Le ganó al cáncer con 13 años y ahora sueña con conocer al Papa y jugar en la Selección

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¿Qué se le cruza por la cabeza a un chico de 13 años al que le diagnostican leucemia? La vida de Agustín Fuica cambió de un día para el otro. El capitán de la categoría 2001 de Godoy Cruz terminó de jugar un partido con San Lorenzo en Buenos Aires y empezó a sentir molestias físicas. El cansancio corporal fue mucho mayor al de cualquier otro partido y un dolor estomacal se extendió más de la cuenta esa semana.

«Me tuve que ir de un entrenamiento porque me dolía y tenía inflamado el estómago. Mi papá me llevó al hospital, me hicieron análisis y ahí detectaron que tenía leucemia», recuerda con angustia Agustín, que juega en las inferiores del Tomba desde que tiene 5 años y se desempeña como lateral o carrilero por la izquierda.

El 2015 no será recordado como un año más para él y su familia: «Fue algo muy duro para mí, un golpe al mentón. Caés al piso y no sabés para dónde correr. Ahí cambió mi vida». A pesar de estar atravesando la adolescencia, el hecho de transitar este episodio transformó la voz de Agustín en la de un hombre maduro, como si los últimos años le hubieran pasado más rápido de lo normal.

«Mi mamá me dijo que íbamos a salir juntos y yo le dije que sí, sin saber a lo que me exponía y a lo que me iba a llevar todo esto», revive el diálogo con Erica, su mamá. A las dos horas de haberse realizado los estudios correspondientes, quedó internado en el hospital pediátrico Humberto Notti de Mendoza.

Según dicta su memoria, el primer mes de internación que incluyó el tratamiento con quimioterapia fue «interminable», y el apoyo de sus amigos y familia, un factor vital para sobrepasar el mal trago. «Quería salir corriendo del hospital», relata Agus, quien empezó a intercalar los chequeos médicos y la estadía en su casa, situada en Luján de Cuyo.

Se quedaba una semana internado con quimioterapia y volvía dos o tres días a la casa. El programa semanal se repitió durante ocho meses, pero la familia del Leoncito –así lo llaman en su círculo íntimo- colaboró para que no sea tan tedioso. Sin embargo, el cuadro de situación se complicó: el diagnóstico pasó a ser leucemia de alto riesgo y fue necesario un trasplante.

La intervención quirúrgica es delicada, pero aún restaba hallar un donador de médula, una misión que a veces es imposible llevar a cabo. En primer término, se examinó a la familia de Agustín para determinar el grado de compatibilidad con su organismo. La otra alternativa era anotarse y permanecer en lista de espera por un donador a nivel mundial. «Salvarme fue verdaderamente un milagro», asegura el protagonista de esta historia, que tuvo como ángel de la guarda a su hermana menor.

Fue la pequeña Valentina la que, a los 6 años, se sometió a una operación que amplió las chances de vivir de su hermano. «Fue una alegría enorme, un golazo. Muchas veces eso se demora, no se consigue y se complica mucho», explica. El procedimiento se realizó en el hospital Austral de Pilar, Buenos Aires, donde Agustín permaneció unos tres meses con otro tratamiento que consistió en la suministración de pastillas. Luego retornó a Mendoza.

«La recuperación fue muy dura, pasé por muchos momentos tristes pero me propuse salir de esto y poder volver a jugar al fútbol». Además del constante apoyo de familiares y amigos, Agustín recibió la visita de varios jugadores del plantel de Godoy Cruz, quienes también aportaron en lo económico. Algunas colectas también ayudaron a concretar el objetivo.

Papá José Luis, mamá Erica y sus hermanos Alexis y Valentina lo cubrieron de abrazos y las lágrimas llenaron sus ojos al enterarse de que había vencido al cáncer. La rehabilitación fue rápida y exitosa, y aunque Agustín es sometido a controles regulares para seguir de cerca su evolución, su estado físico le permitió volver a practicar y jugar el mes pasado.

La fuerza de voluntad pudo más. El Leoncito envía un consejo para quienes tengan la desgracia de caer en esta dura enfermedad: «Puse el pecho y gané el partido más difícil de mi vida. Se sale con mucha fuerza y energía. A veces es difícil remar tanto, pero después de cada tormenta sale el sol, de eso no hay dudas. Hay que luchar por lo que se quiere y tener en mente que uno está sano». La receta con la que dibujó su mejor gambeta.

Después de ganar esta durísima batalla, Agustín Fuica quiere cumplir tres sueños: terminar los estudios, viajar al Vaticano para conocer al Papa y jugar en la Selección.

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