Los aplausos fueron para Soledad

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Foto Web

Mucho público, cielo despejado, temperarura agradable y el antecedente inmediato de una noche de miércoles que de distintas maneras había vibrado con Abel Pintos y el Chaqueño Palavecino.

Todo estaba dado para que en la noche del jueves el Festival de Doma y Folklore de Jesús María doblase el último codo para salir jolgoriosa a su recta final. Sin embargo, ese clima de palmas y ritmo sostenido que le gusta a este festival, prácticamente no cuajó en la primera parte de la noche, diluido acaso por actuaciones breves en el escenario Martín Fierro, alternadas siempre con la actividad ecuestra en el campo de la doma.

Seguramente las actuaciones cortas no contribuyeron a crear clima de fiesta que caracteriza a las grandes noches; apenas fueron fogonazos que se extinguían antes que llegase el próximo. De esta manera se sucediron por el escenario durante el horario televisivo los salteños de Vale Cuatro y poco después las voces de Orán, que celebraban 40 años de su debut en este festival. Los Cuatro de Córdoba y Los de Cabrera intentaron lo propio, antes de Cuti y Roberto Carabajal, que con con cinco temas a disposición fueron los más largos de esta serie de cortos (ver Esperando a Soledad).

Cada uno probó a su manera y con sus medios levantar la plaza. Sin el tiempo a favor había que apelar a directos al mentón, es decir a lo conocido, a lo efectivo, con repertrorio trillados y actitud de «vamoesasplamas».

La más aplaudida. Recién con la llegada de Soledad, cerca de las dos de la mañana, el clima de fiesta se instaló en las tribunas y en el campo de la doma, que se abría para que muchos pudieran ver de más cerca a la cantora de Arequito. Evidentemente Soledad era la esperada.

Con esa sonrisa irresistible y una banda de sonido más asentado que le permite respirar y cantar con soltura y expresividad, Soledad mostró un repertorio prevalentemente folklórico, con cosas como Del tiempo de mi niñez y Chamarrita de una bailanta y las más celebradas A don Ata, entre muchas otras. Naturalmente tuvo como invitada a su hermana Natalia y no se privó de cantar Mi credo -el tema que grabó con el conjunto cuartetero Banda XXI- sobre el cierre de su actuación. La televisión había terminado y cantando La vieja, Soledad dejaba uno de sus últimos y muy reclamados bises.

Las luces seguirían encendidas un rato más en el escenario Martín Fierro, pero si la noche tenía algo para decir, lo iba a decir en las peñas de la zona, o en los boliches que funcionan en las instalaciones del Club Alianza, detrás del anfiteatro. Ahí también se baten palmas

Fuente: La Voz del Interior

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