La unidad es la base del triunfo. Sin consenso interno no habrá una victoria ni se concretará el regreso a la Casa Rosada. Así lo entendió la ex presidenta Cristina Kirchner cuando a principio de este año bajó un mensaje determinante dentro de su espacio político. Pidió cerrar acuerdos con los gobernadores en todas las provincias posibles y evitar competencias internas. Solicitó que se ejerza la misma dinámica en la provincia de Buenos Aires. El resultado de las PASO dejó en claro que la estrategia sirvió.
Durante la primera mitad del 2019 el peronismo logró amplios triunfos en las mayorías de las elecciones para gobernador. Ganó en La Pampa, San Juan, Chubut, Entre Ríos, San Luis, Tucumán, Formosa y Tierra del Fuego. Además, Juan Schiaretti obtuvo una contundente victoria en Córdoba, donde el kirchnerismo decidió no presentar candidatos.
Fueron victorias consecutivas que generaron un clima triunfal en el año electoral. Múltiples llamados de atención para un gobierno que cosechaba derrotas en forma permanente.
Santa Fe fue, sin dudas, el caso que mejor explicó los beneficios de la unidad. La alianza entre el peronismo y el kirchnerismo le permitió a la oposición recuperar la provincia después de 12 años de gobiernos socialistas. Omar Perotti, el gobernador electo, se aseguró el triunfo gracias a su acuerdo con la ex presidenta. Sin esa alianza quizás no hubiese ganado una de las provincias más pobladas del país.
El final de ese plan de unidad tenía un objetivo claro: cerrar una alianza con Sergio Massa y abroquelar así a la mayoría de los dirigentes del peronismo en un solo bloque. El movimiento permitiría sellar grietas en territorio bonaerense y contener la mayor cantidad de votos posibles. Todos necesarios para fortalecer a la coalición opositoria.
El actual candidato a legislador se alejó del kirchnerismo en el 2012 y, un año después, fundó el Frente Renovador para frenar una posible reforma constitucional que ideaba el círculo de poder de Cristina Kirchner para que ella pueda presentarse a una re-reelección. Massa ganó y comenzó a construir un espacio político sin componentes K y alejado de la dirigencia de centro derecha liberal que representaba Mauricio Macri. La avenida del medio.
Seis años después de aquella fractura el tigrense decidió volver al seno del kirchnerismo y lo hizo una vez que todos los gobernadores del PJ se alinearon bajo la fórmula de Alberto Fernández y Cristina Kirchner. La reacción de los mandatarios se originó después de que la ex jefa de Estado decidiera no ser candidata a presidenta y eligiera a su ex jefe de Gabinete como un exponente del diálogo y la moderación. La decisión de Massa estuvo en la misma sintonía que la de los mandatarios.
Después de largos meses de negociaciones y múltiples trabas para sellar un acuerdo en el que salgan beneficiados la mayoría de los dirigentes del Frente Renovador, Massa cerró la alianza con el kirchnerismo y aceptó bajar su candidatura a presidente para ocupar el primer lugar en la boleta de diputados nacionales. Dejó de lado las drásticas diferencias con la ex jefa de Estado y los dirigentes de La Cámpora para embarcarse en un proyecto nuevo de unidad.
En la noche del domingo, y en medio de la algarabía por la arrasadora elección en el país y en la provincia de Buenos Aires, Máximo Kirchner puso en palabras la importante de los acuerdos logrados . «Esta victoria es fruto del reencuentro entre muchos de nosotros, que es el reencuentro que tienen muchos de los argentinos», aseguró. A su lado estaba Sergio Massa.
En línea con el mensaje del líder de La Cámpora, el ex intendente de Tigre convocó al sector del peronismo que se alejó del kirchnerismo a que se sumen a las filas lideradas por la fórmula Fernández. «A las expresiones chiquitas y minoritarias les pedimos que vengan. Los queremos tomar de la mano. La Argentina que viene es la Argentina de la unidad», les dijo. Un mensaje dirigido a Roberto Lavagna, Juan Manuel Urtubey y Juan Schiaretti, los dirigentes peronistas que mantienen una postura diferente.
La unidad que pidió Cristina en el inicio de 2019 recién se pudo lograr cuando ella decidió dar un paso al costado y no ser candidata a presidente. La ex mandataria se sabía perdedora frente a Macri y supo entender que tenía un techo muy difícil de romper. La decisión de elegir a Alberto Fernández como candidato fue una jugada estratégica que le dio frutos rápidamente. Un movimiento de ajedrez frío, exacto y sorpresivo.
Al alineamiento de los gobernadores le siguió el de los intendentes peronistas de Buenos Aires, los sindicatos, los movimientos sociales y los partidos de centro izquierda. La convergencia se concretó en todos los distritos. Incluso en CABA, donde el PJ Porteño ha tenido grandes inconvenientes para alinear voluntades y formar un bloque compacto y competitivo.
La unidad del peronismo dio un resultado impensado este domingo. Un número que no imaginaban en el Frente de Todos hasta que empezaron a recibir los informes de las mesas testigos y los boca de urna que llegaban desde diferentes rincones del país. Sin embargo, las victorias consecutivas en las elecciones para gobernador ya daban cuenta de un cambio de ciclo. Para el gobierno fueron un anticipo – quizás subestimado – del tsunami que había comenzado a formarse en el interior del país.
Se produjo una ola peronista impulsada por el descontento que había en la gran mayoría de la sociedad debido a la crisis económica y sus posteriores e inmediatas consecuencias. Sumado a decisiones políticas de Macri – como la reforma previsional y el aumento de tarifas- que profundizaron el descontento y volcaron a los argentinos a respaldar al espacio opositor con más posibilidades de vencer al Gobierno.
En resumidas cuentas, el triunfo del peronismo en estas PASO tuvo tres motores: la disconformidad de la sociedad con la política económica de Cambiemos, las decisiones estratégicas de Cristina y el acuerdo al que llegaron los diferentes sectores de la oposición para competir juntos frente al oficialismo. Un combo que dejó un resultado tan favorable que puso a Alberto Fernández a las puertas de la Casa Rosada y Axel Kicillof a un paso de la gobernación bonaerense.
Los gobernadores del PJ festejaron en el cierre de la jornada. La decisión que tomaron fue la correcta. El argumento más sólido llegó en la noche del domingo y con más de la mitad de las mesas escrutadas en toda la Argentina. Las urnas se llenaron de boletas con las caras de Alberto y Cristina. Fernández les prometió protagonismo ante un eventual gobierno y en lo que, a priori, parece ser un nuevo tiempo del peronismo. Una deuda que ya está pendiente.
Un caso similar se refleja en la provincia de Buenos Aires, donde el peronismo podría ampliar la cantidad de municipios que gobierna, lo que le permitiría aumentar su poder territorial en el distrito electoral más importante del país. Los intendentes se alinearon rápido detrás del proyecto de unidad. La gran mayoría de ellos impulsados por el imponente apoyo electoral que desde hace tiempo tiene Cristina Kirchner en el conurbano y conscientes de que para ganar hacía falta unirse. La lógica del poder.
La unidad ya dio los primeros beneficios. Si bien la distancia obtenida por el peronismo parece sepultar cualquier posibilidad del Gobierno, la elección aún no está terminada, por lo que desconoce el resultado final del acuerdo. Si el peronismo logra ser gobierno la clave habrá estado en la decisión de unir un rompecabezas que comenzó a desarmarse durante el segundo mandato de Cristina Kirchner.
La unidad, más los resultados de las políticas económicas de Macri, arrojaron un resultado sorprendente. Al peronismo solo le queda repetirlo en octubre.