En los 30 días que Alberto Fernández lleva instalado en la Casa Rosada empezó a moldear lo que algunos llaman el “albertismo puro”, como señal de contrapeso al fantasma de aquella idea de “doble comando” que iba a tener en el poder con Cristina Kirchner en las sombras. Así trazó las directrices centrales de su gestión, que apuntan a profundizar el camino de la “tercera posición” en gran parte de la política argentina.
Ese camino del “medio”, la heterodoxia o la “tercera posición”, como abundan en describir en el Gobierno a la administración del poder actual que está construyendo el Presidente, se mezcló en el primer mes de su gobierno con un estilo diario de agenda sin previsiones, movimientos descontracturados que rompen con el protocolo y una imagen muy parecida a la de Néstor Kirchner.
“Las medidas que tomó hasta ahora el Presidente apuntan a la emergencia y muestran un estilo heterodoxo de relacionamiento con todos los actores. Puede que para algunos sectores se trate de medidas como hubiese tomado Macri en algún momento. Pero el Presidente es muy pragmático y todo lo que sirva para mejorar el bienestar de los argentinos lo hará sin pruritos ideológicos”, resumió ante Infobae un funcionario que tiene despacho cerca del ala presidencial y que conoce a Alberto Fernández desde hace más de 20 años.
La apreciación de la “tercera posición”. o el esquema heterodoxo que impuso Fernández a su poder. buscó en gran medida contrarrestar la imagen que se había formado en la campaña de un Presidente eventualmente manejado desde el despacho de Cristina Kirchner. La prueba está que la vicepresidenta no sólo se ha mantenido bastante distante del calor del poder –al menos en lo visible- sino que Fernández se ocupó en mostrarse como un “Presidente con control absoluto”, como les gusta graficar a los albertistas en el Gobierno.
A un mes de la asunción de Fernández, a muchos funcionarios de la Casa Rosada les parece una eternidad el tiempo pasado. “Parece como hace dos años que estoy acá y llevo apenas 20 días”, dijo el ministro de Trabajo Claudio Moroni hace unos días. El desgaste de los ministros y secretarios por el ritmo febril que le impuso Fernández al Gobierno es notable.
Existen coincidencias entre muchos funcionarios de la Casa Rosada que las medidas tomadas en este mes de gobierno de Fernández apuntaron a la emergencia social y económica, aunque es probable que esa situación de debilidad en la economía persista en los próximos seis meses. Más allá de esas proyecciones, entre las 10 medidas más sobresalientes que tomó el Gobierno en estos 30 días se cristaliza la idea de moldear el “albertismo puro” sintetizado en los siguientes ejes:
1-Emergencia económica. El proyecto de ley que aprobó el Congreso sustenta en gran medida la “base fundacional” del gobierno de Fernández con medidas que integraron un amplio abanico, que fue desde la suspensión por 180 días de la aplicación de la fórmula de actualización jubilatoria y de los aumentos de tarifas, la suba de las retenciones a los exportadores o los cambios en numerosos impuestos. En el Gobierno detestan hablar de “un ajuste encubierto”, como lo calificó la oposición. Pero admiten que muchas de estas medidas que apuntan a sectores de mayores recursos son las que Macri debería haber tomado y no se animó. En esta megaley aprobada se resumió la intención de Fernández de evitar una sangría de dólares en el Banco Central, promover el crecimiento económico y dar señales a los sectores de bajos recursos.
2-Lucha contra el hambre. El Presidente inauguró el plan de la tarjeta alimentaria que busca ayudar con productos de la canasta básica a dos millones de personas en situación vulnerable, en lo que conforma una de las directrices del Consejo del Hambre. En este aspecto, el Gobierno intenta retomar los ejes centrales del primer gobierno kirchnerista que frenó la situación de pobreza que venía de la crisis del 2001. Estas señales se completaron con medidas tendientes a aumentar fondos de la AUH y los planes de generación de empleo genuino en el campo de los movimientos sociales. El ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, dijo que “el plan de Argentina sin hambre es la base sustancial para empezar a tener un país donde la gente pueda educarse y trabajar sin problemas”.
