Chubut vive en estado de crisis y alarma al borde de un estallido. Funcionarios del Gobierno nacional exhiben en estas horas planillas con el registro de más de mil millones de pesos enviados a la provincia en apenas cuatro días y rechazan de plano cualquier tipo de intervención federal. Es más, sospechan sobre el origen de tales versiones. Cerca de Alberto Fernández también están atentos. Esperan una solución política con asistencia nacional que ayude a descomprimir y apagar las llamas en el distrito gobernado por un aliado de Sergio Massa, que ya habría activado contactos en la Casa Rosada a pesar de su malestar.
Esas son algunas de las reacciones políticas a escala nacional sobre un conflicto grave que, de hecho, no estaba en el radar de nadie, pero que viene escalando de manera inquietante desde hace casi dos meses y que a esta altura trasciende por mucho los límites de la provincia. El resumen sería que a nadie le conviene que estalle la situación. El oficialismo no podría especular mucho porque ningún caso de esta naturaleza excluye en su onda expansiva al poder central. Y el Frente de Todos tampoco, porque Mariano Arcioni se cuenta entre los jefes provinciales que claramente impulsaron el apoyo a Alberto Fernández, a través del puente tendido por Massa.
No es fácil de entender, para ninguno de los actores nacionales, cómo Arcioni llegó a este punto, que combina explosivamente problemas financieros –la mayoría de origen propio, antes de sumar los efectos de medidas económicas posteriores a las PASO- y tensiones políticas locales atribuidas a sus propios desmanejos y hasta «torpezas», según la ácida definición de alquien que conoce el cuadro local. Lo más inexplicable fue el impulso a un reajuste de salarios de la administración local que acrecentaría, mucho, su propio salario y el de la primera línea de gestión: nafta en el fuego.
El cuadro es tan delicado que disparó especulaciones sobre una intervención federal, descartada por el gobierno nacional, que imagina un motor externo para tales versiones en medio de una campaña condicionada por la crisis. «Es un disparate. Ni locos», es lo mínimo que se escuchaba ayer en oficinas políticas del Gobierno, mientras varios canales de cable repetían imágenes de graves incidentes a las puertas de la legislatura local. En el peronismo, casi en paralelo, negaban cualquier tipo de aliento a una salida con juicio político, rumor atribuido a las tensiones y crujidos de la política provincial.
La situación financiera de la provincia es realmente muy crítica. Y de deterioro veloz. Fuentes nacionales señalan que Chubut cerró el 2018 con un superávit de 2.418 millones de pesos, pero a fines de junio último acumulaba un déficit financiero de casi 2.800 millones. La campaña electoral, especialmente dura en la competencia de Arcioni con el PJ orgánico, no es ajena a ese cuadro que, se admite, fue agravado por el impacto de medidas como la reducción de coparticipación por IVA y Ganancias, y el freno al aumento de combustibles, parcialmente revertido ayer.
Arcioni logró la reelección hace poco más de tres meses. En los festejos estuvo acompañado por Massa: el momento es recordado porque incluyó un diálogo televisivo con Alberto Fernández y la promesa de un cafecito para cerrar trato electoral. Sellada esa alianza con la fórmula del ex jefe de Gabinete y CFK, el gobernador se contó entre los primeros en confirmar el respaldo activo al Frente de Todos.
Pero el jefe provincial tiene un cuadro local realmente complejo. Registra tensiones internas en el frente que armó Mario Das Neves para volver al gobierno. Arcioni lo acompañó como vice y lo sucedió en 2017 tras su fallecimiento. Pudo asegurarse un próximo turno, pero la batalla electoral dejó marcas profundas en el PJ, especialmente en el kirchnerismo, que había ganado la interna peronista, se ilusionó con la gobernación y terminó muy golpeado en la elección general del 9 de junio. El jefe provincial no domina la Legislatura y necesita alianzas, no aseguradas a pesar de la convergencia detrás de Fernández-Fernández.
Cerca de Alberto Fernández, y más aún de Massa, observarían con ciertos recelos la reacción de la gestión macrista. Massa incluso se habría comunicado con operadores políticos del oficialismo para medir la situación y reclamar que no haya juego político para esmerilar al gobernador, desgastado por reclamos en aumento de gremios estatales. Los sueldos son pagados de manera escalonada y fuera de término. Y hace semanas que los colegios públicos no dan clases.
En el Gobierno exponen cifras para ilustrar la reacción oficial. Dicen además que las primeras alertas sobre la gravedad del conflicto fueron expuestas de manera reservada por Patricia Bullrich. Y que después hubo reuniones entre Rogelio Frigerio y Hernán Lacunza, ampliadas a Alejandro Finocchiaro, para resolver la asistencia. En resumen, Seguridad, Interior, Hacienda y Educación. Eso, además de contactos con el gobernador, con eje en la necesidad de pagar salarios de docentes y otros estatales.
El registro de las transferencias indica que hubo cuatro giros entre el martes y el viernes de la semana pasada: dos de 500 millones de pesos, uno de 100 millones y el último, de 127 millones. En total, 1.227 millones en adelantos de coparticipación y otros fondos, incluido el educativo. Las fuentes oficiales agregan que quince días antes, la Nación había avalado a la provincia para volver a tomar deuda.
La ayuda financiera fue difundida desde la Casa Rosada como respuesta a declaraciones de Arcioni afirmando que no recibía asistencia a pesar de la profundidad de la crisis. No es, además, la primera vez que se tienden puentes desde el Gobierno, algo que hasta generó facturas internas después de las primarias: críticas por la relación con las provincias en manos peronistas.
Para el peronismo, el cuadro tampoco es sencillo. Por ahora, la señal es de cautela. Difícil el respaldo cerrado al gobernador o la transferencia excluyente de responsabilidades al gobierno nacional. Sobre todo, cuando en medio de tantas tensiones asoma la intención de aumentar los sueldos del funcionariado provincial. La campaña corre para todos.