En el tercer piso del Centro Cultural Roberto Fontanarrosa un grupo de amigos le rinde ofrenda, justamente, al «Negro». Ellos son: Juan Sasturain, Alejandro Apo, Miguel Rep, Rafael Ielpi y Horacio Vargas. Tras diez años de ausencia, la ciudad de Rosario ha vuelto a tener su Feria Internacional del Libro y el creador de Inodoro Pereyra y Boogie el aceitoso —que murió poco antes de que se realizara la última de entonces—, es ahora uno de los grandes homenajeados.
Sentada en la primera fila, riéndose como el resto del público que ha colmado la sala en su totalidad, Mónica Fein, la intendenta de la ciudad, festeja las anécdotas y los recuerdos de cada uno. Más allá de lo divertido del encuentro —todos evitaron la solemnidad y la melancolía—, Fein tiene motivos para celebrar: a falta de dos jornadas para el cierre, la Feria viene siendo muy exitosa. Se dice que han pasado más de 150.000 personas.
Elegida en 2011 y reelegida en 2015, Fein tenía a la Feria como una de sus cuentas pendientes. «Se tenían que alinear los planetas», dirá más tarde en diálogo con Infobae, cuando los últimos aplausos dirigidos a Fontanarrosa se hayan acallado. «Cada vez que nos reuníamos con editores y libreros decíamos que había que volver a hacer una feria, pero faltaba el impulso». Y el impulso llegó en diciembre del año pasado a través de una propuesta de la Fundación El Libro —la misma que organiza la Feria de Buenos Aires. Muy rápidamente se pusieron en marcha y así se recuperó un evento importante en la agenda de la industria editorial de la ciudad.
En esta entrevista, Mónica Fein habla de la gestión cultural de su gobierno, pero también de su posición frente al debate sobre el aborto legal, los desafíos que enfrenta la ciudad en problemáticas como el narcotráfico y hasta del futuro que imagina para sí cuando el año próximo deje la intendencia, tras ocho de mandato.
La cultura como desafío público-privado
—La experiencia de vincular a la municipalidad con una fundación privada para hacer una feria del libro, ¿es un modelo para replicar en Cultura?
—Nosotros tenemos muchas experiencias de público-privado en muchos ámbitos. Tenemos instituciones público-privadas como el Ente de Turismo, el Polo Tecnológico. La convención de historietas «Crack Bang Boom» es otro ejemplo que generamos entre el sector público y el privado. Veníamos realizando desde hace bastante tiempo el Festival Internacional de Poesía y la Semana de la Lectura. Unirnos a la Fundación El libro fue algo natural: buscar la potencia de lo público con la experiencia del sector privado.
—¿La industria editorial le ha hecho reclamos a la municipalidad?
—No. Más bien, preocupados por la realidad actual, nos han venido a proponer que hagamos cosas juntos. La dificultad genera una oportunidad. Por eso, creo que durante algunos años estuvieron bastante ocupados, porque les iba bien en la actividad, y hoy necesitaron que nos uniéramos para fortalecer la actividad del libro.
—¿Cómo se refuerza la iniciativa privada? ¿Se analiza implementar un régimen de mecenazgo?
—Tenemos distintos recursos que ponemos a disposición para las distintas expresiones culturales: subsidios a bibliotecas populares, concursos en nuestra editorial municipal, un centro de edición para músicos. Todos los años hay concursos para nuevas propuestas culturales. En el «Día internacional de la mujer» convocamos bandas donde la cantante fuera mujer: se inscribieron 180. Hace poquito dimos un premio de novela corta y se presentaron 200. Es una ciudad que en todas las expresiones artísticas ha tenido una gran relevancia y el Estado la ha fortalecido a partir de concursos, premios, encuentros, festivales.
Algunos días atrás, se realizó el II Encuentro de la Juventud Católica en el Hipódromo del Parque Independencia. Estaba previsto que Fein diera un discurso en la apertura del Encuentro, pero, tras unas breves palabras, los gritos de algunos participantes la obligaron a terminar rápidamente y bajar del escenario. Es que Fein está a favor de la despenalización del aborto —cuando fue diputada nacional firmó un proyecto sobre la interrupción voluntaria del embarazo—; «Sí a la vida», le gritaban.
—¿Cómo se vive el escrache? ¿Cómo sigue la ciudad el debate por la ley del aborto legal, seguro y gratuito?
