La vida después del fuego: «Me tiró insecticida en el cuerpo y prendió el encendedor»

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Es de noche, Macarena ya está acostada. Matías, su marido, sube, quiere tener sexo, ella le dice que no, que se vaya de la casa de una vez, que no aguanta más. Macarena se levanta de la cama, baja, entra al baño. Cuando sale, él está ahí parado, esperándola. Tiene entre las manos una lata grande de un insecticida que se usa para curar madera. Con el mismo gesto con que se tira un baldazo de agua, le tira encima el contenido de la lata. Después, prende el encendedor. Macarena se revuelca en el piso para apagar las llamas pero le cuesta: la casa está en obra y si no encienden el motor, casi no hay agua. Después, él llama a la Policía, vuelve, se agacha y le hace una advertencia al oído. Cuando la Policía entra, Macarena les dice que fue ella, que se prendió fuego sola.

Macarena Alba (39) abre la puerta del departamento en el que vive, en el centro de Moreno. Abre con la mano derecha: después de los injertos que le hicieron en las zonas quemadas con piel sana que le sacaron de las piernas y de la panza, los dedos de la mano izquierda quedaron más cortos, tirantes, rígidos y en forma de pinza. Con la mano derecha, ceba un mate.

«Lo conocí en una feria donde trabajábamos los dos, acá en Paso del Rey. Era un enfermo de celos pero al principio no me pareció grave. Empezó con un empujón, un tirón de pelo, una cachetada. Como veía que yo no me defendía o lo perdonaba, cada vez era más fuerte. Hubo muchos indicios que yo no pude ver. Mi familia había sido muy violenta, mis viejos se mataban, y para mí eso era algo normal».

Durante el primer embarazo, Matías aplicó «la ley del hielo»: «Casi no me habló durante todo el embarazo. Decía que yo me había embarazado para atraparlo a él, que no me quería y que se tenía que quedar conmigo por el bebé». Un año después del nacimiento del primer hijo en común, Macarena quedó embarazada del segundo. Esos chicos, que ahora tienen 9 y 10 años, están acá, en el departamento de Moreno. Desde una habitación lejana y armada con Durlock se escuchan los dibujitos.

«Hubo una vez que me persiguió con un cuchillo. Me lo quiso clavar en la panza y yo puse la mano. Sangró mucho, los nenes en el medio, llorando. Otra vez me corrió con un cable enchufado, lo usaba como picana. Vivíamos en el primer piso y yo corrí hasta la ventana. Su placer era ver ese momento en que me acorralaba y yo me daba cuenta que si me quedaba me picaneaba y si saltaba me quebraba toda».

Macarena se separó varias veces, varias veces volvió. Pesaba en el «qué dirán»: «Como yo tenía a mi hija del primer matrimonio y dos hijos con él, me daba vergüenza. Pensaba que iban a decir: ‘mirá ésta, un hijo de cada tipo y otra vez se separa. Además quería que ellos tuvieran una familia».
Fue el 3 de junio de 2012 la noche en que le prendió fuego. Exactamente el mismo día que se eligió, tres años después, para hacer la primera marcha #NiUnaMenos. «Me acuerdo que me revolqué en el piso. De la cintura para arriba estaba envuelta en fuego. No había agua, solo un poco adentro de una ducha eléctrica, me mojé como pude. Cuando ya me había apagado me seguía revolcando, el ardor era impresionante».

Este es el insecticida y preservador de madera que le tiró encima antes de prender el encendedor.

Macarena recuerda que él salió, hizo un llamado y, antes de abrirle el portón a la Policía, entró y le dijo al oído: «Tené cuidado con lo que vas a decir porque cuando vos te vas de acá al hospital yo soy el que me quedo con los chicos». Macarena obedeció.

Llegó a la clínica del Buen Pastor, en Lomas del Mirador, con el 40% del cuerpo quemado. «Me desperté dos meses después. Me contaron que cuando llegué los médicos pensaron que no pasaba de esa noche. Entraba tres veces por semana al quirófano, me sacaban piel de las piernas para ir reconstruyendo los brazos, el cuello, la cara. Era un sufrimiento que no puedo explicar».

No era sólo el daño estético. Los gases que había inhalado le afectaron las vías respiratorias y tuvo un paro cardiorespiratorio. Así y todo, Macarena no le dijo la verdad a nadie.Tampoco pasó a formar parte de las estadísticas. De acuerdo al registro de la Ong La Casa del Encuentro, hubo 122 mujeres asesinadas con fuego desde que empezaron a registrarlo (en 2010, después del femicidio de Wanda Taddei). Macarena fue incendiada pero sobrevivió, por eso no es parte de esa cifra.

