Los cambios en el gabinete agudizan los cortocircuitos internos dentro del Gobierno

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Jaime Durán Barba volvió a Buenos Aires a primera hora del viernes. Fue su vuelta más esperada: la primera ante la crisis más grande que enfrenta Mauricio Macri desde que llegó a la Presidencia.

Carlos Grosso, el histórico asesor del PRO que le escribe semanalmente mails al jefe de Estado con tips sobre política y coyuntura, también había vuelto hacia algunas semanas de un viaje por los Estados Unidos.

Grosso, un viejo dirigente del PJ, es una voz escuchada en el universo macrista. No solo por el Presidente, si no por un buen número de ministros y secretarios de Estado que lo visitan en sus oficinas de Puerto Madero y hasta por figuras de la talla de María Eugenia Vidal, que aprecia sus consejos.

El ex intendente supo estrechar un aceitado vínculo con Durán Barba, con quién suele hablar de comunicación, uno de los rubros en los que el dirigente del PJ se especializó en los últimos tiempos.

La presencia de Grosso y del consultor ecuatoriano -que desembarcó otra vez en el país junto a su socio Santiago Nieto- ayer en la quinta de Olivos, mezclados entre los integrantes de la mesa chica del Gobierno, es una fotografía del delicado momento por el que atraviesa Macri. Y de qué nadie sabe a ciencia cierta cómo terminará la película.

Macri, Grosso y Durán Barba integraron ayer el comité de crisis junto a Marcos Peña, Horacio Rodríguez Larreta y Vidal, en una jornada por la que también pasaron los ministros Nicolás Dujovne y Rogelio Frigerio, y Emilio Monzó, además de la vicepresidenta Gabriela Michetti y otros dirigentes del oficialismo, que formaron parte del cónclave montado para buscarle oxígeno a un Gobierno con un severo debilitamiento económico y político.

El drástico recorte del gabinete, que anoche ya estaba confirmado aunque aún faltaban rondas de consultas y detalles de su implementación, y el paquete de medidas fiscales que la Casa Rosada prepara para las próximas horas, se debatió durante horas en la quinta de Olivos. Una jornda atípica por tratarse especialmente de un fin de semana: las reuniones de mesa chica que Macri implementó en los primeros meses de gestión habían desaparecido del estilo oficial.

Nicolás Caputo, el más íntimo de los amigos del jefe de Estado –un crítico de cómo se desarrollaba la marcha de la gestión-, no fue esta vez de la partida, al menos en forma presencial. Elisa Carrió estuvo al teléfono: no pasa por su mejor momento en la vinculación con la cúpula del poder. José Torello, jefe de Asesores de la Presidencia, está de viaje.

Macri no quería achicar al elenco oficial. En parte porque, cómo dijo públicamente, no cree que sea la solución. Y porque así lo había diseñado junto al jefe de Gabinete, el funcionario más influyente de su entorno. La duda principal del nuevo esquema de poder es si Peña seguirá haciendo gala de ese rol. El Presidente resiste.

Las casi seguras salidas de Mario Quintana y Gustavo Lopetegui como vicejefes de gabinete coordinadores de la gestión -y de la política económica- le asestan un golpe al poder de Peña. Pero más a Macri, que los había calificado como «sus ojos y oídos»en uno de los retiros espirituales de Chapadmalal que con seguridad no volverán a tener lugar en el cronograma de actividades del Poder Ejecutivo.

Quintana y Lopetegui fueron dos de los últimos funcionarios de peso en dejar Casa Rosada el jueves, a las 19, tras la suba del dólar que alcanzó su techo histórico en la gestión de Cambiemos. Lo hicieron solos, cada uno por su lado, en medio de incesantes versiones cruzadas. Cómo una especie de despedida anticipada.

Desde el viernes, los rumores en relación a la mesa chica del Gobierno y al futuro del gabinete se tornaron insoportables. Las salidas de Quintana y Lopetegui estaban selladas desde esa mañana.

En el caso de Dujovne hubo versiones mucho más inquietantes. En especial en su relación con Luis Caputo, el presidente del Banco Central, por pases de factura vinculados al manejo financiero. En pasillos del poder hasta se llegó a comentar que se invitaron a pelear.

Hay malestares para todos los gustos en el seno del oficialismo. Sin contar la preocupación por la crisis social originada por la devaluación y la escalada inflacionaria. En el Ministerio de Desarrollo Social esperan meses de extrema tensión por delante.

Trascendió, en tanto, que hasta el ministro Germán Garavano amagó con renunciar por excesivos recortes en su ministerio.

Hubo en esa misma línea corrillos sobre cortocircuitos alrededor de la figura de Monzó, que nunca pudo volver a congeniar con la conducción del Gobierno. Sí encontró refugio en Rodríguez Larreta, el dirigente de peso menos prejuicioso del entorno de Macri.

Es que la crisis política y económica encuentra a Macri con su círculo íntimo fisurado. Las comparaciones de estilos no se hicieron esperar. En el Ministerio del Interior hubo en estas últimas horas críticas desmedidas hacia la Jefatura de Gabinete.

Vidal, que suspendió el timbreo como el resto de las actividades oficiales del macrismo previstas para estos días para sumarse al comité de crisis, es otra de las que está furiosa con un sector de la Casa Rosada. En especial con el primer piso. El caso de los aportes truchos ya había dejado una grieta entre ella y Peña. Los últimos efectos de la gestión nacional agudizaron la disputa. El alcance de la tormenta es devastador.

En los últimos meses, Grosso repitió en privado a dirigentes del oficialismo que no había que restarle importancia al rol de la UCR a nivel nacional. Machacó con esa idea con más énfasis en medio de las críticas públicas de Alfredo Cornejo a la gestión en Energía del ex ministro Juan José Aranguren, motivadas por los tarifazos.

Si la Casa Rosada finalmente oficializa en las próximas horas el ajuste en los ministerios tal cómo trascendió anoche, ya casi no habrá ministros de origen radical en el renovado gabinete. La eventual incorporación de Ernesto Sanz, que mantiene una relación ambivalente con la UCR, podría torcer un poco la balanza. Es uno de los temas al que Macri deberá abocarse este domingo.

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