La sorpresiva resurrección de Macri al final de un año horrible

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¿Es posible que un presidente sea reelecto luego de un año en que la inflación fue la más alta de la década, la pobreza subió de manera exponencial y el salario real haya perdido, como mínimo, un 10%? La respuesta que sugiere la experiencia internacional es negativa: casi no hay ejemplo en el cual un Gobierno pueda ganar las elecciones con resultados económicos tan desastrosos. Sin embargo, en estos días los encuestadores están sorprendidos porque, una vez más, Mauricio Macri amenaza con desafiar la ley de la gravedad.

El primer indicio le llegó al Gobierno el lunes posterior al cónclave del G20. Ese día el equipo de Jaime Durán Barba difundió entre distintos miembros del Gabinete una encuesta de alcance reducido -tracking diario, es el nombre técnico- que reflejaba un sensible crecimiento -cercano a los 10 puntos- de la imagen positiva del Gobierno. Cuando sucede un movimiento tan brusco, suele ocurrir que se disipa a medida que se aleja el hecho que lo gatilló. Sin embargo, sucesivos sondeos, en las dos semanas siguientes, confirmaron la tendencia.

En los últimos quince días, varios encuestadores registraron esa tendencia. La empresa Synopsis, una de las que anticipó con precisión el resultado del 2017, mide cada tres meses el resultado eventual de un balotaje entre Mauricio Macri y Cristina Kirchner. En marzo de este año, antes del estallido de la crisis, la diferencia a favor de Macri parecía irreversible: 49,4 a 33,5. En junio, luego de la primer megadevaluación, se redujo: 44,6 a 37,4. En septiembre, el resultado ya era parejo: 45,8 a 42,2. La última medición muestra un cambio de tendencia respecto del resto del año porque la brecha a favor de Macri volvió a ampliarse: 49,4 a 44,1. Proyectado, Macri tendría 5,9 puntos de diferencia a favor: ganaría 52,9 a 47,1. Por su parte, la Universidad de San Andrés difundió el 8 de diciembre su estudio bimensual. También allí se puede percibir una diferencia bastante consolidada entre Macri y Cristina. Entre el voto seguro y el posible, Macri lograría un 41% de los votos y Cristina apenas un 28. Quienes jamás votarían a Macri, en esta encuesta suman un 49%.

Es una cifra altísima pero mucho menor a la del 64% que rechaza de esa manera terminante a la ex presidenta. Los números serían algo más holgados si se presentara María Eugenia Vidal, algo que preocupa a los estrategas de Cristina: alguien que dice que vota a Vidal, en última instancia, votará a Macri contra Cristina. «Si bien es clara la caída en el apoyo electoral que sufrió el Gobierno entre junio y julio, producto de la crisis económica y política, los indicadores de aprobación, expectativas futuras e imagen parece estar frenando la tendencia en caída que sufrió el Gobierno».

Las encuestadoras más grandes -Poliarquía y Aurelio- están cerrando encuestas grandes en estos días. Pero en ambos casos, los números preliminares confirman la percepción de que en las últimas semanas se habría registrado un crecimiento en la imagen presidencial y de gestión por primera vez desde marzo. Aurelio, por ejemplo, realiza desde hace meses una medición donde enfrenta solo a Macri y a Cristina. Suele dar muy pareja pero siempre a favor de Macri: 3 puntos en los meses normales, 4 en los buenos para el oficialismo, 1 en los malos. En noviembre, sin embargo, Cristina por primera vez apareció arriba. En los próximos días se verá que las curvas han vuelto a invertirse. Algunas mediciones llegan a registrar un crecimiento de la imagen del gobierno de 6 puntos porcentuales.

Si se comparan año a año, la caída del respaldo al Gobierno es muy importante. Pero es la primera vez desde que el dólar empezó a subir que la curva se invierte. Y, fuera como fuera, que en todas las encuestas Macri aparezca aun como un candidato competitivo parece un milagro, algo difícil de entender.

En tren de buscar explicaciones, los encargados de estos estudios arriesgan que la desaceleración de la inflación, la estabilidad del dólar, la organización exitosa del G20 y la sintonía de una mayoría con las ideas implícitas en el Protocolo de Seguridad han jugado un rol importante en esa remontada. En algún sentido, tiene lógica que la población de un país opine mejor de un Gobierno que controla algunas variables que de uno que no existe o está sujeto a las violentas fuerzas del destino. Por eso, en los próximos meses, será clave para el Gobierno el control de la variable clave, que es el precio del dólar.

En ese sentido, hay una pregunta que permanece sin contestar, una evidente espada de Damocles. En cada elección se produjo una fuga de capitales monstruosa. El Banco Central tiene prohibido intervenir hasta que el tipo de cambio llegue a 48. ¿Que pasará cuando a uno de los jugadores grandes del mercado se le ocurra comprar, de un saque, una cifra importante de dólares? Si el Banco Central no puede vender, el salto será grande y vertiginoso. Algunos analistas serios sostienen que será imposible que no salte por los aires la tapa de la Caja de Pandora. En ese caso, el dólar volverá a volar y los números a hundirse, ya mucho más cerca de las elecciones. ¿Habrá algún antídoto contra eso? La suba sostenida del riesgo país es una gran advertencia en ese sentido.

La gran paradoja de estos estudios es que se producen en un momento en que la opinión social sobre lo que ocurre en el país es abrumadamente negativa. En la encuesta de la Universidad de San Andrés, el 65% cree que el país está peor que el año pasado contra el 14% que opina lo contrario, el 38% opina que va a estar aun peor el año que viene, contra solo el 28 que cree que va a mejorar, el 62% desaprueba la gestión del Gobierno contra el 35 que la respalda, el 76% se manifiesta completamente o algo insatisfecho, contra apenas el 21 que siente algún grado de satisfacción. Esos números son muy congruentes con los de inflación, pobreza, desocupación, PBI, crecimiento de la deuda, consumo. En estos tres años, todo lo que debió subir, bajó, y lo que debió bajar, subió.

Creer o reventar.

La elección del año que viene tendrá un resultado parejo y abierto hasta último momento. Así fue en 2015 y 2017, cuando Cambiemos ganó por muy poco, ayudado por errores serios de Cristina Fernández en la designación de candidatos y en la decisión de partir el Partido Justicialista. Macri es una figura mucho más débil que en esas elecciones. No hay motivo para pensar que la pelea está definida.

Que luego de este año Cristina no aparezca liderando claramente la carrera es una muestra más del consistente rechazo que recibe en gran parte de la sociedad. Que luego de todo lo que se sabe de Cristina, Macri no lidere claramente, es una muestra clara del rechazo que provoca su gestión de Gobierno. Será una pelea entre dos lideres muy resistidos y debilitados por las malas gestiones que condujeron.

Una llevó la inflación a 24, y el otro a 48. Una mantuvo la pobreza alrededor de 30 luego de una década donde el país recibió una fuerte inyección de dinero. El otro la aumentó más aún. En los dos espacios hay candidatos mejores que Mauricio y Cristina. María Eugenia Vidal es mucho más querida que su jefe. Axel Kicillof, en varias encuestas, aparece con más posibilidades de ganarle a Macri. Pero Mauricio y Cristina son los jefes y no se bajan. Ese egoísmo es el que tiene al país encerrado en un laberinto.

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