—Primero, creo que las mujeres estamos viviendo un momento histórico. Hace muchos años que peleamos por nuestros derechos; hemos discutido en todos los espacios la posibilidad de tener los mismos derechos e igualar nuestras oportunidades. Es un momento histórico, no sólo por el debate del aborto en la cámara, sino porque el mundo está discutiendo positivamente estos nuevos derechos. En el Encuentro de la Juventud Católica, los gritos fueron impulsados por un par de personas que querían marcar una consigna y, de alguna manera, querían ponerme del otro lado. Yo repetí «Sí a la vida»: esta ciudad todos los días hace mucho por la vida, yo hago muchas acciones por la vida. Creo que fue la expresión de la intolerancia a aceptar que lo que yo estoy discutiendo es que quiero un estado que proteja a las mujeres y que le permita a cada una elegir.
—Hay un reclamo en la Universidad Nacional de Rosario sobre la creación de un protocolo de violencia de género. ¿Cómo trabaja la ciudad ese tema?
—Hace muchos años que en la municipalidad trabajamos sobre la igualdad de oportunidad de hombres y mujeres. Sin embargo, tengo que reconocer que el último tiempo, como las mujeres empezamos a poner en palabra lo que nos sucede y que durante muchos años hemos callado, comienza a aparecer una violencia de género que es invisible a simple vista. Es muy importante rever eso: hay que dejar de invisibilizar esas acciones porque eso permite naturalizar también las mayores violencias, las que matan. Nosotros estamos estructurando un protocolo de trato digno y contra el acoso y la violencia de género en todas las reparticiones municipales. Es muy bueno que haya otros lugares como la universidad donde se empiece a discutir esta invisibilizada acción de los varones, sobre todo docentes con las mujeres, y se comience a debatir el protocolo. Desde el Instituto de la Mujer estamos ayudando a ese proceso.
—¿Siente una responsabilidad extra por el hecho de ser mujer en un cargo ejecutivo? Reconozco que es una pregunta que no se la haría nunca a un hombre.
—Sólo el 6% de los intendentes, alcaldes y prefectos del mundo son mujeres, es decir: intendentas, alcaldesas y prefectas. Somos muy pocas. Yo pertenezco a una red de mujeres alcaldesas donde discutimos la responsabilidad que significa mostrar que podemos. De alguna manera, se siente que hay que demostrar que podemos ocupar cargos de responsabilidad. Muchas veces, ante temas complejos de la ciudad, me han preguntado si pensaba renunciar. En el sentido de si podía soportar determinadas situaciones. Jamás se lo preguntarían a un varón. Siento fundamentalmente la responsabilidad de demostrar que podemos equivocarnos y acertar igual que los varones, y que podemos ejercer esta maravillosa función de representar a toda la comunidad igual que los varones. Con nuestras diferencias, porque no todas las mujeres somos iguales.
Rosario y el narcotráfico
El martes pasado, mientras la selección argentina jugaba el partido amistoso contra Haití, dos hombres balearon la casa del juez Ismael Manfrín, quien había intervenido en el juicio que condenó al líder de la banda Los Monos. Al principio, los vecinos confundieron los tiros con festejos por los goles de Messi. Manfrín no estaba: para preservar su seguridad hacía un mes y medio que había abandonado la casa. Pero el ataque no terminó allí: a pocas cuadras, en otra casa que había pertenecido el juez años atrás, también hubo disparos. El atentado coincidió con el traslado de Guille Cantero y Jorge Chamorro, condenados a 22 y 12 años respectivamente, a una cárcel federal.
—Después del atentado contra el juez Manfrin, ¿cómo está la situación con el narcotráfico? Parecería que no hay solución.
—Creo que es al revés —dice Fein—. Ese mensaje dice que hemos avanzado mucho. Están presos aquellos que han representado tanto dolor y tragedia, que fueron trasladados ese mismo día. Por supuesto, es un proceso complejo que se resiste a que se avance.
—Rosario tiene el estigma de ser «la Chicago argentina». En una época parecía que dejaba de serlo y después aparecieron nuevamente grupos de narcos. ¿Cómo se vive en una ciudad donde está presente esta sensación de angustia?
