La muerte de Mariano Mores conmovió al mundo del espectáculo y la cultura ya que era considerado uno de los máximos referentes del tango. A lo largo de su carrera, trabajó junto a muchos artistas populares, como Andrés Calamaro.
Tras conocerse la noticia de su fallecimiento, el «Salmón» publicó en su cuenta de Facebook una carta emotiva al pianista. «El cielo se estaba abriendo para dar paso con honor y gloria al maestro y amigo Mariano Mores», escribió el cantante en la red social.
Además, dio detalles sobre cómo lo conoció y algunas anécdotas de cuando escribieron juntos la canción Jugar con fuego. «El maestro era exigente con la métrica, la formalidad de la canción y las palabras», recordó Calamaro sobre los momentos que disfrutó con el «Maestro».
A continuación, la carta completa:
Mariano Mores, creador extraordinario del tango.
El cielo se estaba abriendo para dar paso con honor y gloria al maestro y amigo Mariano Mores. Fue una hermosa y muy importante oportunidad humana poder compartir días, canciones y grabaciones con el maestro Mariano. Mediante una persona conocida nos conocimos en una cena y fue cuando me dijo: «Andresito, sos el futuro de la música popular de nuestro país»… Yo ni me había sentado y no estaba –entonces- para créemelo demasiado, pero la palabra de los sabios esta para escucharse. Siempre traen algo de razón consigo.
Entonces quedamos para visitarnos en su casa de Barrio Norte y escribir juntos una canción: Jugar con Fuego. El maestro era exigente con la métrica, la formalidad de la canción y las palabras. Él también pulimentaba su arreglo en una partitura que ganaba en interés y enjundia cada día, cada tarde que compartíamos en su piso recoleto. Hablamos mucho y de muchas cosas en aquellas semanas escribiendo, entre otras cosas le confesé la importancia de la grabación: no siendo yo un hombre de partituras. Que necesitaba un registro grabado para tener la canción y recordarla. Entonces nos encontramos en los estudios de grabaciones Del Abasto. Fueron dos tardes salpicadas por alguna anécdota y alguna conversación buena en un bar bien porteño. Alguna sesión fue filmada y perdida en las mudanzas o en las mudanzas vitales. Como corresponde.
Aquello fue realmente el comienzo de una importante amistad con el maestro. Me invito a cantar con piano y con orquesta en sus extraordinarias actuaciones en los teatros de la calle Corrientes, conciertos salpicados con danza folklórica y grande identidad argentina, fui su invitado de honor y le pedí que me firme un pañuelo donde escribió una dedicatoria honorable. Grabamos dos canciones más en las sesiones de mi álbum Honestidad Brutal, siempre con detalles para el recuerdo histórico, desde la ropa con que se presentó, elegantísimo, para grabar con JB, hasta las palabras dichas que hoy prefiero atesorar con los recuerdos inéditos.
Mariano me dedicó un elogio formidable que quizás tres personas escuchamos y que el pudor me invita a conservar prudente en el silencio de la despedida: ¡Gracias, maestro! En el tiempo que la fortuna quiso compartiendo encuentros con Mores conocí más de su dimensión de creador y figura primordial de la música nuestra y universal; sus éxitos, sus convicciones, su calidad humana, su calidez familiar, su generosidad y las cosas que nos contamos los hombres que conocemos los pliegues de la noche y las bambalinas del espectáculo. Que elegancia la de Mariano Mores, que me esperaba de punta en blanco después de echarse una siesta cada tarde en su casa. Y que músico de primerísima categoría, de los que ya no existen.
Hasta siempre, grande entre grandes: Mariano Mores.
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