Kim Jong-un y la paciencia de Donald Trump

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Donald Trump trata de ser menos ingenuo que sus antecesores en la Casa Blanca con respecto a Corea del Norte, cuyos ensayos nucleares demuestran la aparente debilidad que tiene el mundo ante un líder como Kim Jong-un.

Si se tiene en cuenta la grandilocuencia con la que se mueve el presidente estadounidense (que impulsó la frase «hacer grande otra vez a Estados Unidos» para llegar a la presidencia), podría decirse que se trata de una guerra de egos entre el extravagante Kim y el magnate norteamericano.

El líder norcoreano, de 33 años, es un continuador de la dinastía creada por su abuelo, Kim Il Sung, quien luchó contra los japoneses para independizar al país, y su padre, Kim Jong Il, que consolidó el gobierno estalinista.

Cada vez que norcorea realiza un ensayo atómico, la incertidumbre se apodera no sólo de la Casa Blanca sino también de China -el principal aliado de Corea del Norte-, y de Corea del Sur, la otra Corea con la que Pyongyang mantuvo una guerra entre 1951 y 1953.

Pero cuanto más protesta Washington, Corea del Norte acelera más su plan de desarrollo atómico y no tema a las sanciones que puedan eliminarlo del sistema financiero mundial, tras medio siglo de sufrir castigos diplomáticos.

Por esa razón, muchos analistas se preguntan si realmente es ésta la estrategia correcta para que llevar a Pyongyang a un diálogo fructífero, que ponga fin a años de incertidumbre en la península.

China, cuya ayuda a norcorea ha resultado vital para enfrentar hambrunas y penurias económicas, también está preocupada por lo que pueda ocurrir en su patio trasero.

Por lo tanto, ha tratado de poner paños fríos al conflicto después de la visita que realizara a Beijing el secretario de Estado norteamericano, Rex Tillerson.

No obstante, y como represalia por las últimas pruebas norcoreanas, China anunció un embargo a las importaciones de carbón de Pyongyang, una de sus principales fuentes de ingreso.

Después de que Kim supervisara el domingo pasado el ensayo de un motor de propulsión de cohete, Pyongyang realizó este miércoles el ensayo de un nuevo misil que estalló poco después de despegar de la base aérea del puerto oriental de Wonsan.

La prueba se realizó horas antes de una reunión entre Tillerson y el presidente chino, Xi Jimping, con el fin de combinar el encuentro que mantendrá en abril el líder chino con el presidente Trump en un club privado del este de Florida.

Mientras Tillerson dialogaba con Xi, tropas estadounidenses y surcoreanas realizaban su ejercicio anual cerca de la frontera coreana, desatando la ira de Corea del Norte y su aparato de propaganda.

De todos modos, China busca reacomodar su relación con Trump, luego de que el presidente estadounidense mantuviera en diciembre una comunicación telefónica con autoridades de Taiwan, rompiendo la tradicional política de Washington de reconocer a una sola China.

Tras reunirse en Seúl con autoridades surcoreanas, Tillerson dijo sobre Corea del Norte: «Permitanme ser muy claro: la política de paciencia estratégica ha terminado. Estamos explorando una nueva serie de medidas diplomáticas y de seguridad. Todas las opciones están sobre la mesa».

Según algunos analistas, Beijing quería que Corea del Norte suspenda a su programa de misiles, a cambio de que Washington y Corea del Sur interrumpieran sus ejercicios militares anuales.

China pensaba que ambos países podrían volver a las mesa de negociaciones. Pero la propuesta fue rechazada por Tillerson antes de visitar Beijing, informó el diario The Christian Science Monitor.

Según este rotativo, cuando Obama dejó la oficina en enero pasado, los expertos estimaban que norcorea había adquirido demasiado plutonio para construir 20 o 25 bombas nucleares. Ahora, durante la presidencia de Trump, parece más cerca que nunca de desarrollar un misil balístico capaz de golpear territorio de Estados Unidos.

En 2014, las Naciones Unidas compararon en las atrocidades cometidas por Corea del Norte con la barbarie del régimen nazi en Alemania, y en noviembre de ese año ese organismo pidió que Pyongyang sea llevada a la Corte Penal Internacional (CPI) por supuestos crímenes contra la humanidad.

Esta semana, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU condenó los abusos en Pyongyang que incluyen a unos 100.000 prisioneros políticos.

Después del viaje que realizó Tillerson por Asia, Pyongyang declaró que estaba listo para una guerra con Estados Unidos, y que no teme ninguna acción preventiva ni duras sanciones económicas.

Trump, como había prometido al llegar a la presidencia, advirtió que tendría un enfoque más duro hacia Corea del Norte.

Si algo parece claro a esta altura de los acontecimientos es que Corea del Norte está jugando con la paciencia de Trump: en menos de un mes lanzó cinco cohetes de alcance intermedio hacia el mar de Japón, tres de los cuales cayeron en aguas de control japonés.

Acorralado en el plano doméstico (su proyecto para reformar el sistema sanitario dejado por Barack Obama, que extendió la cobertura médica a unas 20 millones de personas, sufrió una severa derrota en la Cámara de Representantes), Trump mira también con atención el frente externo.

Las pruebas nucleares de Corea del Norte y la amenaza que constituye Pyongyang para sus vecinos, entre ellos Japón, son algunos de los puntos que deberá evaluar el magnate norteamericano si quiere salir airoso de una situación que no pudieron resolver en su momento ni Bill Clinton, ni George W. Bush, ni Obama.

Por ahora, Trump no parece tener una estrategia clara con respecto a Corea del Norte, aunque hay un dato para tener en cuenta: ya advirtió que la opción militar está también sobre la mesa.

Fuente: Telam

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