La mejor «selfie» de Cristina Kirchner

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Los autorretratos, ahora, se llaman selfies. A diferencia de los viejos pintores, que trabajaban largos días tomando como modelo su imagen en un espejo, ahora basta con alargar el brazo, apuntar correctamente con el celular y listo. Es una marca de los tiempos: el autorretrato instantáneo, la selfie. En general, mucha gente las usa para retratarse con el fondo de un paisaje, o con una persona que quiere o en una situación feliz o, simplemente, para matar el aburrimiento. Luego la imagen viaja por algún lado hasta que se reproduce en uno, veinte o cientos de celulares.

La ex presidenta Cristina Kirchner debe haber quedado plasmada en miles de estos autorretratos a pedido de sus numerosos fans desde que empezó la campaña. Pero su mejor selfie, su autorretrato más honesto, y, al mismo tiempo, el más cruel, es el que surge de recorrer los cinco reportajes que concedió en la campaña y en su conferencia de prensa del miércoles: tal vez ella no eligió sacarse esa selfie, pero lo que quedó como resultado ofrece un generoso repertorio de sus valores, su carácter, la manera en que razona y siente.

La campaña que terminará el próximo domingo exhibió a Cristina en dos facetas opuestas. Antes del 13 de agosto, Cristina había decidido ser una candidata muda, apenas el canal de expresión de las víctimas del brutal ajuste que le atribuye a Macri. Después del 13 de agosto, Cristina recuperó el habla y ya no paró de decir sus cosas. No pasan veinticuatro horas sin que conceda un reportaje, ofrezca una conferencia de prensa o pronuncie un discurso.

Antes del 13 de agosto, su equipo sostenía que Cristina tenía chances de ganar solo si se convertía en la herramienta de castigo de Macri pero, al mismo tiempo, disimulaba su presencia. Era el camino que, eventualemte, permitiría captar algo del voto que era opositor pero la rechazaba a ella perforar su techo.

Después de las PASO su campaña sufrió un giro copernicano cuya lógica es difícil de entender. Los trascendidos indican que fue ella misma quien decidió sacarse el corset que le imponían sus asesores extranjeros. La única recomendación que, al parecer, aun acepta es la de no aparecer con su hijo Máximo.

En cualquier caso, la nueva Cristina ha logrado que el recuerdo de ella se complete con un colorido aporte sobre su personalidad real. Al vago recuerdo de tiempos mejores que comparte un sector importante de la sociedad se le sobreimprimió el perfil de quien se propone para recuperarlos. Y así, cada reportaje arrojó nueva luz sobre temas complicados.

Carlos Cué, en El País de Madrid, le preguntó por qué no había presentado hábeas corpus durante la dictadura militar. «Porque no hubo desaparecidos en Santa Cruz», respondió ella.

Rápidamente, le recordaron a Cristina desde su provincia los nombres de los desaparecidos que ella no defendió entonces ni recuerda ahora.

Samuel Chiche Gelblung le preguntó por primera vez sobre la tragedia de Once. «El tren frenó en todas las estaciones antes, pero el chofer no accionó el freno. Si vos no frenás y te estrellás, bueno», dijo ella. De esa manera, Cristina intentó que toda la responsabilidad por los 51 muertos de Once cayera sobre un obrero ferroviario de 26 años al que le habían entregado un tren destruido, sobrecargado de pasajeros y con frenos deficientes. A diferencia de Cristina, la Justicia ha atribuido la mayor responsabilidad en la tragedia a la corrupción y desidia de riquísimos empresarios y poderosos ex funcionarios.

Si se observa en detalle, las dos reacciones comparten un patrón: en su relato, ella siempre es inocente, no importa si para llegar a esa conclusión hay que olvidar desaparecidos o cargarle la culpa de la tragedia de Once al único trabajador acusado.

La entrevista más reveladora fue, con todo, la que le realizó Elizabeth Vernaci esta semana en Radio con Vos. El clima cordial que creó la conductora produjo un efecto notable: que apareciera una Cristina inédita, sin filtro, completamente fuera de libreto, lo que ratifica que no siempre las entrevistas serias o de confrontación producen los mejores resultados.

Hay en esas dos horas de grabación una material muy rico sobre la mujer que marcó tanto la historia reciente del país.

A eso se le agregó la intervención de Alejandro Bercovich, el periodista del equipo. Bercovich le preguntó sobre el dinero que recibió Sergio Spolszki, el dueño de media docena de medios kirchneristas, que luego del cambio de Gobierno dejó un tendal de trabajadores a los que no les pagó ni salarios ni indemnizaciones.

