Mauricio Macri ejerce lo que a veces de manera exagerada se asimila a la diplomacia presidencial. Es la cara de la política exterior y acaba de escribir un capítulo importante con la suma de Uruguay al reclamo de elecciones en Venezuela. Fue casi en simultáneo con la filtración de la respuesta del Papa a Nicolás Maduro advirtiéndole que una mediación suya no puede ser pieza del juego político para mantener el poder en medio de la crisis. Una coincidencia extraña, no trabajada, cuando otra vez los dos venían transitando desencuentros también en este terreno.
El caso del régimen venezolano es expresivo del estado de la relación formal, fría, entre el Presidente y Francisco. Lo exponía ayer cierta sorpresa por la difusión de la carta reservada del Papa a Maduro, que todo indica que dejó trascender el Vaticano. Ocurre que la respuesta de Francisco al pedido de mediación –hace apenas unos días y ante la prensa- había sido interpretada como un contrapeso para la estrategia de presiones que viene desarrollando el Grupo de Lima, con la Argentina entre sus protagonistas.
Esa línea diplomática empujada por Macri, más allá de las cuentas domésticas, que también se hacen en el Gobierno, escaló en la condena explícita a Maduro hasta el punto de reconocer como presidente interino a Juan Guaidó. Y ese pronunciamiento dividió aguas entre algunos países de la región, en un contexto marcado además por la disputa global entre Estados Unidos, China y Rusia.
El desafío, visto así, no sólo estaría expuesto en la presión sobre el régimen de Maduro, sino además en encontrar y garantizar una salida democrática, razonable para las partes, pragmática, que evite quedar atrapado en posiciones verbales y prácticas rígidas.
En ese tablero y cada uno en su escala, Uruguay y el Vaticano acaban de generar nuevas señales, significativas y tal vez inesperadas, que asoman ahora como elementos críticos para el poder de Maduro.
Vale empezar por el encuentro de Macri con Tabaré Vázquez, precedido de contactos reservados para cerrar los puntos a tratar en Colonia. Estaba claro y conversado que la cuestión venezolana iba a ser central y que iba a merecer un comunicado breve y preciso, para evitar riesgos en declaraciones al periodismo. El texto fue distribuido por los dos gobiernos e incluyó una referencia esperada a la necesidad de recrear y reimpulsar el Mercosur.
En apenas un par de líneas, el comunicado expuso la novedad política más relevante. Los dos países «llaman a encontrar una solución democrática con elecciones libres, creíbles y con controles internacionales confiables» en Venezuela.
En el caso de Macri, la especulación política doméstica puede ser variada, incluida la confrontación abierta y en todos los planos posibles –el modelo venezolano ocuparía un lugar para nada menor- con el kirchnerismo. Pero aún en la especulación de supuestos réditos, la cuestión sería consolidar su lugar a nivel regional y reinstalar el país en el plano internacional, algo que en todo caso, como efecto local, podría ir en la misma dirección. Se verá cuánto pesa.
Tabaré llegó a la cita de ayer decidido a dar un mensaje que al menos en parte modifica su posición inicial, algo que le provocó costos políticos internos –con debate en el propio Frente Amplio-, pero que no debería anular la perspectiva de su propio lugar en posibles caminos para facilitar una salida acordada a la crisis venezolana.
El gobierno uruguayo no adhirió a la estrategia de reconocimiento de Guaidó, lo cual fue interpretado en las críticas más duras como un respaldo sin vueltas a Maduro. El encuentro con Macri y el comunicado posterior marcan una vuelta de tuerca, por el pedido de elecciones y las características que se anotan como determinantes –libres y con garantía internacional-para esas elecciones. Es una señal también a otros países de la región para buscarle la vuelta a una transición, además de acrecentar el aislamiento de Maduro para mantenerse en el poder.
Casi al mismo tiempo se conocía ayer el texto de respuesta del Papa a Maduro por su nuevo pedido de mediación. Hay cosas que a veces se encadenan inesperadamente, pero comparten orígenes. La actitud del Vaticano ante la maniobra de Maduro venía levantando polémica porque parecía habilitarle el juego propio de poder. Al menos esa era la mirada más crítica. Pero aún admitiendo otras miradas sobre el lugar de la Iglesia en términos de política diplomática, no parecía razonable agotar su mensaje en el desconocimiento absoluto de un cuadro que ahora incluye a Guaidó.
En la nota que se dejó trascender, Francisco evita dirigirse a Maduro como presidente. Y en el tramo más sustancial, alude al uso que se le dio a otras intervenciones mediadoras de la Santa Sede. Recuerda que hubo intentos para intentar superar la crisis y dice que desgraciadamente no prosperaron porque «lo que había sido acordado en las reuniones no fue seguido por gestos concretos para realizar el acuerdo». Es decir, fueron utilizados para estirar la permanencia de Maduro y desarmar ofensivas opositoras.
Habrá que ver cómo impacta el mensaje papal hacia el interior de Venezuela. También, cómo se amplía el reclamo regional de nuevas elecciones. Y sobre todo, si el poder militar registra los caminos que se insinúan para negociar una transición.