Las pericias psicológicas a las víctimas y los chats que complican al ex profesor de la UBA acusado de abusar de menores en una secta mística

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Actividad grupal: Bugliani con jóvenes que eran parte de sus grupos.

El 31 de octubre de 2016, Leonardo Pablo Bugliani, registrado en los rubros de enseñanza artística de la AFIP, ex empleado de la Legislatura porteña, ex líder del grupo de teatro «El Ágora Teatral» en el Centro Cultural Sábato de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, le escribió un pequeño chat a M., una de sus estudiantes de teatro.

«Quería decirte que todo lo que me dijiste el jueves tuvo un profundo impacto en mí, y que por supuesto lo hiciste con la claridad, honestidad y frontalidad que te caracterizan», dijo Bugliani en el mensaje. Le propuso a M. encarar «una línea de profundización mucho más intensa y verse «al día siguiente» en «el Templo». Bugliani ya la había bañado en elogios. «Admiro tu energía», le aseguró en otro mensaje, «tu expresividad, tu feminidad, tu danza es poderosa y tu vida es danza, una danza de energías potentes y luminosas«.

«Sos pura energía», concluyó Bugliani. «El Templo» no era una discoteca, no era un bar, no era una biblioteca ni un eufemismo para señalar al Sábato, sino la casa de Bugliani en la calle Alsina en Once, un departamento con un entrepiso. El profesor, un hombre culto, autor de varios libros, versado en tradiciones místicas, había comenzado a tomar a sus alumnas y alumnos del «Ágora Teatral» para verlos en privado y formar pequeños grupos, células, que se convertían en ceremonias, sectas dentro de sectas con Bugliani como líder. Había ritos: libaciones a los dioses con vino, abrazos grupales, muertes simbólicas. Bugliani hablaba de «derrotar a la Matrix», de trascender los límites en situaciones de ojos vendados. Una mujer, una adolescente, terminó maniatada y vendada a una silla.

En uno de esos ritos en los que participó M., algo ocurrió, precisamente con una silla como figura central.

Menos de un año después de ese mensaje, M. denunció al profesor por abuso sexual. La joven se sentó frente a una psicóloga del Cuerpo Médico Forense en el contexto de la causa.

El reporte posterior determinó «vivencias de vulnerabilidad e incremento de los montos de ansiedad del tipo depresivo así como vivencias de daño sentido a nivel corporal asociado a la culpabilidad y a la angustia, inmadurez afectiva y psicosexual». M., según la psicóloga, había cursado situaciones «disruptivas para su psiquismo».

Chat de Facebook de Bugliani a una de sus alumnas.

Chat de Facebook de Bugliani a una de sus alumnas.

Poco después, ante un psiquiatra designado por la Justicia, M. contó lo que vivió en sus días con Bugliani en el grupo de teatro y en las pequeñas sectas, «principalmente manipulación psicológica, un macabrísimo juego de su parte… de confundirte, conocía tu personalidad y en base a eso conocía tu punto débil«.

El psiquiatra envió luego sus resultados. «La peritada presenta haber cursado, como explicativo de su permanencia en el ‘Ágora’, un trastorno de ansiedad por separación, trastorno de estrés agudo, trastorno disociativo, trastorno de despersonalización, entre otros». «No se observa fabulación», concluyó el especialista poco después.

M. tenía 19 años cuando Bugliani le escribió ese mensaje de texto, esa invitación. Había otras alumnas, más jóvenes. Y. tenía apenas 17 cuando el profesor la llamaba en el grupo por el nombre de una diosa egipcia, algo que solía hacer con sus pupilas favoritas. Ante la Justicia, Y. habló puntualmente de dos hechos de abuso con acceso carnal.

El primero ocurrió supuestamente en noviembre de 2015. Según su relato, tras tomarle un juramento en medio de un ritual en el departamento de Alsina, comenzaron tocamientos, caricias, los miembros del culto comenzaron a quitarse la ropa. Ahí, según declaró la joven, el profesor la atacó.

