La Campaña Antártica cada vez más lejana

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Hasta por lo menos la expiración del tratado antártico en el año 2048, Argentina, como el resto de los países signatarios del mismo, aspira a mantener su presencia en el  «Continente Blanco». Es necesario aclarar que el país no ejerce soberanía en el mismo (ningún país la detenta) pero como «habitante» tiene una serie de derechos y obligaciones que emanan del acuerdo internacional en vigencia.

El país mantiene en la actualidad 13 bases de las cuales 7 son temporales y 6 permanentes. Las primeras son ocupadas durante el verano mientras que en el segundo grupo se encuentran las que poseen dotación civil y militar durante todo el año. La Base permanente «Carlini» es la más cercana al territorio argentino y la «Belgrano II» la más lejana.

Vivir en la Antártida no es sencillo. A la obvia falta de contacto con la civilización tal como la conocemos, se agregan factores tales como la necesidad de contar con un régimen alimenticio que no baje de las 3500 calorías diarias y si la actividad en intemperie supera un par de horas, la cantidad de calorías debe ser aumentada sensiblemente.

La dotación de «invernada» es la que cubre todo un año en las bases permanentes y sus relevos se efectúan cada verano cuando desde el continente parte la denominada «campaña antártica» compuesta fundamentalmente por un rompehielos con medios aéreos (helicópteros) a bordo, al que se agregan buques polares (aptos para navegar en zona de hielos pero no para romper bloques helados).

Las campañas antárticas tienen como misión el relevo de las dotaciones, la provisión de pertrechos y alimentos para todo un año, el retiro de los residuos generados por la dotación saliente y también la realización de estudios científicos y técnicos durante la travesía.

Desde hace algunos años el establecimiento de dotaciones antárticas incluye a grupos familiares que residen en las bases permanentes, poco más de 200 personas incluyendo niños, que hacen «patria» en el mismísimo confín del mundo.

La vocación antártica argentina es más que centenaria y aunque sea un dato poco conocido en 1903 la Corbeta ARA Uruguay -un diminuto barco de 46 mts de largo (actualmente amarrada en el dique IV de Puerto Madero)- rescató con éxito de los hielos antárticos a una expedición sueca a cargo del científico Otto Nordenskjöld. La nave argentina estaba al mando de un joven marino, el Teniente Julián Irízar. Es en honor a él que el malogrado rompehielos que ya lleva nueve años sin navegar lleva su nombre.

Sirva esta breve introducción para ponernos en situación sobre la superlativa importancia que tiene para el país y para el personal destacado en el sur más extremo que la campaña antártica se pueda realizar con éxito, algo que lamentablemente cada día aparece como más complicado

Como se ha informado reiteradamente la decisión política de haber encarado la reparación del Rompehielos a nivel local terminó resultando un fiasco; se gastó más que el costo de un rompehielos de última generación y a nueve años vista de su siniestro, sea por una cosa o por otra por ahora sigue lejos de los mares australes.

Estoicamente, la gestión que encabeza Julio Martínez en el Ministerio de Defensa, se puso al hombro errores y horrores de la gestión anterior y reforzaron el concepto del repotenciado y renovado navío, aun cuando en el mundo los rompehielos modernos tienen prestaciones que el reciclado «Irizar» jamás tendrá.

Como parte de la «herencia» recibida también se heredó una compleja trama de irregularidades relacionadas con la logística antártica, desde escándalos por la contratación de buques no aptos para la tarea, hasta negociados que involucran a civiles y militares en sobreprecios con el aprovisionamiento de víveres.

Como cada año desde que el «Irizar» se encuentra fuera de servicio, el ministerio de defensa lanzó una licitación internacional para alquilar los medios navales y aéreos para que en Enero se pueda realizar en el denominado «Periodo Ventana» (escaso par de meses en que el clima permite operar) la expedición naval de recambio de las dotaciones que no pueden ser evacuadas vía aérea.

Pero la licitación resultó fracasada, los oferentes en su mayoría no reunieron las condiciones técnicas y estando aún fresco el escándalo protagonizado por el ex ministro Arturo Puricelli con la contratación del inepto buque «Timca» (que terminó en los tribunales de Comodoro Py), ante el menor apartamiento de lo requerido en el pliego fueron desestimados uno tras otro. En tanto que el único oferente con un pliego técnico acorde a lo exigido se excedió de la pauta presupuestaria establecida

Rápido de reflejos y sabiendo lo que está en juego, Martínez se constituyó ante la Oficina Anticorrupción para que se evaluara lo actuado en la licitación antártica.

Como solución alternativa ante la escasez de tiempo, por iniciativa del Secretario de logística Walter Ceballos, se iniciaron gestiones ante el gobierno de Sudáfrica para la contratación de medios acordes. El mencionado funcionario viajó a Sudáfrica y estuvo a punto de contratar en forma directa a una nave que casualmente había sido rechazado en la licitación original.

Pero como si fuera poco el fiasco, el buque ya había sido contratado por otro país. Esta situación dejó en una posición muy débil al funcionario radical.

Sin tiempo material para encarar otra solución, y tal vez remedando la hazaña de 1903 la Argentina encarará la campaña con medios muy poco aptos para la tarea. Se utilizaran de los remolcadores rusos adquiridos por la Armada durante la gestión de Agustín Rossi y que generaron en su momento críticas desde la comisión de defensa de diputados que por aquel entonces presidia el hoy ministro Martínez.

En honor a la verdad debe remarcarse que las naves resultaron ser mejores de lo que los críticos sostenían, no obstante de las cuatro, tres están operativas y no son rompehielos sino simplemente polares ( tienen su casco reforzado) lo que hace que muchos analistas navales sean muy cautos a la hora de «bendecir» el envío de estas unidades aguas «infectadas» de masas heladas sin no hay un rompehielos como parte de la maniobra.

También se recurrirá a viejos buques mercantes al servicio de la Armada (estos ni siquiera tienen clasificación polar). La fuerza aérea pondrá su cuota de sacrificio para la realización del «puente aéreo» y no se descarta que en algunos casos se deba recurrir al lanzamiento desde el aire de provisiones y pertrechos (una maniobra que los militares tienen bien ensayada).

Lo que necesariamente debe preocupar a las autoridades nacionales, es que siendo conscientes que se realizará una campaña sin contar con los medios idóneos cualquier percance que genere la más mínima perturbación al ecosistema antártico será exclusiva responsabilidad de las máximas autoridades nacionales. Ninguno de los buques que se afectarán reúne las condiciones standard que se requieren para una operación segura. Una vez más la Nación confiará en la pericia de sus marinos y en la providencia divina. Algo ciertamente poco serio.

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