Hugo Moyano, de lavador de tripas a multimillonario

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Hugo Moyano comenzó a trabajar a los 11 años, en una fábrica de chacinados de Mar del Plata. Su tarea consistía en poner etiquetas a los salamines. Después lo pasaron a otra sección donde lavaba tripas para los embutidos. Al terminar la escuela primaria, fue a trabajar a una carnicería como repartidor.

A los 17 años consiguió trabajo en una empresa de transporte . Aunque aún era menor de edad, organizó allí su primera movilización, por ropas de trabajo. Lo curioso fue que, cuando consiguieron esto, no la quisieron usar porque los patrones pusieron en el pecho la inscripción «Verga Hermanos» (el nombre de la compañía). Se negaron a salir con esa vestimenta. La solución fue salomónica: cuando salían a la calle tapaban con un papel esa inscripción.

Meses después, pasó a otra empresa de transporte. Lo eligieron delegado, pero no llegó a ejercer el cargo porque le faltaban tres meses para cumplir los 18 años. Al cumplir la mayoría de edad, de nuevo lo eligieron. Fue el comienzo de su carrera gremial.

Debió interrumpir dicha carrera por el servicio militar obligatorio. Cuando regresó a la vida civil, ingresó a la empresa de transporte Santuri, como camionero. Al poco tiempo ya se lo veía desempeñándose como secretario de actas y secretario adjunto de la seccional Mar del Plata del sindicato de los camioneros.

Aún no tenía 30 años cuando fue elegido secretario general de la CGT Mar del Plata y, en el plano político, diputado provincial en representación del peronismo. En 1993, lo eligieron titular de la Federación Argentina de Camioneros. Desde allí saltó a la Secretaría General de la CGT denominada «rebelde» o disidente.

Ya entonces estaba peleado con Héctor Daer, conflicto que continúa hasta hoy. Hace 18 años Moyano decía: «Daer y la CGT oficialista son oficialistas compulsivos. Han sido oficialistas con los Gobiernos militares, con el Gobierno de Alfonsín, con el Gobierno de Menem, y ahora con el Gobierno de De la Rúa».

En el 2000, bajo la consigna «Ante un ajuste fuerte, daremos una respuesta fuerte», llevó adelante paros y movilizaciones contra el Gobierno de la Alianza. Protestaban, entre otras razones, porque De la Rúa insistía en pagar al Fondo Monetario Internacional, algo que después el presidente Kirchner terminó haciendo.

«Soy un dirigente que ha levantado las banderas históricas del movimiento obrero y del peronismo, que por mucho tiempo se habían abandonado», declaró.

Tal era su gravitación que algunos personajes políticos y gremiales lo consideraron presidenciable. Fue impulsado el «moyanismo» como línea interna del peronismo provincial y él bendijo la iniciativa. «Me siento fortalecido por la confianza que los compañeros chaqueños depositaron sobre mí», dijo. Solo impuso dos condiciones para aceptar: sus seguidores debían ser buenos peronistas y fanáticos de Independiente.

El misterio de su fortuna

Hoy, el ex lavador de tripas tiene un patrimonio superior a los diez millones de dólares y un poder más cercano al sindicalismo empresarial que a los trabajadores. Constituyó un imperio societario conformado por una droguería, una constructora, una empresa de seguros, una empresa de carpintería metálica y una empresa textil. Dichas empresas fueron puestas a nombre de varios de sus parientes más cercanos.

Es dueño de lujosos autos y de casas suntuosas, una de las cuales es una quinta de diez mil metros cuadrados en el exclusivo Parque Leloir, valuada en un millón de dólares. Afirma que todo cuanto tiene es por sus sueldos de presidente de la Obra Social de Conductores Camioneros, de la Obra Social de los Choferes, y de lo que cobra como secretario general del sindicato y de la federación de gremios camioneros.

En el 2013, Mauricio Macri andaba buscando construir frentes con viejos trajinadores de la política. Moyano fue uno de los que alentaron una posible alianza con él. Hoy, como un ejemplo de cómo la vida cambia a algunos, convoca a un paro general, previsto para el 21.

Aunque afirma que lo hace en defensa de los derechos de los trabajadores, no es necesaria demasiada astucia para darse cuenta que el motivo real está en las causas judiciales que lo acorralan.

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