Le pusieron por nombre de Jesús

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Por FACUNDO GALLEGO, especial para LA BANDA DIARIO

Comentario del Evangelio de la Solemnidad de María, Madre de Dios

Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas (2,16-21)

Fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño, y todos los que los escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores. Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón. Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, conforme al anuncio que habían recibido.

Ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño y se le puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el Ángel antes de su concepción.

Comentario

Hermanos y hermanas: ¡feliz año nuevo! Que Jesús, príncipe de la paz, nacido de María Virgen para hacerse nuestro hermano, esté ahora y siempre con todos nosotros. ¡Amén!

Hoy, 1 de enero de 2020, se abren en nuestra vida nuevas expectativas y proyectos, nuevos planes y buenos augurios; sobre todo, el Señor nos entrega 365 días nuevos para amar y sentirnos amados, para practicar el bien y la justicia, y llegar así un día a la Patria Eterna.

Además, la Iglesia hace mucho tiempo que consagra el año nuevo a la protección y el amor de María, la Madre de Dios. Y por eso, hoy celebra esta solemnidad, que nos recuerda una de las principales verdades de nuestra fe cristiana católica. Sin embargo, podemos preguntarnos hoy: ¿qué significa que María sea Madre de Dios?

Momento, ¿qué es eso de “dogma”?

Ante todo, hay que tener en claro qué es un dogma. Mucha gente considera que un dogma es algo malo, negativo, que no nos deja pensar ni profundizar; alegan que es un conocimiento cerrado, donde no hay posibilidad para la libertad de pensamiento. Sin embargo, nada más alejado de la realidad. Cuando hablamos de dogma, estamos hablando de una formulación de la fe, es decir, una definición escrita de lo que nosotros, cristianos, creemos. El dogma no busca acallar nuestra libertad de pensamiento, a la manera de prohibiciones de reflexión, sino que es un punto de partida para la fe y el pensamiento; son puertos seguros para partir a la navegación de la reflexión, y “señales de tránsito” para no desbarrancar del camino de la fe.

Hay que tener presente, además, que estas formulaciones, antes de haber sido escritas y expresadas por la Iglesia, han sido creídas. No es que la Iglesia ha inventado dogmas, sino que ha puesto por escrito lo que ya se venía creyendo.

Estos han sido formulados conforme lo requerían las circunstancias: frente a muchas malas interpretaciones de la fe a lo largo de los siglos, los obispos de la Iglesia respondían con certeza y sin error. Esto sucedió, por ejemplo, con el dogma de la Santísima Virgen María, Madre de Dios.

El dogma de la maternidad divina

En el año 431 (hace ya más de dieciséis siglos), hubo un obispo llamado Nestorio que decía que Jesús no era Dios, sino un simple hombre que luego habría asumido la condición divina. Por eso, fue citado a participar de una reunión de obispos, llamada Concilio, en Éfeso. Allí se enfrentó a San Cirilo, obispo de Alejandría, que sostenía que Jesús era a la vez hombre y Dios.

Las posturas fueron muy aguerridas, pero finalmente la verdad terminó reluciendo: Cirilo tenía razón. Los obispos definieron que Jesús era verdadero Dios y verdadero Hombre, y que así había sido engendrado en María. Nestorio fue condenado por hereje.

Aquí viene la primera repercusión. Si Jesús era verdadero Dios y verdadero Hombre, entonces María, su madre, debía ser llamada no sólo “madre de Jesús”, sino también Madre de Dios, porque dio a luz al mismo Dios hecho hombre. Así, el Concilio de Éfeso, definió el dogma de la maternidad divina de María, raíz de los tres otros dogmas marianos: virginidad perpetua, asunción al cielo e inmaculada concepción.

Pero…

Un dogma muchísimo más importante que este, es aquel que afirma que Jesús, Hijo de Dios, no ha sido creado y que existe desde la eternidad junto al Padre. ¿Cómo pudo María dar a luz a Dios, si Dios no depende de ningún humano?

Aquí radica la grandeza de este dogma mariano: encierra un misterio de humildad, en el que Jesús, todopoderoso y eterno al igual que el Padre, ha querido entrar al mundo como lo hace cualquier otra persona humana: a través de una madre. Decimos que María es Madre de Dios, no en la eternidad, sino en el tiempo. Ella, ha concebido y dado a luz hace dos mil años a una Persona Divina que existía ya desde la eternidad.

Una antigua oración

Más aquí en el tiempo, y durante unas excavaciones en Egipto, un grupo de profesionales de la arqueología encontraron unos papiros muy antiguos. Entre ellos, cientos y cientos de transcripciones de textos sagrados. Uno de los investigadores encontró un papiro donde estaba escrita una antigua oración cristiana, que rezaba así: “Bajo tu amparo nos refugiamos, Santa Madre de Dios, no desprecies las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades. Antes bien, líbranos de todo peligro, oh, Virgen gloriosa y bendita”.

