La novia de la «Tía Porota», la historia de la artista que pintó el cuadro que Cristina Kirchner le reclama a Bonadio

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Daniel Scioli ya había perdido las elecciones, Cristina Kirchner ya había dejado el poder y se encontraba recluida en El Calafate al llegar su primer cumpleaños fuera de la Casa Rosada; fecha en la que un grupo de jóvenes del Peronismo Militante fue a ver a la artista plástica Nora Patrich a quién le quisieron comprar un cuadro pero ella no lo quiso vender. Se los regaló con una carta.

Después de una delicada operación en 2010 que la dejó casi ciega, empezó de a poco a recuperar la vista de un ojo y a modo de terapia pintó un cuadro pensando en Eva Perón, en Cristina Kirchner y en la llegada de los españoles a América. Por eso cuando Ramiro Solveira le dijo que era un regalo para la ex presidente eligió, entre todos los que tenía hechos, «Sangre Derramada-Patria mía», uno de los cuadros que la justicia incautó en el marco de los allanamientos ordenados por Claudio Bonadio en la causa que investiga una asociación ilícita entre la administración kirchnerista y grandes empresas para el pago de coimas en la cual el juez procesó con prisión preventiva a Cristina Kirchner.

«Querida compañera», inició la misiva que envió. «Nací en el 52, más o menos para cuando mi padre y su hermano comenzaron a fabricar la ‘Refrescola, la bebida popular'». Y le contó que empezó a militar a los 16 -«fuera de mi cuna dorada»- y que perdió en la dictadura a su primer marido Horacio Machi, y a sus cuñados. Pasó de estudiar filosofía y letras a la carrera de arquitectura aunque le gustaba el arte. Montaba obras de teatro en las villas. Se casó a los 20 después de convencer a su padre para que firmara la autorización. Machi era estudiante de arquitectura, había impulsado la Juventud Universitaria Peronista y pronto fue el responsable en Rosario de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. A los 24 años, viuda y con dos hijos, un varón de dos años y una beba de dos meses, Patrich se exilió primero en Israel y España y luego en Cuba. Para escapar de Argentina sus padres –  Simón y Leah Patrich – la obligaron a cambiar su nombre por uno judío pensando que así la salvaban.

«Regresé a la Argentina gracias a Néstor», recordó cuando dejó Canadá previo paso por México. Realizó el monumento ‘Del cielo los vieron llegar’ emplazado en la Plaza Colón, detrás de la Casa Rosada, en recuerdo al bombardeo de Plaza de Mayo en 1955 e inaugurado por Cristina Kirchner en 2008.  Tuvo cáncer, el primer sarcoma a los 4 años y el último, cuando se quedó en Argentina de regreso y en pareja con el periodista e historiador peronista Roberto Baschetti.

Parte de su historia está narrada en ‘La Guardería Montonera, la vida en Cuba de los hijos de la Contraofensiva’. A la isla llegó en 1980 con sus dos hijos y se ocupó de cuidar a los hijos de otros militantes que se sumaron a la Contraofensiva planeada por Montoneros. En La Habana se puso de novia con el único hombre que cuidaba a los niños en la casa de la Calle 14, a pocas cuadras de donde Mario Firmenich y Fernando Vaca Narvaja, los jefes de la agrupación, compartían oficina en el barrio Miramar y desde donde daban las directivas para las distintas acciones, fueran armadas o no.

Allí Patrich se enamoró por un tiempo de «La tía Porota», el militante montonero Hugo Fuseck que al mediodía se disfrazaba de mujer con las polleras de su novia con el sólo objetivo de distraer a bebés y niños pequeños que quedaron bajo su custodia mientras sus respectivos padres regresaban en forma clandestina a la Argentina.

En la isla, junto a Susana Croatto y Estela Ceresetto, Patrich entretenía a los chicos. Les cortaba el pelo, a todos los dejaba iguales, y a las nenas les hacía vestidos, también casi idénticos, cuando los cubanos de las Tropas Especiales de Fidel Castro les llevaban algunas telas.

Por distintas circunstancias, desamores incluidos, terminó dejando «la guardería» para instalarse en Canadá en 1982 e iniciar finalmente una carrera como artista.

Los padres de Patrich, pintora, escultora, grabadora y muralista, fueron dueños de galerías de arte en Argentina, Brasil y Estados Unidos. Vendían entre otras obras del «Grupo Espartaco» que lideró el maestro de Nora, Ricardo Carpani, un artista y militante social.

También integró el Espartaco quien fuera su pareja durante 23 años, Juan Manuel Sánchez. «Es uno de los artistas más completos, muy reconocido», dice con admiración Patrich aunque hace años dejó de ser su mujer y comparte con él obras en común.

En otra pared de la casa de Cristina Kirchner en El Calafate había un cuadro representativo de ese Movimiento que la ex presidenta reclamó, uno de «Mario… no recuerdo, me lo habían regalado cuando Néstor era gobernador, en el noventa y algo… Mario Mollari, Mario Mollari», repitió cuando logró recordar al artista de la cultura latinoamericana que nación en 1930 y murió en 2010.

Como él, Patrich pintó murales algunos de los cuales se encuentran en la Universidad Simon Fraser de Vancouver, en Canadá, y también los hay en otros edificios públicos y sindicatos canadienses. En Argentina pintó en La Boca, en Rawson y en lugares emblemáticos para ella, por su historia política, como el Hospital de Campo de Mayo donde funcionaba un centro clandestino de detención y una maternidad clandestina.

Patrich no fue integrante del «Grupo Espartaco» como erróneamente señaló la ex presidente en el video donde mostró cómo quedó su casa de El Calafate tras el allanamiento. Tampoco es Patrick su apellido como transcribieron en el subtitulado. Sí fue curadora de muestras del Grupo y guarda una enorme colección de revistas que venera sobre sus integrantes, todos ellos su inspiración y autores de obras que su padre, Simon, vendió en San Pablo y Los Ángeles, incluso a algunos actores de Hollywood.

Recibió varios premios, entre ellos la Distinción de la Cámara de los Comunes de Canadá (Ottawa) en 1995; el Premio del Teniente Gobernador de la Colombia Británica en 1996 y en el 2001 su nominación al premio Mujer Distinguida (YMCA de Vancouver, Canadá). Una de las últimas distinciones, el Diploma de Honor Juana Azurduy, lleva la firma de Gabriela Michetti como presidenta del Senado de la Nación.

«Sólo puedo decir gracias por esos años de paz», se despedía Patrich en su carta a Cristina Kirchner a quien personalmente vio sólo una vez. Le deseaba feliz cumpleaños y le escribió, con épica setentista y mayúsculas y signos de admiración: «¡Volveremos! ¡Venceremos!»

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