La gran celebración de la chacarera: destacados de la segunda noche de Jesús María

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Los Carabajal en Jesús María

Y cientos y cientos de bailarines botaron de los escalones de las tribunas, en lo más alto o al ras del pasto que habían pisado los caballos; el eco de multitudinarios coros abrazados a canciones queridas, entrañables; las manos coloradas de seguir ritmos, los brazos en alto proclamando el estado de plenitud que se había ido a buscar…

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Sí, la segunda noche de Jesús María 2017 alcanzó ese estado de celebración popular al que pueden conducir los festivales, ese entendimiento entre la gente y sus artistas que hace que el cancionero argentino sea un canal de liberación de sentimientos, de emociones y hasta de razones.

 
Los recuentos indicaron unas 8.500 entradas vendidas, es decir, bastante más del doble de la poca luminosa primera noche. Es decir, el calor popular comenzó a darle bríos al encuentro.

La chacarera y  la puesta en escenario de una buena parte de la inmensa contribución de la identidad musical de Santiago del Estero para la totalidad de la construcción cultural argentina fueron las clave de una reunión que sostuvo su intensidad, su capacidad de dar de vibrar a lo largo de toda la reunión. Hasta que un breve gesto de la lluvia acompañó el adiós de Los Carabajal, a las tres de la mañana.

Un puñado grande de notables representantes santiagueños fue turnándose en la atención de la gente. Después que los fuegos pusieron en marcha la parte central de la noche, el primero en subir fue Mario Álvarez Quiroga, con esa voz destacada que ha sostenido a sus propias canciones, algunas elegidas por el afecto de la gente como A don Ata.

Después, tuvo su momento el dúo Orellana Lucca. Tienen ya una década de perseguir su sueño, pero son representantes del recambio generacional que tanto se necesita como la savia de los referentes.

Cada vez cuentan con más reconocimiento (fueron consagración de Cosquín en 2017), y es que la manera que tienen de ejercer su arte se resuelve en una conmovedor intento de reunir sentimiento y belleza. Se alcanza a adivinar que para forjar su personalidad han reunido uno poco de todos de esos referentes (Jacinto Piedra, Peteco Carabajal, Raly Barrionuevo… ), como corresponde a los que toman la posta, pero tienen algo muy propio en el modo de saborear lo que cantan, lo que tocan, que los hace nuevos y personales.

Entonces, llegaron los Coplanacu. El dúo de Roberto Cantos y Julio Paz tiene una poderosa fórmula que no pierde impacto ni sentido. Con esa manera sencilla pero bien sustanciosa de ser, con pulso claro y timbre alumbrador, generan un estado de comunión en la gente que alcanza un cenit bailable y emocional irrepetible. Para la ocasión de Jesús María, y pensando en ese público que viene de lo profundo de la sencillez de los días de campo _según explicaría Roberto_ volvieron a elegir un repertorio de canciones añosas y simples, “esas chacareras que parecen insignificantes, pero que siguen diciendo”, como describieron en el escenario. Un particular mérito de los Copla. “Si los demás les gusta, también me gusta a mi”, resumiría luego Julio.

Y si de cosmogonía santiagueña se trataba, el Indio Froilán, el gran constructor de bombos, trajo un poco de su legendario patio y mostró la intimidad de la hechura del bombo. Entretanto, en lo que fue una conmoción inédita, más de mil bombistas se soltaron el campo de la doma para reproducir la gran Marcha de los bombos que estremece a Santiago del Estero en cada mes de julio. Fue una manera sorprendente de acercar un rasgo esencial, mientras en el escenario acompañaban diversos músicos, también con la asistencia de Tere Castronuovo, alma mater del patio de Froilán.

Entre tanto revuelo Raly Barrionuevo hizo un alto en las respiraciones y, antes que nada, dejó su marca de cantor que nunca olvida que también tiene un compromiso que cantar. Pero así como amaneció con Hey Paisano, su aura de artista, el fantástico aliento de su voz que le da vida nueva a las canciones, recorrió motivos diversos, entre los que estuvo Luna Cautiva, la clásica Zamba del Chango Rodríguez, a la que le acercó una nueva aproximación sensible y la refrescó en el gusto de la multitud.

La hora de Los Carabajal y la gran celebración de sus 50 años en la música sonó a las dos de la mañana. De todo lo que había pasado en la intensa noche, mucho ha tenido que ver la fecundidad el apellido cristalizada en el grupo original, que trazó una manera de sentir y ejercer la música santiagueña que fue capaz de abrir las puertas de los corazones del país.

La familia estuvo representada por los invitados Cuti, Roberto, Demi y Graciela, pero sobre todos por una sucesión de clásicos que hablan de Agustín, de Carlos, de Peteco..

Puente Carretero, Como pájaros en el aire, Entre a mi pago sin golpear, Dejame que me vaya… la sucesión fue como un vendaval. Cuando llegaron las gotas de las tres de la mañana, las almas del anfiteatro ya estaban húmedas.
Por Alejandro Mareco

Fuente: La Voz del Interior

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