3-Liga de gobernadores. En los 30 días de Gobierno circularon todos los gobernadores por la Casa Rosada sin distinción política. A la gran mayoría de estos los recibió el mismo Presidente, incluidos referentes de la oposición como Gerardo Morales (Jujuy), Gustavo Valdés (Corrientes) y Rodolfo Suárez (Mendoza). A todos los gobernadores les garantizó una ayuda financiera y la firma de un nuevo pacto fiscal. También les `pidió que no hagan gastos excesivos y controlen sus cuentas. Las medidas traducen el esquema tradicional del PJ de ejercer el poder desde la Casa Rosada con una suerte de “liga de gobernadores” o una red de blindaje con las provincias, más aun si se trata de mandatarios peronistas. Es lo que hizo en su momento Carlos Menem y lo que repitió Néstor Kirchner. Cristina Kirchner no se caracterizó por una relación tan cercana con los mandatarios y relegó en su entonces ministro poderoso Julio de Vido esa tarea con la instrumentación de planes de obra pública.
4-La tercera posición diplomática. Las críticas de Fernández al régimen de Nicolás Maduro por la afrenta de fuerzas militares que impidieron la jura de Juan Guaidó en la Asamblea Nacional marcaron un giro copernicano en la tradicional diplomacia kirchnerista de apego a la Venezuela chavista. En la Cancillería aseguraron a Infobae que “no se trató de ninguna medida que no se haya adelantado en la campaña”. Se engloban allí los cuestionamientos del Presidente a la falta de libertades y violación a los derechos humanos por parte de Maduro, aunque esa estrategia tiene un límite: no mencionar la palabra “dictadura”. Es el mismo límite que se fijó el Presidente al no suscribir el comunicado del Grupo Lima que condenó “el uso de la fuerza por el régimen dictatorial de Maduro”.
En paralelo a esto la Cancillería le retiró las credenciales a Elisa Trotta, la embajadora de Guaidó en Buenos Aires. Quedó también que los gestos de no abandonar aun al Grupo Lima, no atarse a los lineamientos de Estados Unidos y cuestionar a Maduro a pesar de los pataleos de Luis D’Elía y el kirchnerismo duro alineado al eje bolivariano, marcan la estrategia de la “tercera posición”. Es la misma línea que mostró Alberto Fernández ante el conflicto de Medio Oriente, al instar a Irán y Estados Unidos a sentarse a dialogar, cuestionar el uso de la violencia y descartar la adhesión a un plan de sanciones económicas contra Teherán. En su esquema de política exterior, el Presidente también se enfrentó a Estados Unidos en el caso del refugio que le otorgó al ex presidente de Bolivia Evo Morales.
5-Multisectorial. La convocatoria amplia a la mesa de diálogo económico-social que hizo el Gobierno con referentes del empresariado, los sindicatos y los movimientos sociales es uno de los distintivos de esa política de “heterodoxia” que se ufana en mostrar el albertismo puro. El Presidente apunta a sustentar buena parte de su política con acuerdos transversales y la fotografía completa de esa convocatoria se resumirá en el proyecto de ley de creación de un Consejo Económico y Social que enviará el Gobierno al Congreso para las sesiones extraordinarias. La reunión de la multisectorial que lideró Fernández fue una fuerte apuesta por conseguir un respaldo a la emergencia económica y la estrategia del Presidente de honrar la deuda con el FMI “sin ajuste”. Este esquema no funcionó durante el gobierno de Cristina Kirchner porque en los últimos tiempos la ahora vicepresidenta había destruido los puentes con buena parte del empresariado y con los gremios. Es precisamente lo inverso que se propone ahora el Presidente.
6-Política de seguridad. La derogación de los protocolos de seguridad de la era Patricia Bullrich que impuso la nueva ministra Sabina Frederic coinciden con el giro que le quiso dar Alberto Fernández a las fuerzas de seguridad. Hubo aquí una plena coincidencia con Cristina Kirchner para atacar la “ortodoxia de derecha”, como calificaron en el gobierno a los protocolos de seguridad de Macri y que dieron lugar en su momento al caso Chocobar. Este nuevo esquema generó ciertos chispazos con sectores más duros del peronismo, representados en el ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni, que cuestionaron la derogación de protocolos como el uso de armas no letales, el pedido de los DNI en estaciones de trenes y el uso de armas de la policía fuera de horarios laborales.
