A los 91 y preso por violaciones a los DDHH, murió en Montevideo el dictador «Goyo» Álvarez

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Foto Web

A los 91 años, sepultado por la historia desde hacía mucho tiempo y tras pasar 10 de ellos en prisión por crímenes de lesa humanidad, murió este miércoles el dictador uruguayo Gregorio Álvarez debido a una falla cardíaca, un hecho que desde los organismos defensores de derechos humanos rechazaron que se trate de justicia y, mucho menos, que provoque festejo.

Una foto de aquella noche del 27 de junio lo muestra caminando con otros militares por el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo, a donde los políticos no volverían durante mucho tiempo. Otra toma, no menos icónica, lo mostró mucho tiempo después con la cabeza apenas alzada y el número de procesado 276.487 que le adjudicó la Justicia civil.

Más conocido como «Goyo» y simpatizante del Partido Nacional, ascendió al grado de general en 1971 y prontamente fue designado como jefe del Estado Mayor Conjunto (Esmaco) encargado de la lucha contra la guerrilla tupamara, que un año después ejecutó a su hermano, el también militar Artigas Álvarez.

Rápidamente escaló posiciones hasta comandar la división del Ejército en Lavalleja- de donde era oriundo y que fue conocida como «la república del Goyo»- para saltar luego a la comandancia del Ejército.

Álvarez llegó a la Presidencia de la República el 1 de setiembre de 1981 tras desplazar al mandatario “títere” Aparicio Méndez y cuando ya la mayoría de los uruguayos había expresado su rechazo a la dictadura en el plebiscito de 1980, refirió el diario El Observador.

El día que asumió como presidente, el diario El País le dedicó un editorial en el que sostuvo que el discurso del general expresó «un pensamiento en forma sobria y al margen de todo desliz de carácter demagógico, fue mesurado pero no exento de la inevitable firmeza y energía que requieren los instantes que vivimos».

Se introdujo de lleno en el denominado «Operativo Conserva», un contrato firmado en 1982 entre el gobierno y una empresa privada para exportar carne a Argentina. El directorio de uno los frigoríficos que recibía beneficios especiales para participar del negocio estaba integrado por la esposa del dictador.

En 2007 comenzaron los procesos judiciales en su contra, que lo confinaron en la cárcel de la calle Domingo Arena, un centro de reclusión, vecino de un cuartel, especialmente acondicionado para recibir a militares violadores de los derechos humanos.

Álvarez fue procesado como coautor de reiterados delitos de desaparición forzada vinculadas a los traslados clandestinos de detenidos desde Argentina ocurridos en 1978, cuyos protagonistas fueron asesinados. Luego, se le agregaron otros delitos como el del homicidio de 37 personas cuando ejercía la comandancia del Ejército. La condena sumó 25 años de cárcel.

Durante su gobierno se produjo la ruptura de la denominada «tablita» (sistema de anuncio anticipado del precio del dólar) que sumió al país en una profunda crisis.

Antes de la catástrofe económica, un periodista le preguntó si no existía riesgo de que hubiera una devaluación. Álvarez respondió: «Ni que bajen los marcianos».

Su muerte fue recibida este miércoles con cierta distancia en organismos de derechos humanos, que únicamente festejaron que la instancia llegara con el militar preso, un hecho de relevancia para un país en el que la Ley de Amnistía fue una polémica casi permanente.

El coordinador del Observatorio Luz Ibarburu, Raúl Olivera, consideró que la muerte del ex militar representa «una batalla contra el tiempo» de quienes están siendo juzgadas. “La muerte es un acontecimiento esperable en los seres humanos. Lo que preocupa es que la muerte de los que están procesados tiene un significado distinto, porque durante el proceso judicial no se implica culpabilidad y se presume inocente», expresó.

«Pensar que sea la biología la que determine la justicia sería una esperanza poco adecuada. Lo que queremos es que se agilicen los procesos de Justicia para que estos temas queden resueltos con la muerte de cada persona involucrada», aseguró.

A su turno, el representante de la Organización Madres y Familiares de Detenidos y Desaparecidos durante la dictadura (1973-1985), Nilo Patiño, limitó su percepción a que «Uruguay tiene un dictador menos». «Para nosotros no es un día de festejo, pero tampoco de duelo. La muerte de Álvarez representa el dolor y la desaparición de nuestros seres queridos a quienes seguimos buscando», sentenció.

Finalmente, Efraín Olivera, del Servicio de Paz y Justicia (SERPAJ), Efrain Olivera, consideró a Álvarez “una figura lamentable», aunque pidió “recordarlo» para que las dictaduras «no se repitan nunca más». «No tenemos esperanza de que los militares que están juzgados vayan a hablar. Hay que aumentar los enjuiciamientos y acelerar los procesos e incluso iniciarlos en contra de quienes se han presentado recursos», aseveró Olivera a la agencia EFE.

A mediados de 2015, “Goyo” Alvarez sufrió un accidente cerebrovascular y este mes un infarto de miocardio, por lo cual fue internado en el Hospital Central de las Fuerzas Armadas de Montevideo, donde falleció este miércoles.

Fuente: Telam

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