda superior con el fin supuesto de atender los pagos de la deuda en pesos que vence, cuando en realidad lo que se intenta es algo bien lejano a eso: mantener al dólar en torno a los $40 en torno a las elecciones. ¿Y después qué? Después el abismo, y de ello no pueden surgir grandes dudas: el sector externo sigue en marcado desequilibrio y abortar la tendencia automática que tenía a reequilibrarse merced a una violenta venta de dólares en el mercado solo puede redundar en un aumento del desequilibrio externo, pero en el contexto ahora de una recesión muy virulenta, por lo que el reequilibrio de las cuentas externas ya no se podría hacer con el fácil expediente de recortar las importaciones, que ya estarían, hacia fines de este año, lo suficientemente disminuidas en relación a 2017. ¿Va el FMI a autorizar al Gobierno la enorme irresponsabilidad de rifar u$s8.000 o u$s10.000 millones para mantener la suba del dólar “a fuego lento” durante unos mesesitos? Y la pregunta que le sigue a esta es: ¿va un organismo técnico como lo es el FMI a intentar “forzar la mano” influyendo de manera determinante en la política de un país miembro? En tal caso, ¿puede luego el FMI pretender que Argentina le siga pagando la deuda si es el propio organismo el que ahora la estaría exacerbando con el fin de influir con malas artes en las elecciones? ¿Con qué cara luego vendrían a decir que hay que pagarles? Debe quedar muy claro lo que se estaría haciendo en el caso de que se vendan en el mercado financiero dólares del FMI para pagar los bonos en pesos que vencen: se estaría traspasando deuda en pesos a deuda en dólares. El BCRA emite pesos, pero no dólares, con lo cual lo que estaríamos haciendo es avanzar hacia un default. La lógica indicaría que en caso de no poder renovarse la deuda en pesos el gobierno la cancele directamente con emisión monetaria al mismo tiempo que sube los encajes, sean estos remunerados en forma de Leliq –tal como actualmente hay una franja para todo tipo de depósitos– o sean estos en forma de encajes no remunerados. Se estaría aumentando al mismo tiempo la oferta y la demanda de pesos por lo que no debería haber demasiados efectos colaterales, incluso si los bonos en pesos que vencen se reemplazan con Leliq, porque lo que ocurriría es que se cambia una deuda del sector público en pesos por otra deuda del sector público en pesos. Y aunque las Leliq son de corto plazo, lo cierto es que el BCRA puede obligar a las entidades a tener cierta parte de los fondos depositados en los bancos en estos activos, como de hecho, ya lo está haciendo.

La segunda consideración que se puede hacer es que el Gobierno no quiere admitir que se equivocó –y gravemente– cuando dispuso el mecanismo de bandas cambiarias: puso la banda en la que el BCRA debe comprar divisas en un lugar demasiado bajo. Tal es así que en seis meses de vigencia de estas bandas solo compró u$s1000 millones, y mientras las tasas de interés estaban en niveles altísimos. Es muy claro que el esquema actual cierra en el mediano plazo si y solo si el BCRA compra una apreciable cantidad de dólares mientras las tasas de interés sean apreciablemente bajas. De otra manera, con este nivel de tasas de interés, los dólares que estarían convirtiéndose a pesos serían no ya “capitales golondrina” sino “capitales buitres” a tasas de interés del 61% nominal anual, o sea, el 80% efectivo anual, cifra que está cerca de triplicar el nivel de inflación esperada para todo el año. Lo cierto es que no hay que engañarse: en un contexto en el que los dólares del FMI se acaban a partir de fines de este año, y no reaparece el crédito voluntario al país, el único expediente al que puede recurrirse para que haya seguridad de pago de la deuda pública es con dólares genuinos que deben comprarse en el mercado. Pero hete aquí que la devaluación fue insuficiente como para que el país amase un suculento superávit de balanza comercial que compense al menos los intereses a pagar de la deuda pública, e incluso, si fuera posible, un margen adicional para que haya fondos suficientes para atender alguna magnitud de fuga de capitales que hubiera. ¿Qué dólar hubiera sido suficiente para que ello ocurriera? No se puede saber. Lo único que puede saberse es que un dólar de $42 no es suficiente. Es claramente insuficiente, por lo que la única manera que habrá en el futuro de seguir encorsetándolo es como se lo ha hecho hasta ahora: con tasas de interés estratosféricas. Pero este mecanismo tiene un límite en su eficiencia con el correr de las semanas y llega un momento en que no alcanza, como ahora luce evidente que ha ocurrido. Y para colmo el BCRA compra con cuentagotas dólares que va a necesitar como el agua para pagar la deuda pública desde 2020.

En síntesis: la política monetaria, cambiaria y financiera que ha elegido el Gobierno desde agosto pasado es desastrosa. La peor que haya encarado este mismo Gobierno. Si aún no se ha percibido en toda su magnitud es porque aún dura la “anestesia” de la tasa de interés sobre la divisa. Y si el FMI autoriza al Gobierno a vender dólares prestados por ese organismo, mucho peor. Podrá calmar al mercado unos meses, y luego… Pero ese es otro tema.

Walter Graziano y Asociados/Ámbito

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