La negociación con el FMI también condiciona el pacto con los gobernadores

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El tema dominante ya está anotado: una mayor reducción del déficit. Números, por ahora no hay. Y eso explica que las reuniones que viene manteniendo Mauricio Macri con los gobernadores –y las que seguirán la semana próxima- sean básicamente un mano a mano para establecer un compromiso político que los vuelva a reunir cuando asomen las cifras reales de achicamiento del gasto. Eso, admiten en el oficialismo, sería una vez cerrada la negociación con el FMI.

Precipitada por la crisis cambiaria y el temblor más amplio que provoca siempre una escalada del dólar, la búsqueda de un acuerdo con los jefes provinciales –los peronistas y también el quinteto de otras fuerzas- surgió como una necesidad política para la imagen de gobernabilidad y añadió de inmediato el componente presupuestario, el más sensible y difícil.

Faltan las cifras, la discusión sobre las cargas nacionales y provinciales del ajuste y tal vez otros rubros. La idea de un «gran acuerdo nacional» –para los más memoriosos, con lejanas remembranzas lanussistas- aún está en discusión y hasta podría variar el nombre en función de puntos concretos que puedan sumarse en materia de desarrollo económico y un piso de resguardos sociales.

De todos modos, está dicho, el núcleo será cómo achicar el déficit y en qué medida. Los gobernadores peronistas vienen manteniendo contactos cruzados pero por ahora no arriesgan posiciones públicas terminantes. A mitad de esta semana, algunos de ellos aprovecharon un encuentro regional en Tucumán para ir tanteando el tema, con el implícito de la resistencia a un entendimiento que de manera evidente signifique compartir costos políticos con el Presidente.

El encuentro fue algo menos nutrido de lo que se dejaba trascender, aunque igualmente significativo. Fue armado sobre la marcha, aprovechando la cita formal tucumana y luego de suspender la reunión que iban a realizar el martes, para no agregar condimentos a la jornada de la megarenovación de Lebac. Además del anfitrión, Juan Manzur, estuvieron el cordobés Juan Schiaretti, el salteño Juan Manuel Urtubey, el chaqueño Domingo Peppo y el riojano Sergio Casas.

Lo que dejaron trascender fueron un par de señales políticas razonables hacia el Gobierno nacional y no menos prevenciones en materia económica, específicamente frente al objetivo presidencial de «acelerar» –no se sabe hasta qué punto- la reducción del déficit en la perspectiva de 2019.

El mensaje político, expresado en la práctica, apunta en primer lugar a darle aire a la convocatoria de Macri. Eso, con la ratificación de que el peronismo alineado en mayor o menor medida con los jefes provinciales no va a «cascotear» las tratativas con el FMI y menos aún a jugar en el Congreso con el tema. Esperarán los resultados de esa negociación, que por otro lado impactará de lleno en las negociaciones del acuerdo Nación-provincias sobre el déficit.

Por supuesto, anticiparon críticas al ajuste. Rechazan que el centro del planteo presidencial esté puesto en el déficit y no en el crecimiento de la economía, como base para lograr de manera escalonada un equilibrio de las cuentas públicas. A eso, naturalmente, agregan la inquietud sobre el impacto que podría tener en las provincias, en las más ordenadas que, dicen, son la mayoría y en las que arrastran complicaciones.

Más allá de las declaraciones, y del juego político para librarse de costos y cargarlos en el Gobierno nacional –al que responsabilizan por el actual cuadro, agravado por los factores externos-, resulta si se quiere curioso que la fundamentación de su postura sea similar a la que sostiene el oficialismo bajo el rótulo de gradualismo.

Fuentes del oficialismo, algunas apesadumbradas porque está en juego seriamente el núcleo de su proyecto, señalan que el camino gradual, con aliento a un moderado pero sostenido crecimiento de la economía –cinco años, al 3 por ciento-, suponía un ajuste extendido en el tiempo para hacerlo llevadero socialmente, y demandaba financiamiento externo, imaginado declinante en la medida que fuera decreciendo el déficit.

Las complicaciones externas, los errores propios –en parte, admitidos por Macri- y la crisis cambiaria alteraron los planes y ahora el Gobierno habla de acelerar la reducción del déficit. ¿Hasta qué punto y recortando qué rubros? Eso depende en buena medida de lo que ocurra en las negociaciones con el Fondo.

La expectativa del Gobierno en las tratativas con el FMI está puesta en lograr un entendimiento que establezca metas pero no puntos específicos sobre su aplicación rubro por rubro, según describen en medios oficiales. No parece sencillo, pero en eso trabajan los negociadores. Al final del recorrido podrá evaluarse también la traducción práctica de los significativos apoyos internacionales recibidos y de las consideraciones políticas sobre el papel regional de Macri.

El resultado, se ha dicho, sería determinante para que las conversaciones con los gobernadores pasen al terreno de los números. Entre tanto, el Presidente sumó a su agenda contactos con jefes provinciales peronistas de relación más tensa con el Gobierno, como la catamarqueña Lucía Corpacci, y con gobernadores de fuerzas locales y más amigables, el neuquino Omar Gutiérrez y el rionegrino Alberto Weretilneck. La semana que viene seguirá el listado.

Macri, puesto en el terreno de la autocrítica, reacomodó la relación entre su equipo económico y el Banco Central. También decidió desandar otros caminos: recompuso su circuito más cercano, con mayor exposición del sector más político de su propia fuerza y de los socios de la UCR y la CC. Son gestos sometidos, como todo, a la prueba de los resultados.

Está visto que las necesidades –frente a bruscos cambios de coyuntura- pueden precipitar reconsideraciones, como las expresadas en los últimos días por Macri. Pero en otros terrenos, el paso del tiempo y la modificación de las condiciones políticas no ofrecen necesariamente las mismas chances.

Lejos de un pacto amplio –siempre materia de discusión para políticos y politólogos-, la suerte del acuerdo con los gobernadores será jugada en un paño que no luce como hace pocos meses, apenas pasadas las últimas elecciones.

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