—Eso lo puede sentir alguien que es de afuera. Los rosarinos creen que viven en una ciudad maravillosa, unida al río, con mucha cultura, con muchos espacios públicos. Y por supuesto, como todas las ciudades, enfrentan la violencia producto de la organización del narcotráfico. Pero lo decimos, lo hablamos y lo combatimos. En otras ciudades, de alguna manera, eso está amparado por el silencio, la invisibilidad o la complicidad. En esta ciudad, en esta provincia, enfrentar al narcotráfico nos produjo terribles secuelas de muerte pero metimos presos desde policías hasta narcotraficantes. Y los índices de violencia han mejorado muchísimo: redujimos un 25% cada año, aunque no se sabe porque no es noticia. Hubo una gran definición estigmatizadora de Rosario, no porque no tuviera la problemática que tiene, sino para situar el problema del narcotráfico en Rosario y no tratarlo como corresponde. El narcotráfico no elige ciudades. El narcotráfico define países, regiones. Es un problema de todo el país y se ha querido circunscribir a Rosario, quizá porque tuvo una particular violencia en algunos aspectos, pero también porque se quiso circunscribir la problemática que hoy todos visualizamos como nacional.
—¿Fue un intento atacar a un partido político o fue para cerrar los ojos y no definir una política nacional?
—Posiblemente se haya debido a varias cosas. Primero, porque gobernaba una fuerza opositora al gobierno anterior y fueron partícipes de definir inclusive a un sector político unido al narcotráfico. Por lo tanto, no puedo negar que pueda haber existido una partidización en poner la problemática sólo en Rosario. También, por una negación de la problemática, porque es compleja y es mejor contarla así, relatarla circunscripta. Pero tarde o temprano la realidad va demostrando que es una problemática compleja instalada en el país. Rosario ha hecho pasos poco conocidos pero muy importantes: tenemos una acción social maravillosa con jóvenes de entre 15 y 30 años, que ha logrado bajar la mortalidad en ese rango de edades y les ha permitido avanzar en procesos que no tienen otras ciudades, de capacitación, de trabajo, de inserción. Competimos con la posibilidad de que para los jóvenes más vulnerables el camino no sea la droga o el delito, si no, justamente, la educación, el trabajo, la inclusión.
La mirada puesta en 2019
—¿Por qué el socialismo gana en una provincia agropecuaria como Santa Fe? Pienso en otras provincias agropecuarias donde no se impone de esta manera.
—Tuvimos la oportunidad de mostrar nuestra calidad de gestión en Rosario, hace ya casi 30 años. Creo que lo hicimos bien. Por supuesto con errores, aciertos y desaciertos, pero con transparencia, honestidad. Mejoramos la calidad de vida de los ciudadanos. Todo eso permitió ir creciendo, llegar a la provincia y a muchas otras ciudades. Se dieron las condiciones de una fuerza política incipiente —éramos muy jóvenes cuando empezamos a gobernar la ciudad— y quizás eso también fue un plus, porque sumamos a muchos actores. El Negro Ielpi, director de Centro Cultural Fontanarrosa tiene una historia en el radicalismo; Chiqui González, ministra de Innovación y Cultura, tiene una historia en el peronismo. Fuimos la síntesis de muchos sectores.
—Usted reemplazó a Miguel Lifschitz, que hoy es gobernador. ¿La municipalidad es un trampolín para llegar a la gobernación?
—No, no, para nada. No creo que sea una carrera esto que hacemos. Esto tiene que ver con una vocación, un compromiso.
—Bueno, pero usted tiene muchos años en cargos públicos, desde la época de Binner, y el año que viene deja la intendencia. ¿Cómo va a seguir?
—Sin duda, trabajando en algún lugar que aporte a construir una sociedad más justa.
—Es una respuesta que podría decir cualquier político.
—Pero es que no tiene que ver con el gobierno provincial, sino con la convicción. Ahora tenemos que discutir la reforma constitucional; estamos en ese proceso donde tal vez se discuta la posibilidad de la reelección del gobernador. También está Antonio Bonfatti, un ex gobernador que está en condiciones de volver a serlo. Por supuesto, también hay gente del radicalismo o de la Coalición Cívica Frentista. No creo que haya un trampolín de la intendencia a la gobernación. Sí creo que, después de gobernar Rosario, no hay nada que pueda superar esta experiencia.
—¿Se ve senadora?
—Me gustaría seguir unida a la ciudadanía en algo que tenga que ver con la transformación social. Yo fui diputada y concejala. Tengo que reconocer que me gustan más los cargos ejecutivos, pero he aprendido mucho en los legislativos. Siempre hay espacios para ambos. No me preocupa demasiado. Sé que voy a seguir participando para construir una sociedad mejor.
Fuente: infobae