La respuesta textual de la ex presidenta fue: «Bueno, mirá. A ver… La pauta publicitaria era para cantidad de medios de todo el país… Imposible, de última… querer hacerte responsable de lo que puedan hacer concesionarios… O, bueno, cuando evidentemente… Por lo menos durante nuestra gestión… no pasaba… no teníamos conocimientos… Esto es por lo menos lo que yo sé… Durante nuestra gestión todos los trabajadores… eh… cobraban sus salarios, estaban en orden…».

Bercovich pidió precisiones:

-Pero en la asignación de pauta de la Jefatura de Gabinete los medios de Szpolski son, por lejos, los que más recibieron. Recibieron 814 millones de pesos entre 2009 y 2015.

-No creo que sean los que más. Yo te puedo decir ahora que si ves la pauta publicitaria de los medios… es Clarín…

-Pero ¿por qué…?

-También vas a encontrar cosas que antes no sucedían como periodistas que tienen pautas en websites….

Curiosidades del destino, o no tanto: detrás del vidrio observaba todo Hernán Reibel Meyer, el dirigente de La Campora que había entregado el dinero público a Spolszki, desde la Subsecretaría de Compunicación Pública, entre 2014 y 2015. Reibel es la mano derecha de Cristina en el manejo de la relación con los medios. Su mujer, Desiré Cano, fue jefa de personal del grupo Indalo y comandó el operativo para despedir a cientos de trabajadores del canal CN23 y de la productora Pensado Para Televisión. En ese proceso en el que participaron personas tan cercanas a Máximo y Cristina, los despedidos recibieron peor trato que los de Pepsico. En los primeros tramos del reportaje, Reibel hizo lo imposible por impedir la entrada de Bercovich al estudio.

Un episodio más delicado se produjo cuando Bercovich preguntó sobre el Indec. Cristina explicó que el Indec de Todesca miente y desvió el diálogo al describir extensamente el período de bonanza que, según su percepción, vivió la Argentina durante su Gobierno. Cuando el periodista intentó repreguntar, lo cortó entre risas.

-Bueno, basta Bercovich, ya está, ahora te vas del estudio. Te echo yo.

Y no respondió.

Unos minutos antes, se había desentendido de la suerte de un colaborador suyo de toda la vida. «No pongo las manos en el fuego por De Vido», fue la frase que más repercutió de esa nota tan especial.

Un día antes, CFK había convocado a una conferencia de prensa en la que acusó a Mauricio Macri de planificar su desaparición física. Vale la pena citar el fragmento completo porque, una vez más, revela un costado muy llamativo de la personalidad de CFK: «El Presidente tiene un listado negro de unas 500 de personas y que él interpreta que si no estuvieran en Argentina y las mandaran en un cohete a la Luna se acabarían los problemas del país. Sé que debo encabezar esa lista. No tengo ninguna duda de que la encabezo. Si me meten en un cohete para mandarme a la Luna, suponiendo que la misión tuviera éxito, me moriría, porque en la Luna no hay vida. Con lo cual no me resta más que pensar que se trata de un eufemismo de los que tendrían o tendríamos que desaparecer en Argentina para que Argentina no tuviera problemas».

A esa percepción de la realidad colaboró una vez más el periodista Horacio Verbitsky cuando esta semana comparó la metáfora del cohete a la luna con las listas negra que la Triple A difundía en la revista El Caudillo, antes de asesinar a quienes las integraban. «Se ha desatado una cacería sobre mi persona», advirtió.

Antes del inicio de la campaña, el ex ministro Axel Kicillof había sostenido que «lo que se debe discutir en esta elección no es el Gobierno de Cristina sino el ajuste de Macri». La decisión de exponerse tenía un riesgo obvio: que ocurriera lo que Kicillof temía. Así las cosas, las víctimas del gobierno desaparecieron de un escenario que quedó monopolizado por ella. Y la agenda empezó a girar hacia los puntos más conflictivos para la ex presidente. En ese contexto, Cristina se empezó a enredar a cada paso. ¿Que sentido tendría para un candidato pelearse con Mirtha Legrand en el último tramo de campaña? ¿Le aporta o le quita votos? ¿»Cara de orto» será una expresión que suma o que resta, más allá de si es pertinente o no para el caso?

En un momento de la entrevista en Radio con Vos, Cristina le dijo «trosko» a Bercovich.

«¿Sos trosko vos? ¿Por qué tenés fama de trosko?». Luego intentó que se hiciera kirchnerista porque esa sería, en su punto de vista, la única manera de incomodar el poder.

En apenas siete días, se verá si realmente ella incomoda al poder o si es, una vez más, como lo ha sido en los últimos años, un regalo fantástico que el destino le ha regalado a Macri para que hoy sea quién es, el enemigo autodestructivo que cualquiera quisiera tener enfrente.

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