La negociación con el FMI comienza sin un acuerdo político que avale un mayor ajuste fiscal

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En la soledad del poder, Mauricio Macri y Nicolás Dujovne sacan cuentas y controlan partidas presupuestarias para satisfacer al nuevo acuerdo político cerrado entre la Casa Rosada y el directorio del Fondo Monetario Internacional que representa Christine Lagarde.

Si Macri y Dujovne pretenden que el FMI adelante los millones de dólares necesarios para cancelar la deuda que vence con los bonistas en 2019, el Presidente y su ministro de Finanzas deberán reducir el déficit público a niveles nunca vistos en la historia de la Argentina, una decisión institucional que aún no tiene consenso adentro de Cambiemos y menos todavía entre los gobernadores peronistas que apoyan el diálogo político.

Dujovne se reunirá con Lagarde en Washington sin el respaldo del Congreso, que tiene que sancionar el ajuste fiscal a través del presupuesto 2019, y sus bloques del oficialismo y la oposición no poseen hasta ahora un solo dato cierto para anunciar que respaldarán las nuevas metas que acordó Argentina con el FMI.

Cuando se aprobó el primer Memo de Entendimiento, la meta presentada por Dujovne era bajar el gasto público de 2,7 del Producto Bruto Interno (PBI) en 2018 a 1,3 del PBI en 2019. Esa meta provocó una fuerte negociación adentro de los socios PRO de Cambiemos –María Eugenia Vidal en Buenos Aires y Horacio Rodríguez Larreta en la Ciudad de Buenos Aires-, con los aliados de Cambiemos –los gobernadores radicales de Mendoza, Jujuy y Corrientes- y con los gobernadores peronistas que se sientan a dialogar más allá de sus obvias aspiraciones de poder.

Esa negociación había sido cerrada a regañadientes con socios del Pro y sus aliados radicales, y estaba muy retrasada con los gobernadores justicialistas que lideran Juan Manuel Urtubey (Salta) y Juan Schiaretti (Córdoba). El dólar en estampida y el riesgo país en alza desembocaron en un nuevo acuerdo con el Fondo, que convirtió en papel mojado lo negociado hasta este momento.

Urtubey viajó junto a Macri al Paraguay para participar de la jura del presidente Abdo Benítez. El gobernador peronista tiene buena relación con el Presidente y le planteó sus dudas acerca del acuerdo político que se estaba empujando desde Balcarce 50. A Urtubey no le gusta que los ministros de Macri corran las líneas de negociación todos los días y menos le gustó que el Presidente ratificara esa estrategia para llegar a un eventual pacto político con la oposición dialoguista del justicialismo. El gobernador, con habitual buen humor, se bajó del avión con la sonrisa congelada.

Alfredo Cornejo es gobernador de Mendoza y titular de la Unión Cívica Radical (UCR). Macri lo aprecia como dirigente, aunque no le gustó que hubiera planteado en público su perspectiva sobre los aumentos de tarifas que se cocinaban cuando Juan José Aranguren todavía era ministro de Energía. Cornejo empujó la renuncia de Aranguren con sus opiniones, y ahora el gobernador se apresta a librar otra batalla para lograr que las nuevas metas del FMI no funcionen como napalm en los sectores más castigados de la sociedad. La UCR acompañará la reducción del gasto, pero no cómo lo está diseñando Macri y su ministro Dujovne.

Urtubey y Cornejo coinciden en sus perspectivas políticas. Entienden la lógica política del ajuste y asumen la debilidad política de Macri. Sin embargo, consideran necesario que el Estado actúe como factor político y que los costos de la reducción del gasto público sean pagados por los sectores más poderosos de la Argentina. Urtubey y Cornejo no aceptarán una poda estilo FMI modelo década del 90, y tampoco convalidarán un ajuste que no establezca ciertas retenciones sobre los conocidos ganadores del modelo económico.

La confluencia de Cornejo y Urtubey pone en jaque el plan de ajuste que prepara Dujovne bajo las órdenes de Macri. El ministro quiere recortar el gasto pero tocar las retenciones al agro es un recurso que se aplicará en caso extremo. El Presidente y Dujovne saben que no tienen margen para actuar con total intransigencia política: Cambiemos no tiene mayorías en el Congreso, y menos aún si no hay acuerdo con los aliados coyunturales del Gobierno.

En este contexto, y pese a las reglas básicas de la política, Dujovne negociará con Lagarde un acuerdo que no cerró en su frente doméstico. El Parlamento comparte la necesidad de despejar la hipótesis del default para los bonistas que tienen que cobrar en 2019, pero los legisladores –oficialistas y opositores – no quieren pagar por un ajuste que se hizo con escaso consenso político.

Este dato ya está en manos de Macri. Sin embargo, las negociaciones del presupuesto 2019 se emprenderán cuando se conozcan los términos de la nueva propuesta que presentará Dujovne a Lagarde. Y las nuevas metas serán conocidas por los legisladores horas antes de que el ministro vuele rumbo a Washington, una situación que no cae simpática entre los socios de Cambiemos y los gobernadores dialoguistas del peronismo.

Dujovne cree que la situación se resolverá y que el memo con el FMI se aprobará -bajo la forma de presupuesto- antes de fin de año. El ministro de Hacienda, se sabe en la Casa Rosada, es un optimista por naturaleza.

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