Hofer y Van der Bellen, a la espera de los resultados finales, con empate técnico

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En un final para el infarto y con todos los votos presenciales -unos 4,48 millones- contados, los dos candidatos del balotaje presidencial consiguieron un 50%, según la proyección que incluye también una distribución estimada de los votos emitidos por correo.

Esta proyección tiene un margen de error del 0,7%, además de cualquier sorpresa que puedan ofrecer los 900.000 votos que fueron emitidos por correo y que recién serán contabilizados el lunes, según informó la agencia de noticias EFE.

Pese a que la incógnita recién se develará el lunes, la televisión pública adelantó algunas tendencias. Las regiones de Graz, el Tirol, Vorarlberg y, principalmente, la capital Viena fueron conquistadas por el ecologista Van der Bellen; mientras que Hofer se impuso en Burgenland, Carintia, Estiria, la Alta y la Baja Austria o Salzburgo.

Horas antes de conocerse las primeras proyecciones, el candidato de la ultraderecha se había mostrado esperanzado de conseguir al menos un 52% de los votos, aunque había reconocido que los números finales serían muy ajustados.

Una vez más, como lo hizo en toda la campaña, Hofer reiteró a la prensa que lo acompañó a votar temprano en Pinkafeld, en la región de Burgenland, que no era «una persona peligrosa».

La aclaración ha sido necesario dado que durante años su partido, el FPO, flirteó con las ideas y las propuestas racistas del nazismo, un movimiento radical que no sólo tuvo su seno en Alemania, sino también en Austria.

Si se confirma la pequeña ventaja del boca de urna, su victoria representaría un hito para el Viejo Continente ya que sería la primera vez desde el fin de la Segunda Guerra Mundial que un líder de extrema derecha con un discurso filo nazi llega a la jefatura de Estado en Europa occidental.

Pese a que Hofer moderó su discurso públicamente en los últimos meses, defendió una agenda abiertamente de extrema derecha.

Hizo gala de su rechazo a los refugiados -a los que sólo se refiere como «inmigrantes económicos»- que llegan a Europa desde los países más pobres y violentos de Medio Oriente y África, y los hizo responsables del aumento del desempleo y de la criminalidad en ese país europeo.

Otro de sus planteos habituales fue la premisa «Austria y los austríacos primeros» para acceder tanto al mercado laboral como a los servicios sociales brindados por el Estado.

El único con posibilidades de frenar el ascenso de Hofer, es el líder ecologista de 72 años, Van del Bellen.

Tras votar en un colegio de Viena este domingo a la mañana, el referente de izquierda se declaró «cautelosamente optimista» y pidió que todos los ciudadanos vayan a votar.

La participación finalmente fue de casi el 72% del padrón, una cifra superior al 68,5% registrado en la primera vuelta presidencial del 24 de abril pasado.

La fuerte afluencia a las urnas se debe a la creciente popularidad de la extrema derecha y a la alarma que esto provocó en el resto de la sociedad, especialmente los sectores de izquierda y moderados.

Hofer logró vender una imagen moderada, de defensor de las clases medias y bajas, y de los valores nacionales frente a la amenaza de la globalización, de lo extranjero y del supuesto dictado de la Unión Europea (UE) y de las grandes corporaciones.

Un mensaje que convence a muchos votantes, a quienes no parece preocuparles los gestos xenófobos, la relativización del pasado nazi de Austria y el discurso nacionalista pangermánico de esta formación, que se denomina así mismo el partido «social-patriótico».

Aunque pescaría votos en casi todos los estratos sociales -menos entre las mujeres y la gente más formada- sus principales graneros electorales son los trabajadores, que se sienten abandonados por la socialdemocracia y el ámbito rural, muy tradicionalista.

Y también los jóvenes, que no han conocido mucho más que una «gran coalición» de la socialdemocracia y los democristianos -que gobiernan el país desde la posguerra- y, por eso, estarían dispuestos a darle una nueva oportunidad a los populistas.

Ante este panorama sociopolítico, Van der Bellen tiene más limitado sus apoyos.

Son sobre todo los votantes ecologistas, buena parte de los socialdemócratas y aquellos conservadores que ven con temor la llegada de un partido como el FPO al poder.

Pese al miedo y las alarmas que el posible ascenso de la ultraderecha provoca en Austria y en la UE, no sería la primera vez que el FPO toca el poder en Viena, ya que entre los años 2000 y 2007, durante dos legislaturas, los derechistas gobernaron junto con los democristianos.

Su entrada en el gobierno incluso provocó sanciones diplomáticas contra Austria de parte de los demás socios de la UE.

El entonces líder del FPO, el ya fallecido Jorg Haider, gobernó durante años en la región de Carintia y durante su mandato se gestó el escándalo del Hypo Alpe Adria, un banco público que se utilizó para operaciones especulativas y que ha dejado un pasivo de unos 17.000 millones de euros en las finanzas públicas.

Fuente: Telam

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