Londres reprime a activistas contra el cambio climático

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El Reino Unido se esfuerza por exhibir a nivel internacional sus credenciales medioambientales antes de la próxima cumbre de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre el cambio climático en Glasgow, pero al mismo tiempo busca cómo lidiar con las crecientes protestas de los ecologistas.

En las últimas semanas, una facción hasta ahora desconocida, Insulate Britain, ha bloqueado numerosas autopistas y carreteras, provocando decenas de detenciones.

El primer ministro Boris Johnson los tildó el miércoles de «molestia» y aplaudió que su ministra del Interior, Priti Patel, promueva «nuevos poderes para meterlos en la cárcel, donde deben estar».

Su gobierno afirma querer liderar la reducción de emisiones de carbono para limitar el calentamiento global en la cumbre, pero sigue el ejemplo de la prensa conservadora británica, cada vez más hostil a los activistas, a quienes llama «ecomafia» y «ambientaidiotas».

Se acusa a sus militantes de arriesgar vidas con sus tácticas, que incluyen pegarse al asfalto y sentarse frente al tráfico en hora punta.

El lunes, las televisiones mostraron a una conductora desesperada suplicando que la dejaran pasar para poder seguir a la ambulancia que llevaba su madre al hospital.

«Estamos destrozados por esto. No salimos a la calle para impedir el paso de las ambulancias», dijo Tim Speers, de 36 años, miembro de Insulate Britain.

Originario del suroeste de Inglaterra, dista mucho de la caricatura mediática de un «hippy», como los calificó Johnson, con barba y gorro de lana.

Bien afeitado y de hablar rápido, este exjugador profesional de póquer asegura haber dejado atrás su antigua vida para luchar contra el cambio climático mediante la desobediencia civil.

«En cuanto saquen una declaración significativa de que se pondrán manos a la obra, de que cumplirán sus propios objetivos, saldré de la carretera», afirmó y siguió: «Pero no puedo quedarme sentado mientras este gobierno le falla completamente a los ciudadanos que está obligado a proteger».

Los británicos tienen un largo historial de protestas ecologistas, contra antiguos proyectos de infraestructuras como una circunvalación de carretera en el oeste de Inglaterra en la década de 1990.

Uno de los activistas que entonces intentó bloquear la construcción con un túnel bajo la obra, Daniel Hooper, conocido como «Swampy», reapareció a principios de este año en otra protesta.

Ha sido juzgado junto a otros ecologistas, entre ellos los hijos de un millonario terrateniente y editor, por intentar impedir la construcción de una línea ferroviaria de alta velocidad. El grupo pasó días atrincherado en estrechísimos túneles que cavaron en secreto cerca de la estación de trenes de Euston, en el centro de Londres.

El lunes, Speers se manifestaba a la puerta de los tribunales mientras más de 100 miembros del grupo recibían ordenes judiciales contra el bloqueo de carreteras.

Sus orígenes son muy diversos, desde padres de familia con sus hijos, hasta ancianos o miembros del clero.

Janine Eagling, consultora informática jubilada de 60 años, explicaba que se unió a Insulate Britain por la necesidad de actuar con urgencia.

«La situación es peor que nunca. Estamos emitiendo C02 como si no hubiera un mañana, y si seguimos así, literalmente no habrá un mañana», asentó.

Asegurando que no toleraría a «ecoguerreros, que pisotean nuestro modo de vida y agotan los recursos policiales», Patel anunció el martes nuevas medidas para hacer frente a estos grupos.

«Disparar al mensajero no puede destruir el mensaje: nuestro país se enfrenta al mayor riesgo de la historia y nuestro gobierno nos está fallando», se defendió Insulate Britain, que milita para que todos los hogares británicos sean eficientes desde el punto de vista medioambiental.

Glasgow, con una concentración prevista de entre 50.000 y 100.000 personas durante la cumbre, podría ser escenario de una nueva confrontación.

La policía de Escocia, que desplegará unos 10.000 agentes al día durante dos semanas, anunció que facilitará las manifestaciones pacíficas y permitirá las «protestas ilegales hasta cierto punto». Pero advirtió que tomaría medidas «cuando la protesta comience a afectar a la capacidad de funcionamiento de la conferencia».

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