Esta oración es el poema cristiano más antiguo que se conoce, y se conserva hasta el día de hoy. Es una oración muy sencilla y llena de amor a la Virgen, que todos deberíamos aprender a rezar en nuestros momentos de dificultad. Pero el dato más importante es que esta súplica data del año 250 d. C. aproximadamente, es decir, casi doscientos años antes del Concilio de Éfeso, donde se formuló el dogma de la maternidad divina.

Por eso decimos que los dogmas no son ocurrencias de la Iglesia, sino expresiones de lo que ya se venía creyendo. 

¿Y la Biblia está de acuerdo con todo esto?

¡¿Cómo que no?! Por ejemplo, en Mateo 1,18-23. José recibe en sueños al Ángel del Señor, que le dice que María está embarazada por obra y gracia del Espíritu Santo, para que se cumpliera la profecía que dice: “La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel», que traducido significa: «Dios con nosotros».” (v.23) “Emanuel”, Dios está presente en medio de su pueblo y María lo trae al mundo. Por ende, ella es Madre de “Dios con nosotros”.

Además, en Lucas 1,35 el Ángel le dice a María: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios”. Este título que se le daba al mesías implicaba su divinidad, por ende, María es Madre de Dios.

Y más textualmente todavía, en Lucas 1,42-43, Santa Isabel le dice a la Virgen María cuando la saluda: “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?” ¿Quién es el único al que le pertenece el título de “Señor”? ¡Dios mismo! “María, madre del Señor”, significa “María es Madre de Dios.”

Así, tanto la Biblia como la Tradición de la Iglesia están de acuerdo en poner a María este título. Y el Magisterio así lo enseña.

Dos consecuencias para nosotros

De todo lo que hemos aprendido hoy sobre la Madre de Dios, podemos desprender dos consecuencias para nosotros, cristianos de hoy.

En primer lugar, conocer a la Virgen. Ella, que es Madre de Dios, también es nuestra Madre, según lo relata el Evangelio de Juan (19,26-27). Ella es el glorioso testamento que heredamos de Jesús.

No podemos comprender que un hijo no conozca a su madre. Todos nosotros sabemos algo sobre nuestra mamá. ¿Cuándo cumple años? ¿Cuál es su nombre completo? ¿Qué sabor de helado le gusta? ¿Cuál es su comida favorita? ¿Qué es lo que alegra su corazón o amarga su vida? Si así actuamos con nuestra mamá de la tierra, también tenemos que actuar de la misma forma con nuestra Madre del Cielo. Es cuestión de tratarla, de rezarle, de pedirle su ayuda en nuestro camino. Pero también es investigar. Hoy en día, es mucho más fácil abrir una nueva pestaña en Chrome y buscar, por ejemplo, “dogmas marianos”, para conocer cómo nuestra Madre ha sido crucial para la fe católica.

En segundo lugar, tenemos que saber también que conocer a la Virgen es conocer también a Cristo. A ella hay que pedirle que nos enseñe cómo es Jesús, porque nadie mejor que ella lo ha conocido. ¿Qué madre no conoce a su hijo? ¿Qué madre no sabe lo que a su hijo le gusta o le desagrada, le conviene o le perjudica? Pues ella, que ha sido Madre y ha vivido toda su vida al lado de su Hijo, lo conoce perfectamente. En oración, pidámosle a la Virgen que nos enseñe quién es Jesús, que sea ella quien lo saque del pesebre y nos lo muestre, como hizo con los pastores, y que se maraville junto con nosotros de las cosas inmensas que Dios obra en nuestras vidas. 

Invitación

La invitación para hoy es una sola: IR A MISA. Los cristianos tenemos la obligación de ir Misa los domingos y las fiestas de guardar, es decir, fechas importantes para nuestra fe. Por ejemplo, en Navidad, el 8 de diciembre, en la Asunción de la Virgen el 15 de agosto, y el 1 de enero para honrar a la Madre de Dios. Estas fechas son llamadas “de precepto”.

Pero más que una obligación pesada, es un deber de amor. ¿Un hijo de bien dejaría sola a su madre? ¿Se olvidaría de ella? ¿Evitaría o postergaría visitarla? Pues bien, hoy es el día especial para ir a honrarla, para unirse con ella en la Misa. No vayamos por obligación, vayamos por amor. Seguramente todos tenemos algo, pequeño o grande, para agradecerle a la Virgen. Que ese sea nuestro motorcito para ir hoy a la Celebración y compartir con la Iglesia esta inmensa alegría de ser todos hijos de una misma Madre, la Madre de Dios.

¡Feliz año para todos!

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