La masiva marcha en Barcelona exacerba las divisiones en España

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Diez días después del peor ataque terrorista en años en España, más de medio millón de personas marcharon en Barcelona a favor de la paz, en un acto que, sin embargo, mostró una evidente fractura política.

Con banderas catalanas y abucheos al rey Felipe VI y al gobierno nacional, representado por el presidente Mariano Rajoy, la concentración tuvo un fuerte componente independentista y de repudio a la corona, un tono cuyo caldo se preparaba desde hacía días.

El pasado 17, un doble atentado en esta ciudad y en la costera Cambrils causó 15 muertos y más de 120 heridos. La armonía y la unidad que se declaró en esos días de luto compartido dio paso, ayer, a un nuevo impulso de la agenda independentista del gobierno catalán.

«¡No queremos rey! ¡Queremos República y queremos independencia!», fueron gritos que se escucharon al paso del sector que encabezan Felipe de Borbón y Rajoy.

Los dos sabían a lo que iban. Pero, a pesar de que podrían haber optado por otra salida, eligieron estar allí.

El lema convocante fue «No tenim por» («No tenemos miedo», en catalán). Bajo esa consigna, hubo fuertes aplausos para las fuerzas de seguridad y para los civiles que actuaron en respuesta al ataque.

Fueron ellos los que encabezaron la columna y no las autoridades. Policías, bomberos, médicos, enfermeros y también los taxistas que, en los primeros momentos, trasladaron gratis a los afectados por el ataque.

Se repartieron miles de rosas, donadas por los puesteros de La Rambla, el tradicional paseo donde se produjo el atropello que causó la mayoría de los muertos y heridos.

El final fue con emotivos fragmentos de los poetas Federico García Lorca y Carlos Gamarra, leídos por la actriz Rosa María Sardá y por la activista musulmana Miriam Habiti. Una pieza en violonchelo de Pablo Casals fue el colofón del conmovedor cierre. «¡No tenemos miedo!», coreó la multitud una y otra vez, apenas terminaron los acordes.

Todo fue muy rápido. La marcha arrancó a las 18 (hora local) y, una hora más tarde, el acto central había concluido. Las autoridades nacionales, con el rey a la cabeza, se retiraron entre los mismos abucheos que soportaron durante su transcurso.

Entre los carteles que llamaban a la paz había otros que acusaban al rey y al gobierno nacional de «hacer tratos, mantener negocios y vender armas» a quienes financian el jihadismo.

Muchos de esos carteles tenían fotos del encuentro que, meses atrás, mantuvo Felipe VI con Salman bin Abdulaziz, el monarca de Arabia Saudita, país al que se asocia con apoyos al jihadismo y del que proceden buena parte de sus principales líderes, entre ellos, el fallecido Osama bin Laden.

«Más que marchar con nosotros, deberías pedir perdón y dar explicaciones», reprocharon dirigentes de Candidatura de Unidad Popular (CUP), un partido catalán independentista. «Me da vergüenza coincidir con Felipe VI», dijo, por caso, el senador Carles Mulet, de la coalición valenciana Compromis.

La Nación

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