Como buen fanático del fútbol, el portuario Juan Carlos Schmid echó mano a un parangón mundialista para explicar la endeble situación interna del movimiento obrero.
«El éxito del paro general fue como el triunfo de la Selección Argentina contra Nigeria: no puede tapar que seguimos enredados. Tenemos que llamar a elecciones para elegir una nueva conducción. Yo no tengo vocación de ser el Sampaoli de la CGT», le dijo a Infobae el integrante del triunvirato que maneja los hilos de la central.
El Consejo Directivo cegetista había anunciado la celebración de los comicios para el 22 de agosto. Pero la fecha quedó descartada por el incumplimiento de los pasos legales previos, como la convocatoria a un Comité Central Confederal y a un Congreso normalizador.
La explicación oficial de semejante desidia es que se concentraron todas las energías en garantizar el éxito del paro general del 25 de junio pasado. «Puede ser que no nos haya ido bien con otras medidas de fuerza pero sí con esta última huelga, que fue contundente.
Ahora bien: jugamos ese partido como Argentina contra Nigeria, entendiendo la situación y seguros de que tenemos que mejorar», señaló Schmid siguiendo con las figuraciones deportivas.
El secretario general del gremio de Dragado y Balizamiento tiene un perfil combativo aunque en los primeros años de la gestión de Mauricio Macri se avino al diálogo con el gobierno. A su entender los resultados fueron magros y ahora imagina que el panorama irá deteriorándose, más aún después del compromiso asumido por el Presidente con el Fondo Monetario Internacional.
«Tenemos que organizarnos y estar a la altura para lo que se viene. Tenemos que estar en estado de alerta producto de ese acuerdo con el FMI, que amenaza con meter mano a las jubilaciones, con afectar los ingresos y el poder adquisitivo de los trabajadores», advirtió en un discurso que repite como un mantra.
En la CGT hay posturas disímiles. La dispersión interna es un reflejo de lo que también sucede en el peronismo, que sigue atomizado y sin conducción.
Los «gordos», con Héctor Daer a la cabeza, son partidarios de mantener el status quo. Lo mismo expresan los mal llamados «independientes», cuyos exponentes son Gerardo Martínez, Andrés Rodríguez y José Luis Lingeri.
En cambio, tanto Schmid como el barrionuevista Carlos Acuña consideran que los comicios le darán a las nuevas autoridades la legitimidad necesaria para afrontar los tiempos que se avecinan, y que presumen borrascosos.
No es que Schmid reniegue del cargo que ostenta y comparte con Acuña y Daer. Pero entiende que, frente al desgaste a la que fue sometida la conducción cegetista, su continuidad sólo es posible en la medida que sea reconfirmada en las urnas.
Claro que en medio de los tironeos internos asoma la figura de Hugo Moyano, quien pasó de una suerte de autoexilio a reclamar abiertamente un espíritu más confrontativo de la CGT, acaso buscando entronizar a su hijo Pablo.
Sin soltar amarras del PJ más dialoguista que representa Sergio Massa, el camionero se puso en sintonía con la constelación kirchnerista, en la que brillan dirigentes de la CTA y de numerosos movimientos sociales.
Es evidente que la estrategia de cada corriente interna del sindicalismo es disímil, aunque parece haber un común denominador: indefectiblemente todos enfriaron las relaciones con el Gobierno.
De eso ya dieron muestra el último fin de semana los gremios que integran la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT), en una dura solicitada dirigida a Macri y en la que no ahorran críticas hacia el ministro de Transporte, Guillermo Dietrich.
Además de recordar la incumplida promesa de campaña de eliminar el impuesto a las Ganancias («un robo al bolsillo del trabajador», dice el texto), repudian la política low cost («que conlleva el arribo de empresas precarizadoras») y la falta de medidas para reactivar la flota pesquera, además de manifestar el temor a que se abandone la inversión en infraestructura ferroviaria y en la seguridad de los choferes de colectivos.
Schmid, uno de los que aportó letra a la solicitada, afirmó igualmente que los errores ajenos no eclipsan los propios. Ya había dado un ultimátum a sus compañeros para renovar las autoridades de la CGT y hasta amenazó con dar un portazo si eso no sucedía.»Tengo la impresión de que este ciclo está agotado. Si uno está desautorizado para tomar determinadas acciones no tiene mucho sentido seguir al frente», llegó a decir en febrero, cansado de las zancadillas.
Esta tesitura rupturista volvió a emerger por estas horas. Y por eso el sindicalista pidió a los gritos que un plenario de secretarios generales apure las elecciones que muchos de sus compañeros quieren cajonear.
Schmid está convencido de que, si no hay cambios, la CGT verá escurrir el respaldo que obtuvo durante la huelga, del mismo modo que Sampaoli después de su participación como DT en el Mundial de Rusia.