«Yo era un ente, no quería saber más nada, me quería morir. Si me paraba me caía. En el hospital habían prohibido que me mirara en un espejo. Sabían que si lo hacía la recuperación iba a ir para atrás, porque todo dependía de mi estado anímico», cuenta.

Hay una escena de la película «La piel que habito», de Pedro Almodóvar, que habla de eso. La mujer del protagonista tuvo un accidente y su piel quedó carbonizada. Después de meses de tratamiento, la mujer empieza a recuperarse. Una mañana, escucha la voz de su hija en el jardín. Logra pararse y camina hacia la ventana. Pero cuando ve su propia cara en el reflejo del vidrio, entra en crisis y se arroja por la ventana.

Macarena hace un silencio breve y suspira antes de contar qué sintió cuando se vio. «No era más yo. Esa no era mi cara. Tampoco tenía más mi voz después de tanto tiempo con traqueotomía». Como ella juró que su marido no tenía nada que ver, él no quedó detenido.

Y antes de que le dieran el alta, su familia le contó que él los tenía a todos amenazados de muerte: hermanos, padres, sobrinos.

Macarena, junto a su sobrino, hace 9 años.  Así era ella antes del fuego.

«Y volví con él. Yo pensaba ‘tengo que volver para que ésto pare». Su marido, entonces, comenzó a entrenarla: «Investigaba en Internet para cuando me vieran los peritos. Me decía ‘si te tocás la nariz saben que estás mintiendo’. Pensé que me iban a sacar a los chicos así que fui y firmé ante el juez que había sido yo la responsable». Cuando le dieron el alta, hicieron una nota en un medio local. Sólo habla él, ella está al lado, arrumbada y marchita. Dice que su esposa sufrió un accidente. Y comete un furcio de manual: «Cuando ella despertó y dijo que no fue ella, que no fui yo, perdón».

El perito que la estudió le hizo preguntas, muchas sobre el comportamiento sexual de él, y le dio una advertencia: «No me mientas, si ésto sigue, él va a iniciar sexualmente a tu hija». Macarena agarró a sus tres hijos, le contó la verdad a algunos y se escapó a Federación, Entre Ríos. Ya era tarde. Su hija, le contó después, había sido abusada por él durante años.

«Me fui cuando hacía un tiempo me había separado de él. Yo había conocido a quien hoy es mi pareja y nos fuimos, de un día para el otro, escapando. Queríamos empezar una nueva vida», cuenta. Su ex tardó pocos días en aparecer por su nueva casa, en Entre Ríos.

La jueza le había dado un régimen de visitas. «Hasta que se llevó a los chicos, estuvo un mes sin traerlos. Yo soñaba que encontraba a mis hijos dentro de una bolsa de basura, flotando en un río». Sus hijos, le contaron después, escucharon un audio en el que su mamá les decía que no volvieran, que sin ellos estaba mejor. Eran chicos para entender que el audio era falso.

Como Macarena empezó a escuchar la voz de él en todas partes, volvieron a fugarse. Esta vez, a la Rioja. Y el 7 de marzo de este año, su hija adolescente le contó, como pudo, que él había abusado de ella desde los 5 años. «Fue como en las películas, me empecé a marear y me empezó a girar todo. Me descompuse, vomité. Quería que fuera mentira».

Recién ahí Macarena logró salir del estado de anestesia en el que había quedado y reaccionó. Fue a hacer la denuncia penal en La Rioja y le dijeron que era muy difícil de probar si no había habido penetración. Y si la había habido, ¿cómo probar que la adolescente no había tenido relaciones sexuales antes?

Así, en mayo, decidieron volver a Buenos Aires. Ahora sí quería verlo preso. Hizo la denuncia penal, su hija declaró y prestaron especial atención a sus pinturas: dibujaba chicas sangrando y con grilletes en los tobillos. Fue algo que hizo uno de sus hijos varones con un juguete -jugó a metérselo en la cola a su hermano-, lo que le sembró otra duda.

Las psicóloga les dijeron que eso hacían los chicos abusados. Cuando les preguntaron, los hermanos que ahora miran dibujitos, contaron todo con detalles.

Uno de los dibujos que hizo su hija, que ahora tiene 16 años, y que sirvieron para la acusación.

Matías Soljan quedó detenido el 31 de mayo por «abuso sexual infantil agravado por el vínculo consanguíneo». Está detenido por los abusos sexuales, es decir, por algunos de los fotogramas de la película. No está detenido por haber querido, también, matar a su mujer.

Cuando Macarena juró que se había querido suicidar, la Justicia tomó sus palabras al pie de la letra. Esa causa, por eso, sigue cerrada.

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