La interna peronista en el Senado entra en una semana decisiva. El próximo 10 de diciembre deberán quedar conformados los bloques de la nueva Cámara alta y la incertidumbre campea a sus anchas en la disputa que mantienen el líder de la mayoría opositora, Miguel Pichetto (Río Negro), y el sector kirchnerista, que pretende darle al PJ un perfil opositor más contestatario.
La fractura ya está dada en los hechos. Pichetto y sus aliados les comunicaron, durante la última reunión de bloque, la semana pasada, a los seguidores de Cristina Kirchner que deberán armar un bloque propio porque no hay lugar para que la ex presidenta se integre en la bancada que conduce el rionegrino.
La grieta peronista todavía no se cristalizó de manera formal. Todo indica que en los próximos días Pichetto presentará ante las autoridades del Senado la nómina de senadores que integrarán el nuevo bloque, que dejará de llamarse PJ-FPV para pasar a denominarse Justicialista o simplemente PJ.
El kirchnerismo, por su parte, se quedaría con el sello FPV, que tanto éxito le dio al matrimonio Kirchner. Aunque tampoco se descarta que Unidad Ciudadana haga su aparición en el Congreso.
Sin embargo, la demora en la oficialización de la fractura refleja el estado deliberativo que impera en el peronismo de la Cámara alta.
Por un lado, porque el kirchnerismo promete resistir la decisión adoptada por Pichetto. Pretenden permanecer en la bancada para dar el debate sobre el perfil que debe adoptar el peronismo en la oposición y, en última instancia, obligar al sector que lidera el rionegrino a quedar como el responsable de la división.
«El senador Pichetto no tiene atribuciones para impedir que la señora ex presidenta forme parte de nuestro bloque; si quiere, puede irse», advirtió Marcelo Fuentes. El presidente de la Comisión de Asuntos Constitucionales, cargo que podría perder cuando se integre la nueva composición de la Cámara alta, es un kirchnerista de paladar negro.
El kirchnerismo también pretende discutir el perfil del PJ y critica el papel dialoguista con el Gobierno que asumió Pichetto en representación de los gobernadores peronistas.
«El mandato electoral que recibimos es el de ser oposición, no oficialismo», sostuvo Fuentes, quien dijo respetar la idea de ayudar a la gobernabilidad. «Pero una cosa es colaborar con la gobernabilidad y otra es cogobernar. Ahí está la confusión», aclaró.
Dudas y malestar
Otro de los factores que mantienen en vilo al peronismo y demoran la cristalización de la fractura es el creciente malestar que existe en el sector que responde a Pichetto con el gobierno nacional.
A la falta de muñeca política demostrada por los funcionarios del Poder Ejecutivo se suma la incomodidad de tener que apoyar medidas impopulares, como la modificación de la fórmula de actualización de las jubilaciones o los cambios en la legislación laboral.
Este último caso es emblemático de la difícil situación en la que quedó el sector que conduce Pichetto. Las críticas de Pablo Moyano al acuerdo que la central obrera firmó con el Gobierno dejaron en claro que la CGT no tiene una posición unificada. A eso se sumó la actitud de los miembros del triunvirato cegetista, que se resisten a ir al Congreso a avalar la iniciativa.
Como si esto fuera poco, la situación judicial de algunos dirigentes peronistas, como el gobernador Gildo Insfrán (Formosa), suma más ruido a la interna peronista y complica las pretensiones de Pichetto de formar un bloque dispuesto a abjurar de Cristina Kirchner.
La Nación