La Patria es un dolor que aún no tiene bautismo

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Imagen Ilustrativa Infobae

PorJulio Bárbaro

Mi generación deambuló entre el héroe y el villano. Miles de jóvenes entregaron sus vidas al servicio de una causa que imaginaban noble, muchos sufrieron secuestros y exilio, dolores y castigos de todo tipo. Aquellas pasiones habían nacido en Cuba, en el Mayo de París, en la guerra de Vietnam, en la liberación de Argelia, en aquella Unión Soviética que surge como promesa y se despliega como genocida, en suma, un mundo convulsionado pero lleno de vitalidad. Parecían dibujarse las nuevas fronteras que delimitaban geografías ideológicas capaces de instalar la modernidad. El Siglo XX se inició con las revoluciones y culminó con los nacionalismos, terminaron imponiéndose las reivindicaciones de las culturas, de las tradiciones en las antiguas colonias. El Mercado Común fue el fruto sabio de la madurez de Europa, el poder de los negocios se vio limitado por la dignidad de las naciones con genuino sentido patriótico y el sueño del marxismo universal culminó en desmesurados capitalismos de Estado.

Nosotros quedamos mal ubicados, con profusión de bancos y escaso patriotismo. Porque el liberalismo es virtuoso cuando incita al esfuerzo productivo y se vuelve nefasto en el momento en que decide destruir las industrias propias para comprar al extranjero despojando al país de trabajo y capital. Eso vino a hacer el último golpe, el del 76 y su ominosa dictadura. Es cierto que los estatistas son imprescindibles al hacerse cargo de las necesidades colectivas y se vuelven nefastos cuando se ocupan solo de sus propias necesidades y terminan empobreciendo a aquellos que los eligieron para que los representen. Las ideologías son instrumentos que, convertidos en dogmas o degradados en mitos salvadores, terminan siendo plagas que enferman y empobrecen a las sociedades.

Denuncian a la casta los verdaderos dueños de esta atroz oligarquía y sus empleados, tan bien rentados que llegan a autopercibirse como miembros de esta perversa modernidad. La dirigencia toda, política, empresarial y sindical dejó de ser patriótica, pues el solo hecho de que presencie, sin denunciarlo, el intento de entrega de la moneda desnuda que la mediocridad del economicismo se impuso por sobre el orgullo nacional de nuestros mayores y el humanismo de nuestro ayer cercano.

Fuente Infobae

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