Todo sucede en la boca de ingreso a la estación de metro Oktyabrskaya, de la línea 6, a solo 100 metros del FIFA Venue Ticketing Center, el centro oficial de impresión y recogida de entradas para los partidos.
En una esquina concurrida, un nutrido de grupo de sujetos pasa la tarde y hasta horas de la noche revendiendo entradas para la final que disputarán Francia y Croacia en el Luznhiki Stadium, con capacidad para 81500 espectadores.
Aunque sucede en un espacio abierto y a plena luz del día, curiosamente no se avizora presencia policial en la zona, aunque algunos testigos cuentan que de tanto en tanto efectivos camuflados de civil se hacen pasar por clientes. En estos casos detienen tanto al vendedor como al comprador; porque aunque un particular esté vendiendo boletos al mismo precio oficial, será advertido ya que el circuito legal indica que debiera devolverla a FIFA, organismo que le reintegrará su dinero y la pondrá nuevamente a la venta vía internet.
Los dealers, sin reparo alguno suelen sacar de pequeñas carteras sobres llenos de entradas. Según pudo averiguar Infobae, la banda está compuesta en su mayoría por chinos residentes en Rusia, brasileros y franceses con descendencia africana. También operan rumanos, egipcios y hasta un ecuatoriano.
Atraen a la gente en la calle y no se muestran desafiantes, eso sí; si la venta se cristaliza, los hacen pasar al interior de un restaurante de la zona para concretar el negocio, y hasta en algunos casos los revendedores se ofrecen a pagar el taxi hasta el hotel del cliente.
Según el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, el de Rusia 2018 fue «un mundial perfecto», porque hubo 99% de asistencia a los estadios, 1 millón de extranjeros vino a Rusia, 1000 millones lo vieron por televisión, 7 millones de hinchas asistieron a los fan fest, y la final será vista 7 veces más que el Superbowl.
Seguramente también fue un Mundial acorde a las expectativas de los revendedores, que otra vez hicieron de las suyas.
Fuente: Infobae