Julián Weich: “De chico sufrí bullying y hacerme conocido fue como una revancha”

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Julián Weich suele escaparle a las entrevistas pero, en esta oportunidad, con el objetivo de promocionar la 13° Maratón de UNICEF (entidad de la cual es embajador) por la educación, enfrentó los micrófonos y abrió su corazón. En diálogo con el ciclo De caño vale doble, conducido por Cecilio Flematti por Radio Rivadavia, el actor recordó el bullying que sufrió en la infancia, habló de su trabajo en la televisión, se refirió a la vida de su hijo como artista callejero y rescató la importancia de la solidaridad en su vida.

La charla comenzó haciendo referencia al trabajo que realizará UNICEF para ayudar a 65 mil chicos de zonas rurales para que asistan a la escuela: “Los colegios en la ruralidad son multigrado, hay cinco chicos de primero, cinco de segundo, un solo profesor a veces… Es muy importante que los chicos vayan a la escuela para que tengan menos violencia intrafamiliar, sepa cómo relacionarse un chico con una chica… No solo son importantes las materias, sino que son muchos los beneficios de estar en una situación de estudiante”.

En ese sentido, llegó a un recuerdo triste de su etapa como estudiante: “El bullying que uno ha sufrido en la vida… No tuve una infancia muy feliz a pesar de que no me faltaba nada: era un tema más personal y propio. Y cuando empecé a ser conocido sentía que era una revancha para aquel que me ninguneó y no me trató bien. Fue al principio, después se diluye”

“Ser de la tele era como ‘te gané’. Era una competencia interna, el otro ni se enteraba de que estaba compitiendo con ese, esa o esos, porque a veces son imaginarios, te diría. La sensación era como que le gané a alguien, pero se diluye, no es que se mantiene mucho tiempo. La sensación de que era algo más que los demás”, explicó.

Fue a partir de su trabajo en televisión que empezó a relacionarse con la solidaridad: “Lo activé como si lo hubiese tenido siempre internamente. Se me potenció. En El agujerito sin fin, mi primera conducción, hablaba a la cámara y la gente me hacía caso. ‘Manden cartas’, y mandaban cartas. ‘Vayan a tal lugar’, e iban al lugar. El poder de cualquier persona que tiene un micrófono frente a la cámara. Entonces dije ‘usémoslo para hacer cosas buenas’. Y fue tal el placer, lo que recibía de la gente, que dije ‘me quedo acá’. También me pasó con la manera de conducir: nadie me enseñó a conducir, no hay escuela de conductores. Hay periodistas, modelos, actores y locutores. Mi escuela fue El agujerito sin fin. Lo hice distendido y relajado y a la gente le encantaba. ‘Me quedo acá’, dije. Son lugares donde uno va probando y, si estamos todos cómodos…”

Durante la entrevista también le consultaron sobre la repercusión que en su momento tuvo la noticia sobre la decisión de su hijo de vivir como artista callejero. Y él respondió: “Tengo un hijo de 25 años que a los 19 decidió hacerse hippie. Me dijo que se iba de mochilero al norte y terminó en México. Volvió con el concepto de hacerse hippie. Decidió vivir fuera del sistema. Ahora me voy a Córdoba a verlo”.

“Es una experiencia increíble (ese estilo de vida). Comés dos veces por día, vivís en carpa, sin luz, con gente de todas partes del mundo que apenas habla tu idioma. Pero el afecto y el cariño es mayor. Uno dice ‘¿hacemos yoga?’ ‘Dale’. Otro dice ‘¿hacemos reiki?’ ‘Dale’. Se comparte todo: la comida, la ropa. Hay una ceremonia en la que se bendice. Se come vegano: no hay nada derivado animal. Te das cuenta de que no necesitás nada para vivir”, reveló.

“Hubo una etapa en la que estuvo haciendo malabares en los semáforos en toda Sudamérica. Estuvo en no sé cuántos países haciendo malabares. Aprendió en el camino e hizo con fuego, con cuchillas… Hacía malabares y yo pasaba la gorra en Panamá, hace tres años. Y acá lo grabaron, imaginate los medios: ‘Hijo de Julián Weich pidiendo plata por la calle’. Estaba en Belgrano R. Él hace su vida, no quiere ser famoso. Me da pena que informen mal porque él no estaba pidiendo plata por la calle: es su manera de vivir, no molesta a nadie, no tiene nada de malo”.

Weich realizó una confesión sobre aquel entonces: “Me insultaban por la calle cuando se enteraron de que mi hijo trabajaba a la gorra en la calle”.

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