Un mes más tarde, Bugliani la convocó nuevamente al «Templo» para un rito especial, que sería exclusivamente con ella. Le dio una túnica negra, vendó sus ojos. Le tomó un juramento, y tras hacer un pequeño discurso sobre la sexualidad sagrada, le dio vino, más vino. Hizo que Y. bailara hasta el punto de vomitar. Vomitó y siguió bailando. Bugliani le decía que debía superar sus miedos, romper con las estructuras sociales.

El profesor, finalmente, la llevó a una cama. Allí, de acuerdo al relato de la joven, la violó, con un preservativo en su pene.

Y. eventualmente se sentó ante el mismo equipo judicial de psicólogo y psiquiatra que evaluó a M. Los resultados fueron similares. «Vivencias de vulnerabilidad» en Y., «incremento de los montos de ansiedad de tipo depresivos…ha cursado situaciones que han resultado disruptivas para su psiquismodejando improntas que aparecen en desmedro de sus capacidades«.

Labia y misticismo: otro mensaje de Facebook.

Labia y misticismo: otro mensaje de Facebook.

Frente al psiquiatra, Y. contó cómo Bugliani la «manipuló psicológicamente durante un año y medio, estuve metida en una secta, él manejaba ese taller… me enteré por fuera de los espacios ‘formales’ de su deseo sexual hacia mí».

Los trastornos diagnosticados fueron los mismos: estrés postraumático, ansiedad por separación, trastorno disociativo, despersonalización. La conclusión fue clara: daños compatibles con un abuso sexual.

Y. fue la primera víctima de Bugliani en acercarse a la Justicia, hizo su declaración inicial ante la UFEM en agosto de 2017. Hoy, casi dos años después, la fiscal Mónica Cuñarro, en los últimos días de su subrogancia de la Fiscalía N°9,pidió la indagatoria del profesor.

Las dos jóvenes no son las únicas víctimas que aseguran haber sido atacadas por Bugliani en la curiosa secta que montó en su departamento. Con el tiempo se sumaron otras dos cuyos relatos conforman la imputación. La mecánica en sus relatos es la misma: seducción, control, discurso místico, mensajes de texto y, finalmente, ataque.

Mónica Cuñarro, fiscal del caso.

La imputación contra el profesor se agrava en la calificación por el hecho de que el profesor era encargado de la educación de las víctimas que, apuntó la fiscal en su pedido al juez de instrucción del caso, «se encontraban en un contexto de vulnerabilidad que Bugliani, en su calidad de líder, mentor y guía del grupo, aprovechó para manipular y capturar su voluntad hasta  llegar a bloquearlas para poder abusar de ellas».

La lista de pruebas que consta en el pedido de indagatoria a Bugliani -que nunca estuvo detenido por las acusaciones en su contra- es exhaustiva.

En la causa constan no solo las declaraciones y pericias psicológicas y psiquiátricas de las víctimas que validan sus relatos. También hablan varios miembros de los círculos que Bugliani armaba y desarmaba a voluntad, incluidos dos varones. Los testimonios coinciden: casi todos apuntan que Bugliani fomentaba el fanatismo y el aislamiento. Sugerir irse del grupo equivalía un cierto ostracismo.

También constan en el expediente los chats del profesor con sus alumnas y víctimas, que ilustran esta nota y demuestran, en los cálculos de Cuñarro, cómo Bugliani ejercía su poder dentro del grupo. El departamento de la calle Alsina fue allanado. El contenido de las computadoras y pendrives de Bugliani también fue relevado por la Policía Federal.

Momento Hamlet: Bugliani en foto de sus redes sociales.

Momento Hamlet: Bugliani en foto de sus redes sociales.

La Justicia ya había dispuesto la prohibición de acercamiento a cien metros de distancia en septiembre de 2017, un mes después de las primeras declaraciones. Las conclusiones del psicólogo y la psiquiatra pueden resultar de particular peso de cara a un procesamiento. Conclusiones similares llevaron a juicio a, por ejemplo, Cristian Aldana, ex líder de El Otro Yo, hoy preso en Marcos Paz.

Fuente: Infobae

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