La entrada de las grandes potencias en un conflicto que ya lleva más de cinco años y 280.000 muertos no tuvo en un principio un efecto en la dinámica de una guerra tan brutal y estática, pero las recientes ofensivas de fuerzas rebeldes apoyadas por la coalición liderada por Estados Unidos en Raqa y en Faluya parecen estar cambiando esta tendencia.
«El gobierno de Al Assad demostró ser mucho más fuerte que los demás en la región, no cayó ante presiones como el gobierno de Libia o Egipto» dijo a Infobae Paulo Botta, coordinador del Departamento de Eurasia en el Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de La Plata. Para el analista, la importancia de los aliados del régimen -Irán, con tropas en el terreno, y Rusia, con su poderío aéreo-, no puede ser soslayada.
Pero esta asistencia de sus aliados, que sin duda contribuyó a la estabilidad de Al Assad, no ayudó a superar el estancamiento del conflicto. «Obviamente, cada una de las potencias está moviendo sus aliados y el conflicto por la Siria del futuro es una de las razones del estancamiento de la guerra civil. Hay un interés por saber si será una Siria pro Irán, pro Rusia o pro Estados Unidos», consideró Botta.
De esta manera, las recientes ofensivas de rebeldes apoyados por Estados Unidos en Raqa, y también en Faluya (Irak), reciben el contrapeso de los bombardeos rusos en la ciudad de Idlib y contra los rebeldes y yihadistas en conflicto con el gobierno sirio. «El punto de quiebre no va a ser militar, si las potencias quisieran se terminaría en poco tiempo. El problema es político», agrega Botta.
En ese sentido, la complejidad de las múltiples facciones en pugna, el equilibrio geopolítico entre las potencias y el impredecible fenómeno yihadista del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) parece contribuir al congelamiento de un conflicto que ya se cobró 280.000 vidas, según El Observatorio Sirio de Derechos Humanos.
«El estancamiento militar y político surge porque las facciones son lo suficientemente poderosas como para seguir luchando pero no para tomar y controlar el territorio», dice Samer Abboud, investigador de la Universidad Arcadia y experto en Medio Oriente, en un reciente artículo publicado por el Middle East Research and Information Project.
Para el académico, este fenómeno puede explicarse mediante el concepto de «redes de violencia» fluidas e inestables que se caracterizan por operar independientemente. Así, los diferentes batallones, comandos y frentes migran de alianzas según la fortuna en el campo de batalla.
En ese contexto, la intervención de Rusia a fines de 2015 significó un cambio en el campo de las redes de violencia ya que «estranguló la capacidad de estos grupos para reproducirse, de esta forma alterando las condiciones geográficas y materiales bajo las cuales las redes de violencia se formaron», señala Abboud.
Por otro lado, el analista israelí y experto en Medio Oriente Ehud Ya’ari sostiene que el apoyo de la coalición liderada por EEUU a los rebeldes sirios en el norte, especialmente las Fuerzas Democráticas de Siria, tuvo como efecto secundario potenciar a los yihadistas en el sur.
La intervención de Estados Unidos comenzó en 2014, un año antes que la de Rusia, y tuvo el primer efecto de contener la expansión relámpago del Estado Islámico, que por ese momento parecía imposible de frenar. Pero más de allá de este éxito no permitió que las fuerzas rebeldes tomaran la iniciativa ni tampoco que las del régimen se lanzaran al ataque contra los extremistas.
«Un programa relativamente modesto de asistencia de Washington podría ayudar a las facciones locales a expulsar a ISIS de su enclave en la región (sur) y disolver gradualmente a Jabaht al Nusra, fifial de Al Qaeda», recomienda Ya’ari en un artículo reciente en la revista Foreign Affairs.
Las relaciones entre Washington y Moscú son también una fuente importante del estancamiento actual. Mientras que Estados Unidos apoya a rebeldes sirios que se enfrentan tanto al gobierno del presidente Bashar al Assad como a los jihadistas de EI y Al Nusra, Rusia, asistida por Irán, dio su apoyo completo al régimen sirio y bombardeó tanto a rebeldes como a extremistas.
Asimismo, el choque regional entre Arabia Saudita e Irán, que apoyan facciones distintas en el conflicto pero que además representan al mundo suniita y chiita, respectivamente, también es una fuente para el estancamiento.
«Estados Unidos no se fue de la región tras la salida de Irak, sino que redujo su presencia de tropas, y ahora necesita una participación mayor de los sauditas en material de defensa», consideró Luis Mendiola, ex embajador argentino en Arabia Saudita y director del Comité de Asuntos Africanos, de los Países Árabes y Oriente Medio en el Consejo Argentino de Relaciones Internacionales. «Arabia Saudita está acostumbrada a pagar para que se hagan las cosas, pero ahora se transformó en un país que hace. Ha mandado tropas para intervenir en Yemen y financia facciones en Siria», agregó.
De esta manera las recientes tensiones entre los dos países por el Hajj, la peregrinación más importante del Islam organizada por los sauditas, se enmarca en esta confrontación regional que no parece acercarse a un fin en poco tiempo y que tiene en la guerra en Siria uno de sus escenarios más brutales.