7-Reforma en la AFI. La intervención dispuesta por el Gobierno en la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) lleva el sello del secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz, quien sufrió en carne propia las persecuciones de espías cuando en el gobierno de Kirchner denunció públicamente a Jaime Stiusso. Ni siquiera Macri o Cristina Kirchner se habían animado a tanto. Oscar Parrilli, ahora senador del Frente de Todos y ex jefe de la AFI, elogió la decisión de Fernández pero en su momento no hizo nada por frenar las guerras internas de la inteligencia. Ahora será el turno de la interventora Cristina Caamaño para demostrar hasta dónde llegará la depuración que se propuso el Gobierno de la agencia de inteligencia. Se dijo que habrá un blanqueo de los gastos de la AFI, que se están revisando 600 agentes contratados en la era Macri y que buena parte de sus fondos reservados irán a un programa de lucha contra el hambre. Todo esto busca mostrar un gobierno diferente y con sello albertista.
8-Retenciones al campo. La imposición de un aumento del gravamen al campo que incluyó el Gobierno en la ley de emergencia económica resultó ser una suerte de revival de la resolución 125 de Cristina Kirchner, aunque hasta ahora más limitado. Fue una suerte de señal al kirchnerismo duro que aplaudió la medida. La Mesa de Enlace del campo no quiso sentarse en la mesa de la multisectorial convocada por el Gobierno ante esta medida. Pero a diferencia de la era cristinista ahora el Gobierno mantiene una línea de diálogo subterráneo con algunos sectores del campo, como Coninagro y la Federación Agraria, para evitar un daño mayor de la protesta rural. La idea es precisamente no repetir el error de la 125.
9-Gestos a la Iglesia. A pocos días de asumir como Presidente, Alberto Fernández adelantó que enviará un proyecto de ley de para regular la interrupción voluntaria del embarazo y adelantó que quiere un debate “sensato”. Esta mención a un regreso del debate del aborto en el Congreso desató un fuerte malestar en la Iglesia que llegó al mismo despacho del Papa Francisco en el Vaticano. Después de ello, los obispos de la Conferencia Episcopal liderados por monseñor Oscar Ojea se reunieron con Alberto Fernández y cuestionaron la idea del Gobierno de querer avanzar con la ley del aborto. “Se trata de plantear una relación madura con las diferencias que podamos tener”, dijo un funcionario de la Cancillería sobre el vínculo de Alberto Fernández con la Iglesia, que busca ser contrarrestado con un fuerte trabajo de ayuda social en las villas del Estado en coordinación con las parroquias. De todas maneras, este enfrentamiento con la Iglesia por el aborto ni siquiera se animó a dar Cristina Kirchner cuando estuvo en la Casa Rosada.
10-Negociación con el FMI. La decisión del Gobierno de avanzar en un acuerdo con el FMI para renegociar la deuda está atada también al “albertismo puro”. El Presidente ya dijo públicamente que honrará la deuda pero “sin que los 45 millones de argentinos paguen el costo de un ajuste”. Se trata también de un estilo propio que difiere de otros gobiernos. No queda claro aún cuáles son las instrucciones precisas que tiene el ministro de Economía Martín Guzmán para desplegar en Washington. Pero está claro que se trata de una jugada fuerte de la Argentina, incluso no aceptar el resto de los fondos que podía recibir el país por el préstamo que inició Macri. Por ahora, el FMI está a la espera y ya elogió el primer mes de gestión del gobierno de Alberto Fernández. El Fondo planteó que el Gobierno adoptó medidas “cuidando que las cuentas fiscales no se vean afectadas”. Claro que el FMI también hizo una salvedad: aún espera ver un programa económico integral del Gobierno, un detalle no menor que también formará parte de la construcción de ese “albertismo puro” que se propone hacer el nuevo Presidente en muchas otras áreas.