Apenas el árbitro terminó el partido y la caída de Dorados por 1 a 0 quedó consumada, mientras que el estadio Alfonso Lastras explotaba por el festejo del ascenso de Atlético San Luis, Diego Maradona se acercó a sus jugadores, a los integrantes del plantel y, uno a uno, los abrazó y consoló. Luego, a diferencia de lo que sucedió en la definición del torneo Apertura, tras la que se terminó peleando con aficionados en San Luis Potosí, saludó hacia las graderías, agradeciendo el apoyo. Y se marchó al vestuario.
«Yo gané, empaté, perdí en la vida. Estuve al borde de la muerte, esto a mí no me hace nada. Créanme, estoy triste por mis muchachos», dijo ante la prensa, luego de la derrota que despojó al elenco de Sinaloa del título en el certamen Clausura y de la posibilidad de disputar una final por el salto a la Liga MX.
Sin embargo, más allá de que su entorno acepta que «está golpeado», sobre todo porque «estaba ilusionado con el ascenso, creía que se le podía dar porque veía bien al equipo», Diego quiere continuar en el Gran Pez. A los 58 años, siente que encontró un lugar en el mundo como entrenador. En los próximos días, Matías Morla, su apoderado, viajará a Culiacán para reunirse con Antonio Núñez, presidente del club, y negociar un nuevo contrato, en principio, por un año. Son varias las razones que motivan al Diez a volver a aventurarse en el banco de suplentes de Dorados, luego de dos finales perdidas.
Está cómodo en Sinaloa
Maradona vive en un barrio privado y tiene cerca a Dieguito Fernando, su hijo menor, quien se trasladó con Verónica Ojeda, su mamá. En Culiacán se siente querido, cobijado y valorado. La gente le demuestra afecto, sin asfixiarlo: puede caminar como uno más por la ciudad. Es constante en el tratamiento para poder caminar que realiza junto a Cristian Delgado, el kinesiólogo de Dorados. Y se mantiene lejos de los escándalos. Su entorno entiende que es un contexto ideal para que desarrolle su pasión por el fútbol. Excepto que reciba una oferta que lo conmueva, no tanto desde lo económico, sino desde lo deportivo, prefiere permanecer en Sinaloa.
La comunión con el plantel
La imagen descripta de Maradona consolando a los futbolistas tras la final es la expresión perfecta de su vínculo con el plantel. Por momentos, no parece el entrenador, sino un jugador más. Se presta a los juegos de mesa, a las bromas y los referentes le rinden pleitesía. El capitán Gaspar Servio se tatuó el rostro de Diego en su piel, por citar un caso.
El DT se les aparece de sorpresa en sus hogares para ver cómo viven y conocer a sus familias. Esa comunión lo impulsa a seguir creyendo, a no cortar la relación.
La promesa de mantener la base
El grupo, quedó dicho, es fundamental para Maradona. Quiere mantener la base del plantel porque entiende que cuenta con buen material para volver a pelear por el ascenso. Ahora, además, sus futbolistas cuentan con la experiencia de dos finales perdidas. Con un puñado de refuerzos de jerarquía, y si no se producen bajas de peso (como ocurrió con Vinicio Angulo, figura del equipo en 2018), se anima a un nuevo intento. En principio, sus pedidos estarían garantizados. Son la prioridad en la negociación que encabezará Matías Morla.
La «bestia negra» ya no estará en la pelea
A pesar de la muy buena campaña que realizó Dorados bajo la tutela de Diego Maradona (su saldo es de 17 victorias, ocho empates y cinco derrotas en 30 partidos dirigidos), se topó con la «bestia negra» de la segunda división de México: San Luis. Se trata de un satélite de Atlético de Madrid, ya que la entidad española es propietaria del 51 por ciento de las acciones del club, que cuenta con un entrenador como Alfonso Sosa, un experto en conseguir pasajes a la élite, con cuatro ascensos.
Pues bien, San Luis ya no estará. Y Dorados demostró ser superior a todos los demás equipos. El camino luce allanado, si se mantiene la estructura.
Sed de revancha
Maradona anhela su primer título como entrenador. En Fujairah FC de Emiratos Árabes consiguió un ascenso a la Primera División, pero no dirigió el repechaje porque renunció cuando no consiguió el acceso directo a la Liga Árabe del Golfo. Con el Gran Pez llegó a dos definiciones, sin suerte. Y, a pesar del dolor, está convencido de que si permanece en el banco, ascenderá. Se siente bien contenido por su cuerpo técnico, en el que hay varios argentinos, como José María Martínez, su ayudante de campo, José Altieri, el preparador físico, y Bruno Maffoni, analista de videos. Cree que merece una revancha. ¿La tendrá?